Las autoridades gestoras de los recursos hídricos de Cataluña habrían firmado una remontada de los embalses como la actual. El agua no ha dejado de entrar en las cabeceras y de filtrarse en los acuíferos a través de la tierra, húmeda como hace mucho tiempo que no lo estaba. Hasta tal punto que las reservas de la comunidad rondan el 40% en la recta final de junio, con la comunidad habiendo salido de la fase de emergencia.
Durante unas semanas, el comportamiento de las cuencas internas -de las que beben seis millones de catalanes- recordó a la remontada de la peor sequía registrada hasta entonces, la de 2008. Sin embargo, se ha descolgado de aquella recuperación, sin previsión siquiera de acercarse a las cifras con las que Cataluña abandonó aquel tenso episodio, por el que incluso se acabó transportando agua en barcos a través del Puerto de Barcelona.
A medio camino del precedente
Hace 16 años, los embalses alcanzaron su valor más bajo también en primavera. Estos estaban al 21,1% de su capacidad y embalsaban 129 hectómetros cúbicos (hm3) los primeros días de abril. Hasta que la sucesión de varios meses de abundantes lluvias abasteció ampliamente el sistema. A estas alturas en 2008, las reservas aumentaron hasta el 64,5%, y en pleno verano se situaban al 66%, con más de 450 hm3.
Es decir, en cuestión de tres meses, entraron 400 mil millones de litros de agua en las cabeceras, lo que supone una crecida de unos 45 puntos porcentuales.
Sin embargo, Cataluña se ha quedado hoy a medio camino de este precedente. En el actual episodio de falta de lluvias, las cuencas internas tocaron fondo con un llenado correspondiente al 14,5% de su capacidad y unos 100 hm3 en marzo; a día de hoy, las cifras se sitúan en torno al 39% y más de 250 mil millones de litros. Es decir, en el mismo periodo, la remontada ha sido de unos 25 puntos y unos 150 hm3, menos de la mitad de los valores referidos a hace 16 años.
Una primavera no tan lluviosa
Esto está estrechamente relacionado con el cambio climático, causa de la reducción de episodios de precipitación, de acuerdo con los expertos. Aun así, la primavera ha sido lluviosa en buena parte del Pirineo, Prepirineo, cuadrante noreste (Girona) y prelitoral central (Barcelona), mientras que en el tercio sur (Tarragona) ha sido seca.
Las cantidades acumuladas más abundantes fuera de la alta montaña han superado los 200 milímetros, por encima de la media climática de esta época del año. Incluso con récords de precipitación, como el día más lluvioso en más de dos años, registrado el 29 de abril. Todo ello, sin dejar de mencionar que las nevadas -cuya aportación a los embalses con el posterior deshielo es fundamental- se han prolongado hasta mitad de junio.
No obstante, esto no ha permitido mantener importantes entradas de agua durante el suficiente tiempo como para seguir los pasos de la recuperación de 2008.
El nuevo rol de los embalses
En un contexto en el que los episodios continuos y abundantes de lluvias son menos usuales, los embalses se despiden de cifras de llenado tan elevadas como las de años atrás, al 70 u 80% de su capacidad. "En vez de ser la fuente primaria que nos dé agua, serán una fuente que utilizar en momentos determinados", resume el catedrático emérito de Ecología de la Universitat de Barcelona (UB), Narcís Prat.
La Generalitat fía su lucha contra la sequía en las soluciones tecnológicas y no en la reducción de usos. Actualmente, la mitad del agua consumida en la comunidad procede de fuentes no convencionales, de procesos caros y con gasto energético como la desalinización y la regeneración. Así, si los más de 7 millones y medio de habitantes del territorio consumen 1 hm3 al día, la mitad corresponde a plantas como la de la Tordera o El Prat de Llobregat, o la que se pretende construir en el Foix.
"Los embalses y los acuíferos subterráneos son nuestras huchas", describe Xavier Latorre, presidente de la asociación Amics de l'Aigua, que defiende echar mano de las desalinizadoras o el agua regenerada cuando "no hay suficiente con los recursos convencionales", como es el caso de la nueva realidad hídrica a la que la comunidad debe adaptarse.
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