Es una de las más conocidas, tal vez una de las calas que en su día fue de lo más tranquila y exclusiva, pero eso hace años que pasó a la historia. Su entorno privilegiado, sus aguas cristalinas, sus casitas de pescadores y el hecho de que publicaciones de prestigio como National Geographic le dediquen artículos cada verano le ha dado una fama que ha acabado con este remanso de paz, pero no así con una extrema belleza que todavía cautiva a todo aquel que se le acerca. A pesar de toda la gente que hay.
Si uno se olvida del factor humano y se deja llevar, todo es mucho más fácil. Begur es uno de los rincones más bellos de la Costa Brava. No es tan difícil llegar como a Cadaqués, de acuerdo, pero bajar los acantilados en coche implica una serie de curvas considerables. Claro que el lugar bien lo merece.
Dónde es
Begur puede presumir de no tener ni una playa fea. Más allá de la cala protagonista de este artículo, allí se encuentra la diminuta y bella S’Eixugador, la más escondida Cala Fosca, Aiguablava, Cla Fornells y la naturista y legendaria playa de l’Illa Roja. De todas ellas se pueden decir mil cosas, aunque hay una que, a pesar de lo popular, es mejor no perderse, Sa Tuna.
En realidad esta cala es bastante pequeña de dimensiones. Mide 80 metros de largo y 25 metros de ancho, claro que queda resguardada de la virulencia del mar gracias “a un brazo de roca que la abraza”, como ensalza National Geographic.
La playa de Sa Tuna
Se puede destacar también su arena gruesa mezclada con piedras pequeñas que ayudan a no llevarse media playa cuando uno se va. Además, es prácticamente imposible, porque también dispone de duchas para sus usuarios, alquiler de hamacas y sombrillas, acceso para personas con movilidad reducida, pasarela y aparcamiento de pago, pero cercano.
Aunque claro, eso no es lo que la hace más característica. A pesar de que ya se haya turistificado, gentrificado y masificado, Begur todavía conserva su esencia. Más allá del pueblo medieval que está alejado de la costa, los pescadores cruzaron en su día las montañas de pinos, descendieron los acantilados y fueron a buscarse la vida a la playa.
Casitas de pescadores e imagen de postal
Para hacer las cosas más fáciles, los trabajadores del mar se hicieron sus casitas alrededor de la playa, en esa pequeña bahía que da forma a Sa Tuna. Estas edificaciones pequeñas, de dos pisos y algo estrechas forman parte ya del paisaje de Begur y es precisamente lo que encandila a National Geographic.
A pesar de que ya los marineros pueden venir en sus coches y ya no todos pueden permitirse vivir allí, las casitas se mantienen en pie, con sus ventanales y puertas de madera y su blanco resplandeciente. Algunas de ellas ha puesto tiendas de souvenirs, de artículos de playa o incluso dan cabida a restaurantes que los visitantes agradecen.
Por si fuera poco, el ambiente marinero se conserva con los amarres que ahora unos metros alejados de la costa. Desde el paseo marítimo que hay frente a las casas de pescadores, si uno mira al Mediterráneo observa esa imagen de postal, de unas aguas turquesas en las que flotan ordenadas pequeñas embarcaciones amarradas al fondo marino.
Y si uno mira al otro lado, observa las montañas repletas de pino, las casitas que bajan al lado de las curvas sinuosas que descienden por el acantilado. Y, al fondo, un hermoso mirador que acaba de completar un paisaje casi perfecto.
Dónde comer
Su ubicación no puede ser más estratégica. Las calles de Begur bajan hasta esta playa que queda resguardada del viento y el oleaje gracias a dos pequeñas formaciones rocosas a ambos lados. Si bien es cierto que en verano se llena de gente, el hecho de estar cerca de uno de los pueblos costeros más bonitos de la Costa Brava, hace que sus visitantes tengan al lado una amplia oferta gastronómica.
Destaca por encima de muchos, Es Furio de Fito, con sus arroces y pescado que hacen las delicias de muchos. Por otro, lado, están las brasas del Toc al mar, para aquellos que prefieran la carne. Pero hay decenas de ellos.
Qué hacer
Para los que antes o después de comer les apetezca hacer algo de actividades deportivas hay varios planes al alcance de la mano. Y no todos se pagan. Especialmente el trekking. Los paseos por el camí de ronda (tanto hacia el norte como para el sur) garantizan unas vistas espectaculares al Mediterráneo y descubrir nuevas e increíbles calas.
Quien se quiera quedar en Sa Tuna, tampoco se aburrirá. Sus aguas completamente cristalinas son perfectas para hacer snorkel o adentrarse un poco más haciendo submarinismo. Todo ello rodeado de un lugar con historia que mantiene vivo el espíritu (y las casas) de un pueblo de pescadores.
Cómo llegar
El acceso a Begur es por carretera. Se debe ir por la AP-7, tomar la salida que va a Palamós y no abandonarla nunca, ni tan sólo al llegar a la altura del municipio en el que Truman Capote escribió A sangre fría.
La C-31 sigue hasta Palafrugell y de allí a Figueres, pero no hace falta a llegar tan lejos. Antes, a la altura de Regencós, el conductor se desviará a mano derecha por la GI-653 en dirección a Begur. Una visita al pueblo, también merece la pena.
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