Así es la vida de los últimos afiladores: “Es un trabajo muy duro”
¿Quién no se ha asomado a la ventana tras escuchar la famosa melodía del afilador, que informaba de su llegada para que los vecinos bajasen a poner a punto sus cuchillos?
8 enero, 2022 00:00Antonio lleva casi 30 años trabajando como afilador. Un oficio ya olvidado y que muy pocos ejercen en España. ¿Quién no se ha asomado a la ventana tras escuchar su famosa melodía? Con su instrumento, la zampoña, informaba de que ya había llegado. De esa forma, se hacía notar entre los vecinos y les ofrecía su servicio: el de afilar los cuchillos, las tijeras o cualquier herramienta de corte.
Su abuelo era de Orense, lugar donde se dice que empezó la tradición. Él le inculcó la profesión y desde los 13 años se dedica exclusivamente a ello. Con 42 años, explica orgulloso a Crónica Global que nunca ha pensado en dedicarse "a otra cosa” en honor a su familia. Tan sólo él y su primo quisieron el oficio porque, según dice, “es un trabajo muy duro”. “Parece una tontería, pero no. Es complicado porque tienes que estar todo el día en la calle, llueva o haga sol”, añade.
Recorre España para ganarse la vida
Aunque su ciudad natal es Granada, este hombre viaja por toda España. Va de provincia en provincia, de hostal en hostal, recorriendo calles para "ganarse la vida". “Hago mi maleta, cojo el autobús y me voy a trabajar”, relata.
Su familia sigue en Andalucía, donde tienen una casa que él mantiene con el dinero que gana. “Con este trabajo no te haces rico, pero sí que te da para comer”, manifiesta el afilador, quien asegura que hay meses más complicados que otros. La Navidad es una de las fechas que más ingresos tiene.
"Me han tirado huevos por la ventana o me han insultado"
Aunque dice tener clientes de todo tipo, sí que reconoce que es sobre todo la gente mayor quien acude a él. “Hay jóvenes que no saben lo que es”, dice. El hecho de estar en la calle tantas horas conlleva riesgos. De hecho, lamenta algunas malas experiencias que ha sufrido durante estos años: “Me han tirado huevos por la ventana o me han insultado”. Sin embargo, defiende también la parte positiva: “También te encuentras a personas buenas que te ven por la calle y te dan 50 euros”.
Sus ganancias dependen de las herramientas que tenga que afilar, del tamaño y de la dificultad. Se trata de un oficio que cada vez es menos común y verlo por grandes ciudades como Barcelona llama la atención de algunos, sobre todo de las nuevas generaciones.