El temporal Gloria: el futuro que nos espera
Los agricultores apelan a los ciudadanos para consuman productos de temporada y no contribuyan al castigo de la tierra
9 febrero, 2020 00:00El temporal Gloria ha dejado zonas de Cataluña totalmente devastadas. El Maresme, el Delta del Ebro, la zona del Bajo Ter y de Tordera reclaman la declaración de zona catastrófica y ayudas inmediatas. Y todo apunta que estas situaciones van a ser cada más más frecuentes.
El director general de Desarrollo Rural de la Generalitat, Oriol Ansón, reconoce que “la irregularidad de la climatología será más continuada”. Eso se traduce en “más episodios de sequía y más largos” así como “episodios de precipitaciones más violentos y más concentrados en un periodo breve de tiempo”, como fue el caso del Gloria.
Cifras
Lo que parece futurología, en cambio, es presente. Las cifras hablan por sí solas. El Ministerio para la Transición Ecológica asegura que es el tercer temporal mediterráneo en nueve meses que bate récords. “A partir de 2019, la frecuencia e intensidad de estos fenómenos adversos categorizados como históricos parece haberse disparado”, constatan en su balance tras el paso del Gloria. Y 2020 empezó con un nuevo temporal.
El Gobierno de Cataluña ya ha anunciado una partida de 11 millones de euros del fondo de contingencia destinados a paliar sólo los daños agrarios y pesqueros. El valor total de los daños causados supera los 40 millones.
Delta
Mientras el Govern anunciaba estas ayudas el 4 de febrero, los agricultores del Delta del Ebro, una de la zonas más afectadas por el Gloria, advierten: “Están tardando mucho en actuar”. Son las palabras de Ignasi Sants desde el Institut Agrícola Català Sant Isidre del Delta del Ebro, quien lamenta que “se ha desestructurado buena parte del suelo”. Las zonas bajas y las más próximas al mar son las que han sufrido más. “Hay campos donde no hay ningún obstáculo que separe el mar de los arrozales”, destaca Raül Arquès, socio de la cooperativa Arrossaires del Delta de l'Ebre.
El temporal Gloria solo ha sido “la gota que colma el vaso”, subrayan. Llevan tiempo notando las consecuencias de los cambios en la climatología. “La primavera y el otoño ya no están delimitados y los efectos del cambio climático se dejan ver en las plagas y enfermedades que padecen las plantaciones”, afirma Arquès. Las condiciones climáticas son más propicias a la aparición de hongos y afectan a los cultivos.
Viñedos
No son los únicos que están notando estos efectos. El sector de la viña se encuentra en la misma situación. Ansón reconoce que algunos propietarios de viñedos están plantándolos en cotas más altas. Pero eso son “los que pueden”, apunta Isabel Vidal, la responsable de la sectorial de la viña del sindicato Jóvenes Agricultores y Ganaderos de Cataluña (JARC, en sus siglas en catalán). Esta operación implica una inversión que no todos pueden afrontar.
La baja pluviometría está desestacionalizando las plantaciones. No es que llueva menos --auqne va por años--; el problema es que cuando lo hace llega con mayor intensidad y destroza las cepas. Lo mismo sucede con el verano, que es más caluroso, lo que provoca que los periodos de cultivo sean más cortos. “Si antes vendimiábamos entre septiembre y octubre ahora lo hacemos a principios de septiembre e incluso a finales de agosto”, indica Vidal. Los inviernos son muy cortos y muy intensos y afecta a la parra que no puede regular bien su propia temperatura, ni siquiera durante las noches de verano o primavera, porque no refresca lo suficiente.
Cultivos
El sector de las hortalizas no lo pasa mucho mejor. Desde la Cooperativa del Maresme indican que están modificando las costumbres de cultivo. El guisante ahora se planta a finales de septiembre o principios de octubre y antes se hacía a mediados de agosto. Hortalizas o frutas como la fresa han tenido que “cambiar de ubicación porque las tierras están cansadas” por el fuerte calor y las intensas lluvias.
