Es de sobras conocidas que Sant Jordi es la fiesta grande de Cataluña. Aunque no sea festivo, las calles se engalanan, la gente sale a las calles y las personas que se quieren (sean o no parejas) se regalan libros y rosas.
La conjunción del día internacional del libro con la festividad de un santo, del que se cuenta que liberó a una princesa de las fauces de un dragón, de cuya sangre brotó una rosa, es la excusa perfecta para celebrar. Los libreros salen a la calle, los autores acuden a Cataluña a firmar libros, niños y mayores se ponen a vender rosas… Todo el mundo, aunque no lo quiera, vive la fiesta.
Esta es la relación entre Antoni Gaudí y Sant Jordi
Las calles están a rebosar de gente y edificios como la Sagrada Familia o la Casa Batlló organizan actividades en torno a esta festividad. Desde hace años, el edificio de Passeig de Gràcia adorna sus balcones con flores, pero, en realidad, la historia de Sant Jordi está en el diseño original.
Como saben los conocedores de la Casa Batlló, el edificio en sí ya es un dragón. Las texturas de la fachada ya recuerdan a la piel de este animal, especialmente el techo. Con una especie de acabado en cresta, el malo de esta leyenda corona la construcción.
De quién son las calaveras
Los balcones, esos mismos que quedan cubiertos por las rosas, son claramente unas calaveras, los huesos de la cara ya sea de las víctimas del dragón o del propio animal. En esta parte hay diversidad de opiniones.
Si uno se fija en el resto del edificio hay varios diseños que corroboran las dos versiones. Las ventanas están delimitadas por unas columnas que parecen los huesos de las víctimas del malo de la leyenda.
Un dragón por toda la casa
El cuerpo del dragón, en cualquier caso, es el protagonista de la Casa Batlló. Más allá de la fachada, del techo, y de su supuesta calavera, hay dos elementos más representados por Gaudí. Los dos en el interior.
Si los restos de la cara y el cuerpo se ven desde fuera, nada más entrar, en el vestíbulo, aparece la cola del dragón. La base de las escaleras deja ver el esqueleto de esta extremidad que se eleva hasta la primera planta.
La princesa en el balcón
La visita trasncurre entre gotas de aguas en los techos y otras referencias extraídas de la naturaleza propias del modernismo hasta llegar al último piso. Allí, unos arcos blancos catenarios recuerdan al vientre del animal.
¿Y la princesa? ¿Y Sant Jordi? La leyenda les reserva su lugar en lo más alto. El balcón de la buhardillla, el distinto, el más estrecho de todos, es el famoso balcón de la princesa. De hecho, este ya no dibuja una calavera sino los pétalos de una flor. ¿Una rosa?
La espada de Sant Jordi
No se descarta que sea la rosa y más si se tiene en cuenta que la cruz blanca que luce en lo alto de la Casa Batlló podría ser la espada. Hay quien ha visto allí la empuñadura de la espada de Sant Jordi que se hunde en el cuerpo de un ladrón hasta darle muerte.
Con todos estos elementos no es de extrañar que la Casa Batlló se convierte no sólo en uno de los atractivos del día de Sant Jordi, sino una visita obligada para todo aquel que vive y visita Barcelona. ¿Hay algo más catalán que un edificio modernista que cuenta la leyenda del patrón de Cataluña?