Un día más en la oficina con Puigdemont en el candelero. El prófugo está empeñado en reventar un eventual acuerdo entre ERC y el PSC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Es la versión perro del hortelano del líder "moral" de Junts. Ya saben, el can que ni come ni deja comer. Y como los números no le dan para ser investido él, pues no le queda otra que torpedear por tierra, mar y aire la composición de un nuevo Govern para Cataluña.
Esa es la estrategia, no hay más. O él o el diluvio. Puestos a elegir, el diluvio puede ser una buena opción. Sobre todo si se compara con aquellos meses en los que Puigdemont ejerció de presidente. No hay más que recordar que el Govern no pintaba nada, que las decisiones las tomaba un Estado Mayor (Madí, Mas, Vendrell, Oriol Soler, los Jordis) al que no había votado nadie y que Puigdemont mostraba una debilidad extrema cada vez que Marta Rovira levantaba una ceja.
Ahora amenaza con volver, desafía a los jueces y reta al Gobierno a impedir que le detengan porque, asegura, sería cometer un delito. Con Puigdemont llega un momento en el que hay que reírse. Cometer un delito, dice el hombre de Amer. Vaya, vaya, qué cosas. Total que Puigdemont montó ayer un mitin en el sur de Francia para decir que vuelve, que regresa y que le detengan si tienen lo que hay que tener esos de la toga nostra, ocurrencia que explota nuestro hombre sin desmayo.
De modo que si hay investidura y Puigdemont cumple su palabra, nos espera un agosto movidito, en la línea, por otra parte, de los agostos de los últimos años. Qué lejos quedan aquellos felices tiempos del monstruo del lago Ness y las apariciones marianas en recónditos parajes del solar ibérico, que eran las únicas noticias que había para rellenar los periódicos.
"Puigdemont juega su carta más arriesgada para dinamitar la investidura de Illa", titula Crónica Global al respecto de las peripecias del prófugo. En el sumario se detalla que "El expresidente de la Generalitat se expone a ser detenido en su vuelta a Cataluña solo para complicarle al PSC el apoyo de ERC; así, apuesta por el "ahora o nunca" de los más afines y declara la guerra al preacuerdo, que es inminente". La pieza es de David Expósito J. y arranca así: "Finalmente, se impone el ahora o nunca de los más afines al fugado. Carles Puigdemont volverá a Cataluña seis años y nueve meses después, siempre y cuando cumpla con su compromiso. El mismo que ha reafirmado este sábado frente a más de 2.000 acólitos, que se han desplazado hasta el sur de Francia --una vez más desde la campaña electoral del 12M-- para ver al expresident en acción; este les ha regalado el anuncio que esperaban. La sesión de investidura de Salvador Illa contará con el líder de Junts como espectador, por lo que cruzará la frontera española y volverá a pisar el país a principios de agosto. Ello a pesar de la orden nacional de detención que aún mantiene sobre él el juez instructor del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, que se resiste a aplicarle la Ley de Amnistía. Sobre él, no se ha ahorrado improperios, hasta el punto de compararlo con Antonio Tejero. "Solo un golpe de Estado podrá impedir que yo esté en el Parlament", ha dicho sobre su eventual arresto".
Continúa el texto: "Es así cómo Puigdemont ha decidido ir con todo --también contra la evidente desmovilización del secesionismo-- y jugar su carta más arriesgada para intentar dinamitar las opciones del primer candidato no independentista a president desde el procés. El mismo que ganó de forma incontestable las elecciones autonómicas y que se sirve de las negociaciones en curso con Esquerra Republicana (ERC) para rozar el despacho que el organizador del referéndum ilegal del 1-O ocupó hasta otoño de 2017. El entorno más hooligan sueña con una detención del neoconvergente en la Cámara catalana que lo ponga todo patas arriba, aunque para ello ya bastaría si sucediera fuera del Parc de la Ciutadella. A los republicanos se les haría cuesta arriba mantener su apoyo al líder del Partit dels Socialistes (PSC), el mismo que censuró los indultos y la amnistía previo a la aprobación de ambas medidas de gracia, presentadas como los mayores éxitos del independentismo de los últimos años".
