Unos compran y cultivan la droga, principalmente marihuana, y los otros se la roban. La batalla entre clanes de etnia gitana y otros de origen magrebí ha tomado la provincia de Tarragona, donde ya ha desembocado en varios episodios extremadamente violentos. Los Mossos d'Esquadra hablan de ello con prudencia. Sin embargo, otras fuentes aseguran que se trata de un secreto a voces: la narcoguerra, aunque por ahora está bajo control, es una realidad.
"Ambos grupos se dedican al mismo negocio -el narcotráfico-, pero sus métodos son diferentes", manifiestan fuentes policiales (no oficiales) a Crónica Global. "De este modo, unos y otros quieren hacerse con el control del mismo mercado, sin establecer acuerdos para repartirse los espacios de venta, lo que implica que, inevitablemente, haya un claro conflicto de intereses. Un conflicto que, en el mundo de la calle, se salda con violencia. Ese es su lenguaje", añaden.
Narcos disfrazados de policías
De hecho, el pasado 19 de marzo, agentes de la Policía Nacional y de los Mossos d'Esquadra llevaron a cabo un macrooperativo con el objetivo de desarticular una organización criminal, de origen marroquí, especializada en asaltar plantaciones de marihuana de grupos rivales. Una investigación que refuerza que una de las ramificaciones del conflicto abierto en el campo de Tarragona reside en el hecho de que unos cultivan la droga y los otros, la roban.
Según avanzó esta redacción en exclusiva, los sospechosos, ataviados con indumentaria propia de los cuerpos policiales -como chalecos y placas- se dedicaban a cometer vuelcos -como se conoce en la jerga policial a los robos de droga- por toda la provincia de Tarragona. Disfrazados de policías, irrumpían en las plantaciones enemigas (principalmente de otros clanes magrebís, de etnia gitana o albaneses) y se llevaban la 'maría' y el dinero.
Varios entramados relacionados entre sí
Las fuentes consultadas aseguraron que se estaba investigando a un grupo de seis individuos, todos ellos con varios antecedentes policiales, a quienes acusan de un presunto delito contra la salud pública, además de otros ilícitos violentos.
Asimismo, los investigados estarían vinculados con otros entramados asentados en algunos de los barrios más conflictivos de la provincia: el de Campclar, en Tarragona; o el barrio de Sant Josep Obrer, en Reus. "No todos se dedican a cometer vuelcos. Algunos cultivan su propia droga, otros desempeñan funciones de 'jardineros'... incluso hay aquellos que sólo observan y callan", aseguran.
Conflicto en el barrio de Campclar
Ambas zonas, en Tarragona y Reus, se han visto arrolladas por el narcotráfico y las drásticas consecuencias de este negocio ilícito. Convirtiéndose, sin querer, en el escenario de graves incidentes a plena luz del día. Sin ir más lejos, el pasado 3 de marzo, un hombre fue brutalmente asesinado a plena luz del día en el barrio de Campclar. La policía catalana recibió el aviso minutos antes de las doce del mediodía. Pero cuando los agentes llegaron al lugar de los hechos, en la rambla de Ponent, se encontraron a Abdul Majid Benali, de 35 años, ya fallecido.
Aunque este crimen no parece tener un trasfondo vinculado con el narcotráfico, fuentes policiales han manifestado que se enmarca en este contexto de narcoguerra entre clanes de etnia gitana y marroquís. Un enfrentamiento que crispa el ambiente y genera malestar.
Tiroteo en Sant Josep Obrer
Otro ejemplo de lo que fomenta esta pugna se vivió el 17 de enero en el barrio de Sant Josep Obrer, donde se registró un tiroteo a plena luz del día. Este episodio se saldó con cuatro detenidos -uno de origen magrebí y otros tres de etnia gitana, de un mismo clan familiar- por homicidio en grado de tentativa y tenencia ilícita de armas. Con la colaboración del Grupo Especial de Intervención (GEI), los agentes de élite de los Mossos llevaron a cabo varias entradas y registros en los pisos del clan familiar, en la calle Mas Pellicer, donde se intervinieron cuatro armas largas, dos cortas, dos defensas eléctricas y una navaja.
Las fuentes policiales consultadas aseguran que todo este arsenal, como sucede en el grueso de las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, se utiliza, principalmente, para proteger las plantaciones de marihuana, más allá de para ejecutar eventuales ajustes de cuentas.
Un fenómeno que no se denuncia
Un fenómeno delincuencial que, además, cuesta mucho de perseguir, porque las víctimas no denuncian los hechos. "Al final, los clanes que sufren los robos no alertan de los hechos, porque ellos también están cometiendo un delito", explican las mismas fuentes. Extremo que dificulta con creces el trabajo de los cuerpos policiales.
No obstante, según fuentes policiales, el delito de robar droga a otros narcotraficantes es uno de los que se encuentran más en auge en nuestro país. Según los últimos datos ofrecidos por los Mossos d'Esquadra, "durante el 2023 hubo 93 narcoasaltos (o vuelcos) en los que en la mitad se utilizó o se exhibió un arma de fuego", reconocía este mismo martes el jefe de la Comisaría General de Investigación Criminal (CGIC) de los Mossos d'Esquadra, Ramon Chacón.
En estos casos, las víctimas prefieren guardar silencio y se calcula que el 90% de estos delitos quedan invisibilizados.
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