La guerra de Ucrania y la moral del Alcoyano
De la misma manera que contemplamos los partidos de fútbol como si fueran batallas de una guerra, en la que tras las sucesivas eliminatorias la victoria es el trofeo final –la estúpida y fea copa plateada–, así miramos la guerra como si fuera un partido de fútbol. Y después de meses y meses de noticias sobre los avances rusos en tierra de Ucrania, ahora se siente la tentación de celebrar la audaz incursión de las tropas de Ucrania en el territorio ruso alrededor de la ciudad de Kursk como si por fin “los buenos” hubieran metido un gol a los “malos”.
Esta incursión, posibilitada gracias al armamento de última generación proporcionado por las fuerzas de la OTAN al ejército de Kiev, casi exhausto tras dos años de hostilidades, ha sido la sorpresa de la semana. ¿Asistimos a un giro significativo en la trayectoria de la guerra, o a un mero episodio de resistencia del pundonoroso Alcoyano, que perdía por 12 a 0 y pedía prórroga? A la espera de los análisis en As, Marca y Mundo Deportivo, reseñamos aquí lo que dicen otros periódicos no menos distinguidos de la prensa internacional, empezando por la edición de ayer de The New York Times, que relativiza la importancia del sorprendente y exitoso contrataque:
“Si bien las tropas ucranianas pueden mantener sus ganancias de terreno en la región de Kursk, en el oeste de Rusia, incluso una semana después del inicio del ataque sorpresa, el ejército ucraniano está perdiendo terreno simultáneamente en la región de Donbás. El liderazgo en Kiev bajo el presidente Volodímir Zelenski está particularmente amenazado por la pérdida de la importante ciudad logística de Pokrovsk”. “Mientras políticos, periodistas y blogueros militares de todo el mundo sólo miran a Kursk, los soldados rusos avanzan hacia el oeste a lo largo del frente de Donbás, de más de 1.000 kilómetros de largo. En los últimos días, el Estado Mayor ucraniano informó de intensos combates: los puntos críticos fueron las aldeas de Jródivka y Zhelanne, situadas a unos 20 kilómetros al este de Pokrovsk”.
“Las tropas rusas llevan varios meses intentando capturar esta ciudad de tamaño mediano del Donbás. Según funcionarios militares ucranianos, los ataques rusos han aumentado significativamente, especialmente desde principios de semana. Pokrovsk es el centro administrativo de la región homónima y un importante centro de comunicaciones y transporte en el Donbás oriental de Ucrania”.
El Kommersant, el diario de las élites rusas, enfocado sobre todo a la economía y los negocios, coincide en este análisis: el avance ucraniano es arriesgado y Moscú tiene las de ganar a largo plazo, escribe el comentarista Maxim Yusin: “Los analistas militares occidentales sugieren que la situación no debe considerarse en el contexto de las emociones, la exageración y las relaciones públicas, sino globalmente. En este caso está claro que Kiev ha dado un paso muy arriesgado. ... Por definición, las fuerzas ucranianas no pueden penetrar profundamente en territorio ruso: tarde o temprano, el frente se estabilizará. Y a partir de ese momento, Moscú, que tiene muchos más recursos humanos y mucha más potencia de fuego, empezará a beneficiarse de la situación”.
Desde la trinchera de enfrente, desde Kiev, el partido se ve de otra manera, como es previsible. El diario NV informaba ayer de que el ejército ucranio ha hecho 100 prisioneros rusos más y sigue avanzando por la región de Kursk, y aventura que este golpe de efecto está minando la confianza de Putin en su propio ejército: “Vladímir Putin ya no confía ni en el Estado Mayor ruso ni en el Ministerio de Defensa. ... El anuncio de una supuesta operación antiterrorista en la región de Kursk y en las regiones vecinas de Briansk y Bélgorod dejó muy claro que los militares habían caído en desgracia. ¿Qué significa esto? Que el control de las tropas se está transfiriendo, por así decirlo, del ejército, de los militares, al servicio de inteligencia ruso, el FSB. ¿Por qué el FSB? Porque el propio Vladímir Putin procede de esta estructura. Los oficiales del FSB son los únicos representantes de las fuerzas de seguridad en los que confía casi plenamente”.
Algunos analistas llevan su optimismo sobre el desarrollo de los acontecimientos a extremos poco plausibles, como el generalmente bien informado columnista Murat Sururi Özbülbül, que en el influyente medio turco –inconformista con el Gobierno de Erdogan– Yeniçağ especula con la posibilidad de que los días de Putin en el poder podrían estar contados: “Creo que el ejército ruso ya no obedece a Putin y se está preparando para un levantamiento. Si esto es cierto y se llega a tal enfrentamiento, Putin no sólo perderá las zonas que ha ocupado, también perderá el poder y, por tanto, su vida en un futuro próximo. Para el resto del mundo es claramente crucial si esto llevaría a la guerra o no –y si un nuevo Gobierno en Rusia seguiría el mismo camino que Putin–. La caída de Putin y, sobre todo, la democratización de Rusia, cambiarían radicalmente el equilibrio de poder en el mundo –y especialmente en Oriente Medio–”.
Finalmente, citaremos a la prestigiosa Gazeta Wyborcza de Varsovia, que advierte de que la rabia de Putin ante un revés tan inesperado y grave no quedará sin una respuesta brutal: “Moscú está preparando sin duda su típica reacción a las derrotas militares, a saber, disparar indiscriminadamente contra el territorio ucraniano, incluidos los objetivos civiles, con todo lo que tenga a su disposición. ... Putin tampoco dudará esta vez. Necesita salvar la cara después de este bochorno. Como señaló acertadamente el miembro de la oposición Leonid Gozman: 'Un zar que no puede defender su territorio no puede seguir siendo zar'”.