En El Confidencial afirman que "Pedro Sánchez ignora el órdago de Puigdemont y prioriza el Govern a la estabilidad en Madrid". El subtítulo sirve para insistir en que "El líder de Junts amenaza con volver y dejarse apresar para reventar el acuerdo del PSC con ERC" y que "Los republicanos tensaron el viernes la cuerda, pero Moncloa confía en que el pacto sea 'inminente' y ayude en el trance del juez Peinado". El texto es de Itziar Reyero y esto es lo que podemos leer: "Nada como un micrófono abierto para auscultar el latido real de la Moncloa. Martes por la tarde en el patio del Congreso de los Diputados. Cariacontecido, el ministro Ernest Urtasun transmite su estupor al diputado de ERC Francesc-Marc Álvaro. "Nos hemos quedado de piedra. Es una hostia al Gobierno", comenta el titular de Sumar. Junts acaba de asestarles una estocada donde más duele, los Presupuestos de 2025, cuya tramitación queda paralizada. Moncloa se esfuerza por transmitir calma donde hay frustración. La mayoría de investidura no carbura. Y Carles Puigdemont amenaza la legislatura. Si Salvador Illa es investido presidente de la Generalitat, Pedro Sánchez sufrirá".
Pero a todas estas, mucho ojo. El oso no está cazado y La Vanguardia avisa: "Las negociaciones entre ERC y el Gobierno central se encallan". El texto es de Jaume V. Aroca: "Las conversaciones del Gobierno central y ERC para alcanzar un acuerdo que haga posible la investidura de Salvador Illa en las próximas semanas están encalladas según reconocen fuentes que están al corriente de los contactos que mantienen, de un lado, la dirección interina de ERC –liderada por Marta Rovira– y del otro, representantes del PSC pero también del Gobierno central cuyo concurso para alcanzar un pacto resulta imprescindible. Estas mismas fuentes aseguran que ha habido avances sustantivos en algunas materias incluidas por Esquerra en la negociación pero reconocen que hay ciertas demandas que resulta complicado asumir para el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez. Las dificultades por las que atraviesan las conversaciones añaden incertidumbre al desenlace de un acuerdo que debería ser ratificado por la dirección de Esquerra Republicana mañana lunes con el objeto de dar cumplimiento al calendario que ERC se impuso e impuso a sus interlocutores hace algunas semanas: o hay un pacto a finales de este mes o se levantarán de la mesa".
Sigue la pieza: "La dirección de Esquerra ha de trasladar a las bases el pacto para que pueda ser ratificado. Inicialmente la consulta estaba prevista para el día 1 de agosto, el próximo jueves, pero por el momento esta convocatoria todavía está en el aire. Las fuentes que están al corriente de las negociaciones no han querido precisar por ahora en qué punto están encalladas pero no es arriesgado sostener que el acuerdo sobre el futuro modelo de financiación –del que ya informaba La Vanguardia el pasado jueves– es uno de los puntos que puede provocar mayor controversia. En él está directamente implicado el Gobierno central. La posición del PSC en este punto es conocida. Los socialistas defienden que un consorcio compartido con el Gobierno central, en el que la Generalitat podría tener una posición mayoritaria, para recaudar los impuestos que pagan los catalanes y, en particular, el Impuesto sobre la Renta de las Persona Físicas. El debate –con enormes complejidades no solo políticas sino, sobre todo, técnicas– estaría en qué otros impuestos quedarían bajo la tutela de este nuevo organismo recaudador, en cómo se gestionarían, con qué calendario se podría aplicar y, finalmente, y quizás más importante, qué garantías ofrece el Gobierno central para la aplicación efectiva de este acuerdo".
En El País insisten en señalar esos escollos para la investidura de Illa. "El cobro de los impuestos, llave para investir a Illa" se titula la crónica que traza Carlos E. Cué y en la que escribe: "Si la investidura de Pedro Sánchez en 2023 parecía imposible, la de Salvador Illa en 2024 no está siendo más sencilla. Entonces, el PSOE tuvo que ceder mucho y aceptar una amnistía para el procés que siempre había rechazado. Ahora, los socialistas de nuevo están dispuestos a conceder algo que los políticos catalanes llevan soñando muchos años pero jamás se había materializado en democracia: que la Generalitat pueda cobrar impuestos que son titularidad del Estado y no están cedidos a esta comunidad, al menos una parte de ellos".
Continúa la pieza: "No sería un concierto como el vasco -allí las diputaciones cobran y gestionan todos los tributos y luego dan una parte del dinero al Estado en concepto de distintos gastos comunes-, que el PSOE ha rechazado de plano, y habrá que ver en qué se materializa y cómo: qué impuestos, qué porcentaje, qué límites hay para gastarlo, como se gestiona el cobro y el gasto. Pero diversas fuentes cercanas a la negociación coinciden en que en las últimas semanas sí se ha aceptado el principio político que exigía ERC, lo que ellos llaman 'soberanía fiscal', esto es, que la Generalitat pueda cobrar una parte de los tributos, en especial el IRPF, el más importante".
