Manel Bosch (Barcelona, 1977) escribe a borbotones, y su verso es parejo a un puñetazo en el estómago. El policía de profesión y vocación, uno de los primeros en llegar a la escena del atentado yihadista del 17A en Barcelona, ha publicado el devastador Tu Soldado (Autoedición). Novela que narra sus vivencias de 20 años en la Unidad de Suport Diürn (USD) de la Guardia Urbana de Barcelona (GUB). 

A las puertas del séptimo aniversario de la matanza islamista de Las Ramblas, recibe a Crónica Global en la calle más conocida de la capital catalana. 

-¿Quién es Manel Bosch?
Un guardia urbano de Barcelona. Llevo desde 2005 en la USD, donde trabajamos fines de semana y festivos. 
-Qué hacen en la USD?
-De todo: seguridad ciudadana, vial, conciertos, manifestaciones, civismo, controles de alcoholemia o drogas... Somos un refuerzo para otros distritos en momentos puntuales. 
¿Quién es Manel Bosch? Un agente de la Guardia Urbana que ahora es delegado sindical de CSIF. Llegué al sindicalismo después de todo lo que pasó: tenía el convencimiento de que debía trabajar para mejorar las condiciones en las que trabajamos. 

Manel Bosch para Crónica Global. SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

¿Por qué un policía escribe un libro?
Porque la deriva que llevamos como sociedad es muy preocupante. Y frente a la misma, respondemos como sociedad desde el conformismo. Yo propongo que la gente abra los ojos. Fíjate que en el libro hablo del atentado del 17A, sí, pero también de otras intervenciones: violencia de género o peleas con armas blancas. Mezclo retales de realidad y de ficción, ciudadanos que existen y personajes ficticios.  
¿Se ve a la policía desde dentro?
Sí, como son los procedimientos operativos y organizativos; cómo son las actuaciones. Inicialmente, dirigí el libro a los policías aspirantes, los candidatos a la escuela de policía. 
Pero cambió. 
Sí, y ahora hablo al público general, para que despierte. Hablo de burundanga, la famosa burundanga, que existe, sí; La sociedad tiene que ser consciente de que eso existe, pasa. Y tenemos que estar alerta como sociedad. 
Deberíamos vivir en alerta?
El ciudadano debe ser consciente de que la deriva que llevamos no es la correcta. Hay que implicarse, no ser conformista. En una gran ciudad, pasan cosas, y la ciudadanía tiene que tomar consciencia de lo que ocurre en una gran ciudad. 
¿Usted es una victima del 17A?
No me considero como tal. Pero han pasado siete años desde el ataque terrorista, y no me quito el atentado de la cabeza. En ese sentido sí, las víctimas se acuerdan del atentado cada día. Y mientras, la sociedad y los responsables políticos, me da igual el partido, se han acomodado,. ¿Qué han hecho para que no se repita?
¿A qué se refiere?
Las administraciones deberían haber actuado. Cabe recordar que en 2016 se emite una recomendación en Barcelona para colocar bolardos en Las Ramblas. Solo se pusieron a posteriori, como con temeridad sobre el rédito político. Quizá los políticos, y me dirijo a todos, me da igual el partido, deberían escuchar a los expertos y actuar sobre la base de las recomendaciones de éstos. 
Usted tiene la sensación de que cumple, pero que no le acompañan las administraciones. 
Yo soy policía. Sabía dónde me metía. El 17A podía haber muerto: cuando la gente empieza a correr Rambla arriba, yo y otro compañero corremos Rambla abajo, con el seguro de la pistola quitado. Y paramos entre Pintor Fortuny y Carme solo porque hay un bebé en el suelo. 
Y sabíamos que si los terroristas seguían golpeando --no sabíamos si llevaban ametralladoras AK-47--, el bebé, que es el más vulnerable, sería el primero en morir. Así que le socorrimos. Y hasta que no estuvo seguro con su padre, que estaba al lado con tibia y peroné roto, no seguí a los compañeros a La Boquería para seguir al terrorista. 
Usted narra el atentado en detalle?
El libro empieza a las 16.50 horas del 17 de agosto de 2017. Todo lo que hay en ese capítulo y los dos siguientes es real. La Guardia Urbana lo ha cotejado. Eso sí, no doy detalles de comisarías; o si los doy, son datos falsos para no comprometer la seguridad de los compañeros. 
Usted escribe desde la rabia. 
Que nos entiendan: la sociedad debe saber que tenemos familias. Y que no tenemos reparo en correr en dirección contraria a la de la gente, pero tenemos que tener los medios adecuados. 
Hay que seguir los consejos de los expertos: y en este caso no siempre pasa. No hay que dar facilidades a los terroristas. 
En siete años, ¿qué ha cambiado?
Déjame responderte como delegado sindical. Un policía siempre, repito, siempre, deber actuar desde la proporcionalidad. Si nos viene una persona navaja en mano, utilizar el arma reglamentaria es proporcional. Pero, ¿y si viene con una ametralladora AK-47? No puedo dialogar con él. Deme los medios para abordar esa situación. 

