Cabacés

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Este es el único pueblo catalán con un nombre en castellano: herencia del régimen de Francisco Franco

Se escribe con ce y tilde en la e, desafiando las normas del Institut d'Estudis Catalans en pleno siglo XXI

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En la época del franquismo era común que los nombres de los pueblos en Cataluña se modificaran al castellano bajo imposición sistemática. Ejemplos de esta política fueron municipios como Castell d'Aro, que pasó a llamarse Castillo de Aro, o Móra d'Ebre, transmutado en Mora de Ebro. Durante décadas, topónimos como San Quírico Safaja o Aliñá borraron su grafía original de los mapas oficiales.

Tras la caída de la dictadura en 1978, la gran mayoría de estos nombres recuperaron su forma catalana. Sin embargo, existió una excepción que se resistió durante casi medio siglo: el municipio de Cabacés, en la comarca del Priorat. A diferencia de otros pueblos, esta localidad mantuvo oficialmente su grafía castellanizada hasta hace muy poco, convirtiéndose en un caso único de resistencia toponímica.

Herencia y oficialidad

El nombre Cabacés se acentuaba siguiendo las reglas ortográficas del castellano y su registro formal se remontaba al siglo XVIII. Aunque la Generalitat ya lo había oficializado como Cabassers en 1933, la victoria de Francisco Franco tras la Guerra Civil impuso de nuevo la forma con "c" y tilde en la "e". Lo curioso de este caso es que, a diferencia del resto de Cataluña, el ayuntamiento local mantuvo la forma Cabacés como oficial durante décadas de democracia.

Cartel de Cabacés

Cartel de Cabacés

El Institut d’Estudis Catalans (IEC) defendió históricamente que la única forma correcta y científica es Cabassers. Esta batalla administrativa llegó a su fin recientemente: en 2024, el Gobierno catalán aprobó finalmente el cambio oficial de nombre para normalizar el topónimo. No obstante, en pleno 2025, el término Cabacés sigue muy presente en la memoria visual y en la herencia del régimen que se negó a desaparecer de los carteles de Tarragona.

Otros nombres curiosos de pueblos catalanes

Más allá de las disputas políticas, repartidos por Cataluña encontramos otros municipios con nombres que despiertan sonrisas por motivos muy distintos. El más clásico es Espolla, en el Alt Empordà, famoso por sus vinos y no por lo que su nombre sugiere al oído castellano. También en el Priorat destaca Porrera, cuyos habitantes, los porreranos, conviven con el doble sentido de su nombre mientras producen algunos de los mejores caldos del mundo.

cabaces

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Aunque, sin duda, el nombre más simpático es La Pera. Los habitantes de este municipio del Baix Empordà, conocidos como perencos, han tenido que aguantar mil veces la broma de que su pueblo es, literalmente, "la pera limonera". Estos casos demuestran que, ya sea por imposición histórica o por azares del lenguaje, la toponimia catalana siempre guarda una historia sorprendente detrás de cada cartel de carretera.

Identidad y territorio

El cierre de la herencia nominal de la dictadura no solo responde a una cuestión administrativa, sino a una reparación emocional del patrimonio inmaterial de la región. La transición definitiva hacia Cabassers simboliza el fin de una anomalía que recordaba tiempos de represión lingüística, permitiendo que la geografía de Cataluña hable finalmente el mismo idioma en sus documentos oficiales y en el corazón de sus habitantes.

Explorar estas curiosidades geográficas nos permite entender mejor la riqueza cultural que se esconde en cada comarca. Desde las polémicas de los topónimos hasta las anécdotas más divertidas de pueblos como La Pera, la historia de nuestros municipios sigue viva y en constante evolución. En 2025, Cataluña luce un mapa más fiel a sus raíces, donde cada nombre cuenta una historia de resistencia, humor y, sobre todo, de identidad compartida.