Sin salir del diario del grupo Prisa, el editorial es una arremetida contra Puigdemont. En algunos pasajes da la impresión de que el editorialista se haya caído súbitamente del guindo: "Poco parece importarle al líder de Junts que Cataluña se encuentre en situación de interinidad desde hace tres meses, situación que podría prolongarse hasta entrado 2025 si hay que volver a las urnas, como parece desear él. Tampoco le importó dejar en minoría al Govern de Pere Aragonès, ni alargar el trámite de la ley de amnistía, rechazar en el Congreso los objetivos de déficit o votar con PP y Vox contra la reforma de la ley de extranjería y el reparto solidario de menores migrantes. A nadie se le oculta que es su forma de subrayar el peso de sus siete diputados nacionales en la aprobación o rechazo de las iniciativas del Gobierno de Pedro Sánchez".
Y: "Puigdemont invoca retóricamente los intereses de Cataluña, pero lo que hace con sus actos es perjudicar a los catalanes al perpetuar la inestabilidad, además de fragilizar al Ejecutivo que ha promovido la amnistía y de obtener —se necesitan mutuamente— las irónicas sonrisas de complicidad de la derecha. Junts es, pese al radicalismo disruptivo de Puigdemont, una formación conservadora que, sobre todo, combate a Esquerra por la hegemonía soberanista mientras llama a reconstruir una unidad que él mismo rompió al dejar solos a los republicanos en la Generalitat".
De vuelta a La Vanguardia, su director, Jordi Juan, analiza los complejos de ERC en relación a Junts: "Si Puigdemont viene a Catalunya, será detenido y puesto a disposición judicial, a pesar de la ley de Amnistía aprobada por esos españolazos del PSOE a los que tanto critica. Lo será por la voluntad de los jueces del Tribunal Supremo que se han negado a aplicar esa norma. Si lo hace, el líder de Junts será incoherente con el discurso que ha hecho durante estos casi siete años en los que ha defendido que tenía que salvaguardar la figura del presidente de la Generalitat y evitar su reclusión en una cárcel española. Se ha vanagloriado de ello en muchas entrevistas, pero ahora está dispuesto a ir a la cárcel únicamente para influir en el ánimo de los militantes de Esquerra que tienen que ratificar este próximo jueves el preacuerdo entre PSC y ERC, en caso de que logren llegar a un consenso".
Y: "La dirección de Junts está convencida de que, si Puigdemont es detenido, las bases de ERC no apoyarán ningún pacto con el PSC. Y seguramente tienen razón porque históricamente el acomplejamiento de los republicanos hacia CiU, años ha, y ahora en relación con Junts, es digno de una tesis doctoral que no cabe en este artículo. Solo en esta legislatura, llama la atención que los mismos que los han dejado tirados en el Govern les prometen ahora que les harán sitio en el próximo ejecutivo si van a nuevas elecciones, y parece que se lo creen".
También Arcadi Espada dedica su texto dominical en El Mundo al caso del prófugo: "Puigdemont no puso fecha a la materialización de sus planes por una razón obvia. Confía en que, por sí misma, la amenazante enunciación del retorno haga desistir a Esquerra de investir a Illa. Si no hay sesión de investidura, continuará en el exilio hasta que el Tribunal Constitucional se pronuncie -favorablemente, como él espera- sobre la aplicación de la amnistía a sus presuntos delitos. La repetición electoral a la que conduciría el fracaso de la investidura podría coincidir con la resolución definitiva del Alto Tribunal y así se cumpliría sin obstáculos lo que él aseguró ayer: que no hará ninguna otra campaña electoral desde el extranjero. En la hipótesis de esa repetición, el líder de Junts quiere ofrecer de nuevo a Esquerra una lista conjunta que pueda devolver la mayoría independentista al Parlamento catalán".
Y: "Los próximos días son clave en la evolución de la política catalana. Todo muy superestructural, por cierto: hace demasiado calor para tsunamis. Esquerra debe decidir si deja en manos de Junts la representación exclusiva del independentismo y emprende el incierto camino de asegurarse la hegemonía en el ámbito más amplio del nacionalismo. El pacto con Illa le daría un beneficio apreciable y es la liquidación de su principal rival político, dado que Puigdemont ha dicho que no volverá a ser candidato si es otro el presidente. Pero hacerlo con el presidente destituido por el 155 en la cárcel -esa cárcel es perfectamente interpretable como el acto final de la respuesta que el Estado, incluido entonces el Partido Socialista, dio al intento de sedición- supera, probablemente, la capacidad de resistencia política y hasta psicológica de los dirigentes de Esquerra".
Se avecinan días convulsos en medio de la inclemente solanera.
28 de julio, santoral: Víctor I papa, Acacio de Mileto, Botvido de Suecia, Cameliano de Troyes, Eustacio de Ancira, Melchor García Sampedro, Pedro Poveda Castroverde, Sansón de Dol y beata Alfonsa de la Inmaculada Concepción Muttathupadathu.