Manel Bosch (i), en la portada de 'The Daily Mail' británico Cedida

España lleva desde 2015 en alerta terrorista nivel cuatro. 
Eso no puede ser. Es una tensión constante para los policías. No se refleja en la ciudadanía, pero las alarmas son constantes. Y el ciudadano no se entera. Estamos en manos de policías excelentes que hacen una labor encomiable. 
Y hay otro argumento: ¿qué ha hecho la administración para mitigar ese riesgo? Los policías tenemos formación y medios, como subfusiles, por si los terroristas atacan con ametralladoras? 
El 17A puede volver pasar, y puede afectarle a cualquiera. A ti, a él. Hay que poner medios. Y pasa lo mismo con las drogas, o los violadores, o la violencia de género. 
¿Ve dejación de funciones?
Las muertes por violencia de género fueron 58 en España en 2023. Pero el dato es peor cuando se ve que hay 15 víctimas que habían denunciado antes. ¡Esto no puede ser! Estas mujeres reunieron el valor necesario para denunciar a sus parejas, alertaron de que las estaban maltratando. Pese a ello, la administración las abandonó y acabaron muriendo a manos de los denunciados. 
Creo que esto contrasta con algunos presupuestos, como el del Ministerio de Igualdad, que se ha multiplicado por diez. ¿Llega ese presupuesto a la base?
La USD patrulla por Ciutat Vella, un distrito 'caliente'
Donde hay muchos fenómenos, como la prostitución en plena calle. En la novela mezclo personajes reales con ficticios. Uno de los que no es espurio es un psiquiatra muy reconocido, le llamo M., que me ha asesorado para reflejar una entrevista psicológica sobre el trauma. 
(...)
El lector, pues, verá cómo trabajamos desde dentro. Yo estoy dentro del organigrama, puedo relatar cómo trabajamos. A veces, cuando veo novelas de policías o veo thrillers en televisión, detecto muchas imprecisiones, cosas directamente inventadas. Aquí, el lector no las encontrará: soy riguroso. 

