El año pasado, los Mossos d’Esquadra registraron 31.007 denuncias por sustracción de teléfonos móviles en Barcelona. Los dispositivos electrónicos son el objeto estrella de los hurtos en la capital catalana, no sólo por el valor que pueden alcanzar en el mercado negro, sino por la facilidad para sisarlos, pues prácticamente todos los ciudadanos llevan uno encima. Pero ¿dónde acaban los móviles robados en la ciudad?
El grueso de estos teléfonos va a parar a países de fuera de la Unión Europea, en su mayoría al norte de África. El motivo, explica Joan Pere García, sargento jefe de la Unidad de Investigación de la policía catalana del distrito de Horta, es que en estos lugares las operadoras telefónicas no tienen potestad para bloquear esos IMEI (el código identificador del dispositivo), porque en esos territorios operan otras redes de telefonía. “Si un dispositivo se roba en España y lo quieren utilizar en Francia, se puede bloquear, pero fuera de la UE, no”. Así, algunos de estos móviles han viajado hasta lugares tan lejanos como Tokio.
La Dreta del Eixample, un punto 'caliente'
Quienes se encargan de sisarlos se guían por la demanda. Los más codiciados, lógicamente, son los de último modelo, aunque sin menospreciar aquellos que no son tan punteros. Según el sargento, quienes se encargan de robarlos no suelen ir a por modelos concretos, como sí hacen otros ladrones, por ejemplo, los especializados en el robo de relojes o joyas. “En este caso se rigen por la demanda y aprovechan las circunstancias idóneas para actuar”, aquellas en las que una víctima esté distraída, ya sea porque está relajada, en un entorno de ocio o porque no tiene controlada esa pertenencia.
Estos individuos suelen operar en zonas lúdicas, comerciales o del litoral que aglutinan una alta actividad turística y elevada densidad de población. En el caso de Barcelona, el lugar en el que más terminales se roban es en la Dreta del Eixample, por la sencilla razón, explica García, de que es el distrito que aglutina más actividad económica, comercial e institucional, con varios consulados salpicados en sus calles.
Envueltos en papel de aluminio
Tras aprovecharse del descuido de su víctima, los ladrones suelen envolver estos dispositivos electrónicos robados en papel de aluminio, explica el investigador. Una técnica rudimentaria, pero que les permite evitar que el GPS dé señal y que la víctima pueda localizar su posición. Así, como si de bocadillos se tratase, trasladan los bultos hasta domicilios operados por redes dedicadas a la receptación, un delito que consiste en comprar artículos robados para venderlos.
Estas redes, explica García, funcionan como empresas. “El objetivo es ponerlos a la venta y obtener el mayor beneficio posible sin invertir mucho” en estos móviles, que desbloquean y formatean con softwares específicos. Si están dañados, a veces se sirven de las piezas de otros, que han desguazado, para repararlos. “Nos hemos encontrado con víctimas que cuando han recuperado su móvil no lo han reconocido y nos han dicho: ‘¡Pero bueno!, pero si tenía la pantalla rota y ahora está prácticamente nuevo’”, expresa.
Hacia el norte de África
Una vez reparados aprovechan cualquier recoveco en vehículos, furgonetas o camiones para ocultarlos entre otras mercancías y sacarlos del país. “Los sistemas que usan son infinitos, como la imaginación de estos delincuentes”, sostiene el sargento, que apunta a que la única salida que tienen estos móviles es en países extracomunitarios, pues la presión de la policía catalana en los últimos años hace prácticamente imposible que se vendan en la Ciudad Condal.
Si bien es cierto que hace unos años era posible encontrar algún terminal de origen ilícito en mercadillos o tiendas de segunda mano, la policía administrativa de Mossos d’Esquadra lo ha imposibilitado. Los agentes controlan prácticamente todas las ventas que se hacen mediante inspecciones periódicas en las que se comprueban todos los IMEI en las bases de datos.
