Cataluña tiene muchas fiestas locales muy tradicionales y conocidas: la Patum, l’Aplec del Cargol, Temps de flors… La diada es de las pocas que celebran juntos todos los catalanes, pero hay una que, a pesar de no ser festivo, genera un quorum especial. Todo el mundo está a favor de celebrarlo incluso de no trabajar ese día, se trata de Sant Jordi.
El día internacional del libro también es el de la rosa en Cataluña. Se trata de una fiesta cultural con una leyenda romántica que enamora a pequeños y adultas. Para quien no la conozca, resumimos rápido: un pueblo estuvo amenazado por un gran dragón que amenazó al rey con comerse todo el ganado, una vez se sació de los animales, secuestró a la princesa para comérsela hasta que no le dieran más. Por suerte, bajó Sant Jordi del cielo para rescatarla, mató al dragón con una lanza y de la sangre emanó una rosa.
¿El San Valentín catalán?
Con semejante historia, San Valentín se queda como una festividad completamente aguada en Cataluña, algo comercial, sin alma. Sant Jordi es el día de los enamorados catalán, en el que el amor se expresa con una rosa y se le añade un libro.
Desde hace años, esta tradición hace que los libreros salgan a la calle a vender sus libros (ahora muchos hacen descuento para esa jornada e incluso toda la semana) e inviten a escritores a firmar su obra. Las calles se llenan de gente que busca el libro perfecto para su persona especial, para ellos, y busca la rosa más original o bonita entre las calles.
Por qué es la capital del libro
Uno de los epicentros de esta fiesta es Barcelona. En especial, las Ramblas. Esta emblemática avenida de la ciudad expulsa por primera vez a las hordas de turistas, para recuperarla para los catalanes y la cultura y, a la vez, su cultura.
Más allá de estas calles, Passeig de Gràcia, Rambla Cataluña o Diagonal son otros de los puntos calientes de la jornada. Las librerías ponen allí sus paradas más grandes y los stands necesarios para que los autores firmen sus libros. Pero no es el único lugar.
Qué hay fuera de Barcelona
Hay vida mas allá de la capital. En Lleida, la rambla de Ferran y la avenida de Francesc Macià van a ser los escenarios estrella. La última calle, que debutó en época pandémica con gran éxito, se ha convertido ya en uno de los lugares imprescindibles en Sant Jordi para lograr rosas y libros.
En Tarragona, el clasicismo se impone. Más allá de la gratuidad en la visita de algunos edificios de la ciudad, los libros y las rosas tienen su lugar en la Rambla Nova. Por su parte, el casco antiguo es el epicentro del Sant Jordi en Girona, con sus paradas y firmas en la plaça de Cataluña, mientras en la Rambla, el pont de Pedra, la calle de Santa Clara y el carrer Nou se reserva para escuelas y otras ONG.
Muy parecido a lo que sucede en Girona se da en Reus. La ciudad que vio nacer a Gaudí recupera la plaza del Mercadal como foco principal de la fiesta. Eso sí, el casco antiguo no deja de engalanarse. La plaça del Castell, el carrer del Mar, la plaça del Teatre y el Raval de Santa Anna, entre otros bien merecen una visita ese día.
Por último, destacar uno de los puntos de Cataluña que se alejan de las grandes localidades y capitales, pero que conserva la tradición como pocos, Montblanc. El pueblo que presume de ser el pueblo de la leyenda cuya princesa fue rescatada por Sant Jordi siempre celebra esta fiesta por todo lo alto. La recreación histórica del momento, un mercado medieval y un concurso de juglares añaden más espectacularidad a la fiesta.