Agentes de la UREP en el control de un botellón en Barcelona Cedida / Agencias

Siete años después, usted ha olvidado el atentado del 17A?
Siete años después, aún huelo la sangre en el suelo. Los ruidos. Los gritos de la gente agonizando. La visión de una mujer con tales heridas que sabía que no podría vivir. Tenía las llamadas lesiones incompatibles con la vida
De la primera gente que llegó fue un sanitario del SEM que puso pegatinas a la gente. Y yo me preguntaba qué hacía. Pues bien, colocaba pegatinas a los que se podían salvar y a los que no. Hacía un triage médico in situ. 
¿Qué me queda siete años después? Rabia, impotencia. Porque aquí no pasa nada, todo sigue igual. Fíjate que tengo la vida soñada por mí mismo: tengo mi mujer, mis hijos de 16 y 14 años y una casa con piscina: es todo lo que quería cuando era pequeño. 
Pero, por otro lado, veo que mi hija tiene que hacer el triple de esfuerzo para conseguir la mitad de lo que yo tengo. 
En la novela participa otra gente. 
El fotógrafo David Armengou y el dibujante Josep Miramunt, que ha aportado un dibujo y la frase: Aquell dia, Barcelona y la Font de Canaletes van plorar sang (Ese día, Barcelona y la fuente de Canaletes lloraron sangre). Es una frase que dijeron los terroristas en la casa de Alcanar: Váis a llorar sangre, dijo uno de ellos. Es lo que pasó. Y no nos lo podemos permitir. 
Lo que quiero transmitir es que ese día sufrió todo el mundo, toda la ciudad. Hay que tenerlo en cuenta: estamos en un buen momento social, pues hay que preservar eso, y no dedicarse a calcular el riesgo político. ¿Que los expertos dicen que hay que minimizar ciertos riesgos? Hagámoslo, escuchémosles. Porque yo soy policía y no dudaré en saltar sobre un hombre armado si entra en este bar en el que estamos en este momento haciendo la entrevista. Mira, instintivamente, donde me senté. 
¿De cara a la puerta?
En efecto, de cara a la puerta del bar. Es inconsciente: lo hacemos porque somos profesionales. Tú no te das cuenta, pero veo si pasa el camarero, si no pasa, quién entra y quién sale, les analizo, me conecto a aquella conversación o la otra. Es deformación profesional: si eres policía, estás en alerta constante y entonces responde tu entrenamiento y formación. 
Esa inquietud, ¿es asumible?
En absoluto, no lo es. 

Agentes de la Guardia Urbana, en La Boquería momentos después del atentado del 17A Cedida / Agencias

Al principio, usted pensó el libro para personas que querían ser policías. 
Sí, y hay que tener muy claro que quien solo quiera ser funcionario, no debería ser policía. Hay que tener muy claras las limitaciones de cada uno. Porque ves cosas que no son nada agradables. Fíjate en el intento de asesinato de Donald Trump. En una situación de tensión, sale lo mejor de ti. Si cuando estás protegiendo a una personalidad aparece un tirador y te parapetas detrás de tu protegido, algo va mal. No estás siendo profesional. 
El 17A, yo y mi compañero bajamos corriendo en dirección contraria a la de la gente. Otros compañeros de UREP bajaron también aquel día. 
Cómo cree que han vivido los atentados las víctimas civiles?
Yo no soy una víctima. O indirecta, en todo caso. Pero de un hecho así no te recuperas. Yo lo tengo grabado a fuego, y eso que estaba trabajando: salió mi lado profesional. 
Cuando trabajas, no puedes implicarte emocionalmente: solo ves a gente a la que salvar. En un caso que relato en un libro, explico una agresión machista en la que un hombre propina 17 puñaladas a una mujer en el Raval. Un caso real. Pues bien, gracias a la colaboración ciudadana --un vecino pegó un puñetazo al agresor--, le pudimos detener y salvar a la víctima. 
Cuando llegó el juicio, dos años después, la víctima venía con su vida reconstruida y embarazada. Eso sí llegó, fue mágico, porque dices: no solo he salvado a una persona, sino que esta persona ha reecho su vida. 
A menudo dicen que ustedes, la Guardia Urbana, son los primeros en llegar. 
Es así. Somos los más cercanos al territorio. Como en el homicidio de San Juan en la Barceloneta: la detención del agresor con cuchillo fue nuestra. Y esto me da pie a que si somos los primeros en llegar, nos tienen que dar medios para poder trabajar. 
En esta novela usted dice que va a la vida de las personas. 
Sí, va dedicada a vivir. A la base de la sociedad, que es vivir. Piensa que nosotros nos encontramos a muertes en vía pública, agresiones muy fuertes, amputaciones...Y después el atentado. Esto es difícil