Así, salvo un pequeño porcentaje de los teléfonos -la mayoría de ellos robados a turistas- el grueso termina en “una gran ruta” que se extiende por el norte de África, aunque “pueden aparecer en cualquier sitio”.
Recuperarlos, difícil, pero no imposible
Cuando los móviles robados caen en manos de los receptadores es difícil recuperarlos, aunque no imposible. En el interior de estos domicilios, en los que a la policía se le dificulta el acceso porque se requiere de una orden judicial, a diferencia de los locales comerciales, normalmente se acumulan toda suerte de objetos robados, no sólo teléfonos móviles. “El delito de receptación tiene una penalidad baja, pues si estas redes no comprasen los objetos robados, estos no valdrían nada”, insiste García.
En el último gran dispositivo, que avanzó Crónica Global, los Mossos d’Esquadra, juntamente con la Policía Nacional, desmantelaron en Barcelona a un grupo criminal y detuvieron a nueve personas que revendían material robado valorado en más de cuatro millones de euros y que pretendían enviar al norte de África.
'Operación Tadeo'
En esta operación, bautizada por los Mossos d’Esquadra como Tadeo, se recuperaron en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) un centenar de teléfonos móviles, servidores informáticos por valor de 5.000 euros cada uno, bolsos de lujo, ordenadores, drones, perfumes de alta gama, relojes y cafeteras, entre otros.
“Estas redes se dedican a comprar objetos robados que demanda la gente: portátiles, móviles, relojes, joyas, zapatillas deportivas, cámaras de fotos y otros dispositivos tecnológicos que sólo se distribuyen en Europa”, sostiene el sargento. En el caso de los dispositivos móviles, es importante, recuerda, que desde el momento del hurto se bloquee lo antes posible. “Hay que concienciar a las personas de que denuncien y de que lo identifiquen, aportando el IMEI, un número de 15 dígitos exclusivo para cada dispositivo y que la policía necesita para identificarlo”.
Las cifras bajan
Aunque cada vez se denuncian más estos hechos, como en cualquier delito todavía existe una cifra negra. Así, a la hora de intentar devolver los dispositivos, a veces los Mossos d’Esquadra se encuentran con víctimas que no habían alertado creyendo que su caso nunca se resolvería.
Al margen de estos casos, en la capital catalana se registran unas 85 denuncias diarias por robos de móviles. No obstante, hay que tener en cuenta que, además del millón y medio de personas que habitan en Barcelona ciudad, por la Ciudad Condal pasan cada año unos siete millones de turistas. Aunque las cifras puedan parecer alarmantes, con 31.000 móviles robados en 2023, en 2019, época prepandémica, fueron 39.000, una cantidad que se ha reducido por la presión policial.
Endurecer las penas
El mayor peligro, más allá del valor del dispositivo, remarca el sargento, es el total acceso a nuestra información personal, incluida la bancaria. En la misma línea, la abogacía barcelonesa ha solicitado que se endurezcan las penas en casos de sustracciones de dispositivos móviles, ahora castigados con una multa de uno a tres meses si el valor del teléfono no excede los 400 euros.
“No puede considerarse como un hurto, por tener un valor menor a los 400 euros”, ha subrayado el decano del Colegio de Abogacía de Barcelona (ICAB), Jesús María Sánchez, que ha añadido que la sustracción de un dispositivo electrónico siempre supone “un robo de nuestra vida” al atentar contra el derecho a la privacidad.
Ha argumentado que este tipo de casos deben tener una entidad suficiente como para ser considerados delitos menos graves, de forma que los jueces puedan tomar medidas cautelares. “Que la gente sepa que robar el móvil, independientemente de su valor, comporta la posibilidad de que un juez dicte una medida cautelar de prisión”, ha remarcado Sánchez.
Pero, para todo esto, recuerda el decano, es necesario agilizar los juicios rápidos, por lo que insiste en que se necesitan más jueces penales y más salas en la Audiencia Provincial de Barcelona para paliar el incumplimiento de la ley.
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