En el Maresme aseguran que ya hay quien ha cambiado el sistema de cultivo. Las fresas se plantan con sistema hidrónico, es decir, sobre sacos con tierra apropiada, y no la natural del territorio. Un método que es “más complicado y más caro”. Hay incluso quienes plantan a un nivel más superficial, porque bajo tierra los cultivos ya no encuentran los nutrientes que requieren. Desde la Consejería de Agricultura, Ansón da otro ejemplo, como el del caso de los manzanos. En Cataluña ya se encuentran este tipo de frutales plantados en latitudes más elevadas para tener unas temperaturas más adecuadas.
Agricultura contra el cambio
Todos los agricultores coinciden en lo mismo. Se están adaptando al futuro que vendrá; son conscientes de que el cambio climático es una realidad. Ellos afirman que contribuyen a reducir la cantidad de gases contaminantes. Isabel Vidal recuerda que los cultivos absorben grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) pero que si se acaba la agricultura esos gases seguirán contaminando la atmósfera.
Un agricultor y ganadero de Alcarràs (Lleida), Jaume Bernis, miembro de JARC y experto en el sector porcino, aporta datos. “Los payeses absorbemos el 30% de las emisiones de CO2 con nuestros cultivos”, asegura. Se defiende también de los que los critican por contaminar con pesticidas, purines y otros productos: “Los propios cereales que cultivamos absorben el 80% de los gases que producimos”.
Medidas aplicadas
Bernis está preocupado por los ataques que reciben los ganaderos y explica diferentes métodos que aplican en las tierras de Alcarràs para reciclar purines, como la creación de un sistema que recopila las aguas contaminadas para el cultivo para reducir sus propios niveles. Este es uno de tantos ejemplos, como la creación de una planta de biomasa.
Los agricultores aseguran que se están adaptando a los nuevos reglamentos para desarrollar cultivos más ecológicos. Pero, mientras tanto, tienen que pasar por un periodo de adaptación. Vidal señala que en la viña ya piensan en no podar las hojas, como hacían antes para proteger la uva de una luz solar más intensa y dañina. La responsable del sector de los viñedos de los JARC ya tiene pensadas alternativas. Hay quienes le dicen que deberán optar por cepas que tengan un ciclo de vida más corto para quienes que no puedan plantar en latitudes más altas.
Preservar el Delta
Los arroceros del Delta, en cambio, lo tienen más complicado. Necesitan más ayuda de la Administración. Una ayuda que desde Agricultura ya se han comprometido a ofrecer pero que consideran que tarda en llegar.
Tras el paso del temporal sólo piensan en una actuación rápida para desalinizar el agua y las tierras. La experiencia les dice que la producción se verá afectada durante varios años. Pero ellos llevan ya tiempo reclamando mejoras. Piden “medidas finalistas”: diques inteligentes, caminos de guarda, sistemas de dunas… reclamaciones y acciones necesarias que no llegan.
Mensaje
Los agricultores y ganaderos están pagando las consecuencias del cambio climático, y se ajustan a las normativas europeas. Pero como dice Vidal, “nos hemos de adaptar todos”, también el consumidor. La joven agricultora recuerda la importancia que tiene el comprador en el objetivo de no acabar con la agricultura del territorio antes de que lo haga el cambio climático. “Se debe consumir lo que toca y cuando toca”, indica para dejar claro que comer fresas en invierno, por ejemplo, no es lo apropiado para la época
Recuerda, además, que obligar a los agricultores a tratar el suelo para consumir ciertos productos que no son de proximidad tiene consecuencias: la tierra tiene una memoria más larga que la del ser humano, subraya. Es necesario señalar la importancia de la “soberanía alimentaria”, sentencia Vidal, como medida para que la agricultura y la ganadería no acaben desapareciendo por el efecto invernadero y las demandas del mercado.