Para algunos, la verbena de San Juan es una de las noches más especiales del año. Para otros, supone una verdadera pesadilla. Es el caso de muchas personas con trastorno del espectro autista (TEA). El ruido inesperado de los petardos, tan característicos de esta fecha, no solo genera molestias a estas personas con hipersensibilidad, sino que pueden llegar a sentir, incluso, dolor físico.
Las familias del colegio La Sedeta, en el barrio de Gràcia (Barcelona), han puesto en marcha una iniciativa para concienciar sobre los efectos que pueden llegar a tener el ruido, la luminosidad y el olor a pólvora de la pirotecnia sobre los niños con autismo. En concreto, han organizado una fiesta de fin de curso “libre de petardos” este jueves –un día antes de la verbena–, para que todos los alumnos puedan disfrutar del encuentro con tranquilidad.
Una fiesta inclusiva
El grupo de padres ha difundido este mensaje a través de redes sociales y escuelas de alrededor para que nadie tire petardos en la zona mientras dure la celebración. Una de las madres ha organizado el encuentro. "Hay alumnos que lo pasaron muy mal el año pasado, especialmente los más pequeños y los niños con trastornos del espectro autista", explican las familias.
La fiesta se llevará a cabo en la plaza del Centre Cívic la Sedeta, donde las familias y los niños podrán disfrutar de unas "horas tranquilas" sin ruidos ni demás estímulos que puedan ocasionar problemas a estos alumnos con hipersensibilidad.
Así reaccionan los niños
Las molestias auditivas que sufren estas personas provoca que, en ocasiones, se tapen las orejas, huyan buscando un sitio que amortigüe el ruido, griten o lloren. “Aunque no todas las personas con autismo reaccionan de la misma manera, muchas sienten dolor a causa del ruido de los petardos”, asegura Marta Robles, psicóloga especialista en autismo.
También es común ver cómo un niño con autismo se tapa los ojos o se esconde de la luz. Y las molestias olfativas también están presentes: el olor a quemado y pólvora les lleva a aguantar la respiración, escupir o incluso vomitar. “Y no hay que olvidar lo mal que lo pasan las familias de estos niños viendo cómo sufren sus hijos”, apunta Robles.
¿Entretenimiento o condena?
El malestar de los petardos incluye también a la población adulta con este trastorno, que se moviliza para promover una verbena sin artefactos. Entre las más influyentes se encuentra Sara Codina, mujer diagnosticada a los 41 años y que reclama “empatía” hacia quienes, durante estos días, lo pasan tan mal. “Si sintieran tan solo un segundo lo que yo siento cada vez que escucho un petardo… Estoy segura de que no volverían a tirar ni uno más”, se lamenta a través de sus redes sociales.
Los ruidos fuertes generan una ansiedad difícil de controlar: “Mi corazón late tan deprisa que siento que podría morir. Tengo dificultad para respirar y pierdo el control sobre mí. Necesito huir de allí como sea, pudiendo, por ejemplo, cruzar una calle sin mirar”, expresa, tras lamentar que el entretenimiento de unos sea la condena de otros.
Y es que no cabe duda de que la verbena de San Juan no es igual de divertida para todos. Tiene una cara todavía desconocida a la que se enfrentan quienes tienen hipersensibilidad auditiva. También influye a las personas con alzhéimer, que sufren
angustia, miedo y estrés durante la noche más corta del año. En su caso, además, existe el riesgo de que puedan desorientarse y crearles confusión al no entender que se trata de una fiesta puntual.
Escapar de la contaminación acústica
Cada vez son más las personas que quieren fomentar una pirotecnia silenciosa. Eso fue, precisamente, lo que llevó a Codina a impulsar una recogida de firmas a través de Change.org: "La pirotecnia me hace daño. Pido que se regule su uso ya", dice la iniciativa, que recuerda que "utilizar pirotecnia de manera segura también reduciría los accidentes que dejan miles de heridos cada año en España, ayudaría a los animales a los que provoca taquicardias, infartos o incluso la muerte; así como a las personas mayores, personas que se encuentren convalecientes en su casa o en el hospital y un largo etcétera".
La petición suma ya más de 70.000 firmas. Algo que demuestra que ha aumentado la concienciación para que estas fiestas sean una noche de celebración y no de ruidos traumáticos para algunos. Mientras tanto, muchos optan por no salir de su casa o alejarse de la contaminación acústica planificando un viaje a entornos rurales o protegidos.