Este es el rincón más bonito y escondido de la Costa Brava: un pueblo románico de menos de 900 habitantes
- Sus callejuelas de piedra, sus plazas tranquilas y sus antiguas casas de arquitectura tradicional son su principal atractivo
- Más información: El pueblo catalán rescatado por el arte: muy pocos lo conocen
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La Costa Brava es un lugar que merece ser explorado más allá de sus playas. Los castillos y fortificaciones medievales, las ruinas greco-romanas y la belleza e interés cultural de sus pueblos bien lo merecen.
Un caso claro es el de Begur. Cuando uno piensa en este municipio se le viene a la cabeza Sa Tuna, la cala de la Illa Roja y buena comida. Todo es así. En este rincón de Cataluña se come muy bien y, además, tiene unas playas preciosas que enamoran hasta a National Geographic. En cambio, pocos se adentran a descubrir algunos de sus tesoros.
Dónde está
El municipio ha sabido conservar su esencia a lo largo de los años. Dominado por el imponente Macizo de Begur, el pueblo combina a la perfección la naturaleza con un patrimonio cultural que invita a perderse por sus calles empedradas y a descubrir su historia centenaria.
Lo que no tanta gente sabe es que en su interior se oculta un rincón aún más secreto y especial. Un municipio de apenas 851 habitantes y de estilo románico con dos joyas que fascinan por sus formas, su arte y su historia. Este lugar es Esclanyà.
Un pueblo desconocido
A diferencia de otros destinos más concurridos, mantiene un ritmo de vida pausado, alejado del bullicio turístico que caracteriza a otros enclaves de la Costa Brava. De hecho, incluso muchos catalanes no saben de su existencia. En cambio, cuando lo descubren caen rendidos.
Sus callejuelas de piedra, sus plazas tranquilas y sus antiguas casas de arquitectura tradicional son su principal atractivo. Su entramado y arquitectura son el reflejo de un pasado que sigue presente en cada rincón, una invitación a dar un paso atrás en el tiempo y a disfrutar de una tranquilidad que difícilmente se encuentra en otros lugares.
Qué ver
Otro punto que le añade atractivo es el incierto origen de esta población medieval, sólo se sabe que su historia se remonta a muchos siglos atrás. Claro que se deduce por sus edificios principales.
Uno de sus mayores tesoros es la iglesia de Sant Esteve, que aparece documentada por primera vez en 1280. Esta construcción es un testimonio del románico catalán y se erige como el centro neurálgico de la aldea, aunque se especula que podría haber existido un templo anterior al que actual. En cualquier caso, su sencilla pero encantadora arquitectura invita a imaginar cómo era la vida en este rincón del Empordà hace cientos de años.
Junto a la iglesia se alza una robusta torre de defensa medieval, otro de los emblemas de Esclanyà. Esta torre, que ha resistido el paso del tiempo, es el último vestigio del castillo del pueblo, cuya primera mención documentada data de 1362.
En aquel entonces, el castillo ya formaba parte de la baronía de Begur, gobernada por la poderosa familia Cruïlles-Peratallada. Aunque el castillo como tal ha desaparecido casi por completo, la torre de planta rectangular y 13 metros de altura permanece en pie, conservando un matacán y un arco de medio punto que son fiel testimonio de sus antiguas funciones defensivas.
Evolución de Esclanyà
A lo largo de los siglos, la torre de Esclanyà y sus alrededores han experimentado diversas transformaciones. Durante el siglo XVIII, se realizaron modificaciones en la estructura de la torre para adaptarla a las necesidades de una explotación agrícola local.
Este cambio en su uso es un reflejo de la evolución del entorno rural de Esclanyà, donde el cultivo de la vid y de los olivos fue el motor económico durante mucho tiempo. Más tarde, la producción de azulejos se convirtió en la principal actividad industrial del área, dejando una huella que aún se percibe en el carácter del pueblo.
El pueblo hoy
Hoy en día, Esclanyà sigue transmitiendo de alguna manera todo este poso de historia. Ha logrado mantener su identidad y evitar la masificación turística que afecta a otras localidades costeras y así conservar su esencia que hace tan auténtico a este pueblo.
El ambiente en sus calles sigue siendo sereno y sosegado, con un aire que invita al visitante a dejarse llevar por el entorno y a disfrutar de cada detalle de este rincón oculto del Empordà. Pasear por Esclanyà es una experiencia que conecta al visitante con la esencia más pura y auténtica de la región. Y todo con aroma del Mediterráneo.
La ubicación estratégica de Esclanyà, a pocos minutos de Begur y de algunas de las calas más espectaculares de la Costa Brava, lo convierte en un destino ideal para aquellos que buscan combinar la tranquilidad del interior con la belleza del litoral.
Pero mientras que Begur atrae a visitantes con su encanto costero y su animada vida cultural, Esclanyà ofrece un remanso de paz y serenidad, un lugar perfecto para desconectar del estrés y conectar con la naturaleza y la historia. En verano o en cualquier época del año.