El pueblo de pescadores que inspiró a Vargas Llosa

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El pueblo de pescadores que inspiró a Vargas Llosa: un tesoro idílico en la Costa Daurada

La relación del escritor con la comunidad autónoma catalana viene de lejos

Más información: Mario Vargas Llosa: vals, despedida y adiós

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La muerte de Vargas Llosa a los 89 años llena los diarios de medio mundo. El Nobel de Literatura ha tenido tantas facetas que es imposible quedarse sólo con una. El literato extraordinario de Pantaleón y las visitadoras, el amigo-enemigo de Gabriel García Márquez, el político peruano, el último marido de Isabel Preysler o el constitucionalista español frente al referéndum de Cataluña, son algunos de los detalles de su vida más destacados.

La relación del escritor con la comunidad autónoma catalana, en cualquier caso, viene de lejos. Gracias a la agente literaria Carmen Balcells, él, Gabo y otros escritores del cono sur fueron publicados en España. Eso hizo que varios de ellos se mudaran a Barcelona y otros puntos del territorio catalán.

Durante el periodo de tiempo que Vargas Llosa fue vecino de Barcelona, y antes de su relación con Balcells, el peruano también exploró otros puntos del territorio. Uno de ellos fue un pueblito costero, apenas conocido por el turismo de masas, que fue refugio de varios literatos.

El responsable de que Vargas Llosa, Jorge Edwards y García Márquez, entre otros, residieran allí un tiempo no fue otro que Carlos Barral. El poeta catalán, que creó la editorial Seix Barral, fue el primero en editar a algunos de los miembros del llamado boom latinoamericano.

Qué libros escribió

Como buen anfitrión, el editor, invitaba a sus escritores a su casa. Algunos, llegaron a pasar varios meses en la casa de Barral. No la de Barcelona, sino la que tenía en su preciado pueblo de veraneo, Calafell.

En este tesoro idílico de la Costa Daurada, Vargas Llosa estuvo varios meses retirado y escribiendo algunas de sus novelas más importantes. Cuentas las hijas de Barral, que en el escritorio que daba a la playa de Calafell, el peruano terminó de escribir La casa verde y empezó otra novela de la que siempre se sintió muy orgullos, Conversación en la catedral.

Lugar de inspiración

La paz del pueblo, las vistas al mar, las noches de fiesta y de debate en la casa de pescadores de Barral, los amigos o las salidas a pescar fue todo lo que necesitó en ese momento Vargas Llosa para dar rienda suelta a su creatividad.

Claro que también había mucho tiempo para la diversión. La casa de Barral, ahora convertida en museo, fue punto de encuentro de todos los miembros del boom y otros literatos como Juan Marsé o Jaime Gil de Biedama. Algo que a la familia molestaba un poco.

Paseo y playa de Calafell

Paseo y playa de Calafell

Playa, amigos y buena comida

Las conversaciones se alargaban tanto que esposa de Barral, Yvonne, se compró otra de las casas de pescadores cercana a la casa para montar un bar a su marido y amigos. Así, ella y sus hijas podían dormir y los amigos de su esposo quedarse hasta las tantas en el bar.

Ese local todavía existe. Se llama La espineta, un restaurante que mantiene su esencia, donde todavía se conserva la mesa donde se sentaban los literatos. Es la redonda, la cercana a la chimenea, donde se juntaban en invierno. Las anécdotas e historias que esconden ese lugar dan para un libro. Tomar allí algo, es respirar algo de todas esas personas que pasaron por allí y que están retratadas en sus paredes.

Un paseo espectacular

El pueblo, además, conserva en perfecto estado la casa de Barral, aquella en la que Vargas Llosa escribió estos dos libros citados. Se encuentra en pleno paseo marítimo y conserva toda la esencia de una casa de pescadores.

Así sucede también en varios puntos de estos 10 kilómetros de costa que une varios pueblos hasta llegar a Cubelles. Esas playas de agua cristalina y arena dorada, que da nombre a esta zona del litoral catalán, cada año atrae a muchos turistas que quieren alejarse de aquellos pueblos que no salen en las guías.

Un pueblo de cine

Por el paseo uno se encuentra la casa de Barral, pero también varios restaurantes donde disfrutar lo mejor de la gastronomía catalana. Desde fideuá, fricandó, tapas y todo tipo de comida son solo algunos de los platos que ofrecen la docena de restaurantes que allí se encuentran.

Los que prefieran la cultura tienen otro rincón más allá de esta casa de pescadores. A pocos metros de allí está uno de los edificios que aparecen en uno de los films iniciales del maestro de terror catalán, Jaume Balagueró. Las ruinas del sanatorio de Sant Joan de Dèu aparecen en Los sin nombre y todavía se conserva toda la fachada. 

Casa Barral

Casa Barral

Cómo es Calafell

Tras una campaña de los vecinos para no dejar perder ese lugar que fue hospicio para las personas que padecían tuberculosis a principios del siglo XX, el edifico se ha convertido en un hotel de lujo con balneario incluido. Allí, figuras del FC Barcelona se han dejado ver para disfrutar de sus instalaciones.

Otra de las sorpresas que guarda Calafell es su división en dos. Por un lado, está Calafell playa, donde se encuentra todo hasta ahora descrito. Por el otro, a 2,5 kilómetros del mar, se halla la parte conocida como Calafell pueblo. Allí se erige un monte presidido por un castillo del siglo XI y que, a pesar de su deterioro, mantiene buena parte de su estructura. 

Qué ver

Situado en una colina, casi todas sus calles presentan cuestas. Siguiendo su trazado, uno llega al casco histórico donde está el ayuntamiento. Y frente a la casa de la vila a la iglesia de la Santa Creu, una edificación del siglo XVIII de estilo neoclásico declarado bien cultural de interés nacional.

Pero si algo destaca por encima de todo, es el citado castillo. Se ve desde la misma autopista. Sus paredes exteriores todavía se conservan, así como algunas de sus torres. Una bandera catalana todavía está izada, a pesar de su cada vez más avanzado deterioro.

Castillo de Calafell

Castillo de Calafell

Unos desconocidos humedales

Por último, mencionar que Calafell cuenta con su propia vegetación autóctona, como el barrón, una planta que es imprescindible para que haya también una fauna autóctona, ya que sirve de refugio a numerosas especies costeras, como aves marinas.

Toda la zona está delimitada por un cerramiento hecho con troncos de madera de pino y cuerda. Dentro de este espacio hay también seis hábitats naturales: aguas para ictiofauna, aguas someras para fauna limícola, juncal con carriceras, dunas, pantallas de tamariscos y espacio de nidificación del chorlitejo patinegro.

Cómo llegar

Todo esto se puede ver de la manera más fácil posible. Renfe llega hasta allí. La línea R2 Sud de Rodalies conecta Barcelona con Calafell en unos 55 minutos.

En coche, la manera más fácil de llegar es por la autopista C-32 en dirección Tarragona y tomar la salida de Calafell. El viaje es de apenas 50 minutos.