Manel Bosch (d), en la portada de 'The Daily Telegraph' tras el 17A Cedida

¿Hay compañeros que hayan dejado Guardia Urbana tras el atentado del 17A?
No me consta. Sí que los hay que han cambiado de unidad. O han pedido excedencias. Hay compañeros con problemas ambientales, o una separación. 
Piensa que es difícil explicarle tu trabajo a las familias. Yo tengo la suerte de que soy extravertido y transmito mis sentimientos. Pero familias que no entienden nuestra profesión. O compañeros que se callan. Y callárselo no es bueno: petarás por drogas, alcohol o discusiones familiares. 
¿Perjudica a la policía su imagen dura?
Sin duda, el ser un cuerpo recio, con disciplina militar. A veces, parece que todos tengamos  que ser muy machos. Pero en el fondo somos personas que hemos elegido una profesión de servicio público. 
Vamos al gimnasio? Sí, para tener capacidad de respuesta en la calle. Hay compañeros que son pollo con arroz --adictos al gimnasio--? Sí, pero son personas normales y responden bien en la calle. Porque en la calle o te anticipas o te la llevas. Y ya nos hemos llevado unas cuantas. 
Guardia Urbana ha superado el 'caso Rosa Peral'?
La imagen de la GUB estuvo muy afectada por eso. Tengo muchas quejas de esa época. Mucha gente no entendió por qué los superiores no nos dieron más apoyo institucional. Soy delegado sindical, y muchos compañeros venían y me decían: Por qué no salen los mandos a desmentir? --Rosa Peral y Albert López-- fueron dos garbanzos negros en una olla enorme, y su crimen no tuvo nada que ver con su profesión: fue fuera de ella. 
Se echó de menos más apoyo institucional a los agentes de la Guardia Urbana. 
Lo que quiero reflejar en el libro no es ninguna proeza: es que los 3.300 hombres y mujeres de la Guardia Urbana habrían hecho lo mismo que yo el 17 de agosto de 2017: bajar corriendo a lo que fuera Ramblas abajo, incluso dispuesto a morir. Por suerte, no fue así, y el terrorista se escapó por La Boquería. Pero los que bajamos no sabíamos qué nos encontraríamos. 
-En casi 20 años de servicio, ¿cómo ha cambiado Barcelona?
Como ciudadano, la veo que la hemos dejado. Llevábamos una dinámica muy positiva, de crecimiento, un referente a nivel europeo. Estábamos igualando a Madrid, por encima en algunos aspectos, como el turismo. 
Creo --y ahora hablo como delegado sindical-- que los políticos, de todos los colores, no han sabido aprovechar el potencial de Barcelona. En seguridad, en limpieza, en medios, en cultura... Hay una dejadez. Como esto va solo, no hago nada. 
Es como un restaurante de referencia: si no lo cuidas y te dejas llevar, perderá, no será el mismo. Lo que tenemos ahora es lo residual de lo que tuvimos. 
La dejadez a nivel político nos ha perjudicado, y te pongo un ejemplo: los manteros. Sin criminalizarlos: ellos saben que nosotros tenemos que requisarles el género al ser una actividad ilícita. En 2012, era inviable que los vendedores ambulantes estuvieran tranquilos en la vía pública. Ejercíamos presión, ya que era una actividad ilegal. Ellos lo sabían y nos respetaban. 
En 2015, llegó un partido, me da igual cuál, y eso cambió. Se acabó la presión policial. Y pasó que a ese problema social que es la venta ambulante, que tiene causas sociales, ni se le aplicaron remedios sociales ni los policiales: si tú necesitas 20 euros para alimentar a sus hijos y no tienes nada, si tienes que vender, venderás. Si tienes que robar, robarás.
Con la venta ambulante, normalizamos que los chicos se coloquen en filas y vendan con total libertad, con todo el respeto para ellos. Pero no siempre era así. Antes, lo normal era que la Guardia Urbana actuara. Pero ya no.