Algo se muere en el alma cuando un amigo (de cuatro patas) se va
La pérdida de un animal deja una profunda huella en la vida de sus compañeros humanos, hasta el punto de que algunas personas no la superan nunca
2 diciembre, 2020 00:00La muerte todo lo corrompe. Da igual quién sea la víctima: un hermano, un padre... o tu querido perro, gato o cualquiera que sea el animal de compañía que cada día al despertarte está a tu lado y te hace sentir en paz.
Son muchas las personas que tienen mascotas. La mayoría las integran en la familia y las convierten en el pegamento emocional de todos los miembros del clan. Cuando uno adopta un animal, no quiere ser consciente de que su esperanza de vida es sustancialmente más corta que la de los humanos y que, por tanto, antes o después se deberá aprender a vivir sin ellos.
Cómo superar y afrontar la muerte de tu mascota / ADIESTRAMIENTO CANINE
Voces desde el duelo
Cuando los animales se mueren, parten el alma de sus dueños. En su lugar queda un inmenso vacío imposible de remplazar. Según un estudio de la Universidad de Hawái, el 30% de los dueños siente dolor durante seis meses después de la desaparición de su mejor amigo peludo, mientras que para un 12% supone un suceso especialmente traumático en sus vidas. De hecho, muchos psicólogos determinan que su muerte es equiparable al proceso de duelo que se vive cuando fallece un familiar de primer grado.
“Fue mi mejor compañera, y hasta el último suspiro que pudo dar, yo le cogí la patita”, explica Katiana, que era propietaria de una gata persa a la que tuvo que sacrificar debido a unos dolores que la tenían permanente postrada en su cesto. “Ahora me he quedado sola porque soy una mujer soltera. En estos momentos, la simple idea de adoptar otro gato abandonado me desgarra. No estoy preparada”, relata. Este sentimiento es el que sienten muchos propietarios cuando pierden a sus mascotas.
Lo busco, pero no está
“Cuando llego a casa, siempre espero encontrármelo detrás de la puerta, que me ladra de alegría, que espere sentado delante de la nevera a que le dé un trozo de jamón. Pero, de repente, me doy cuenta de que hay silencio, de que no vendrá”, relata Miguel, que perdió a su bichón maltés debido a un cáncer de bazo con metástasis en el hígado. Ahora el animal descansa en su casa, en un lugar privilegiado, junto al mar. “Noto que la tristeza va a más; así como pasan los días, no me acostumbro, sino que más cuenta me doy de que me falta y de que su olor irá desapareciendo poco a poco del sofá”, se lamenta.
Desde el punto de vista psicológico, el duelo por la muerte un animal presenta los mismos rasgos que el que sufrimos cuando fallece alguien de nuestro entorno. Esto se debe a que “la domesticación hizo que, sobre todo en el caso de los perros, estos desarrollaran una inteligencia emocional mucho más parecida a la humana que a la de otras especies”, explica Jordi Surià, psicólogo y propietario de un bichón maltés. En este sentido, tener un animal en casa “mejora el estado de ánimo, disminuye la ansiedad y potencia la autoestima”. Es por esta razón que cuando se van sentimos que se ha truncado un pilar de nuestra vida.
Paso a paso se supera
Ante la muerte, las personas pasamos por una secuencia de fases. En la primera, la de negación, “paramos el golpe, es la primera defensa natural del cerebro frente a la pérdida”, explica. De aquí se pasa a la ira, cuando “surge la rabia por la frustración que nos genera no poder hacer que vuelva”, añade.
A estas dos primeras etapas les siguen la de “negar la muerte” del animal --la fase de depresión, tristeza profunda, desamparo-- y finalmente la de aceptar que ya no está y aprender a vivir sin él. Tras este último nivel, se vuelve a la normalidad, pero hay propietarios que no consiguen superar el proceso de duelo. Es en este momento “cuando se requiere intervención psicológica para combatir la tristeza”, relata Surià.
Cómo lidiar con la pena
Hay que hacerlo de la misma forma que cuando fallece una persona, dejando que nuestro discurrir por las fases de duelo sea natural, sin sentirnos obligados a ir más rápido de lo que nuestro engranaje emocional pueda soportar. Cada momento del dolor requiere de unos elementos para poder sobrellevarlo. En la primera fase, la de negación, la persona se debe dejar llevar por sus sentimientos. Si el cuerpo le pide guardar los enseres y juguetes de su animal, debe hacerlo. Y si necesita deshacerse de ellos, también. Eso sí, se haga lo que se haga, debe ser una decisión meditada.
En la siguiente etapa es importante expresar la tristeza y la rabia contenidas. En este momento hay propietarios que como han optado previamente por hacer un velatorio a su compañero, ya lo han despedido. En caso contrario, toca decir adiós haciendo un ritual de separación, rodeado de amigos, y dejar que fluya la pena, sin exigencias, sin sentirse obligado a mostrar fortaleza.
La vida sigue su curso
A continuación, es cuando tomas consciencia de que tus rutinas junto al animal se han desvanecido, y de que es conveniente generar nuevas para poder seguir andando. Una vez resuelta esta etapa, llega el momento de aprender a vivir con el recuerdo de una forma sana, que nos permita seguir avanzando en nuestro día a día.
Es importante resaltar que cada persona necesita un tiempo diferente. No hay que juzgar a nadie por cómo lleve su pena. Lo relevante, al final, es que solo se quede con nosotros el recuerdo de una feliz amistad animal.