Òmnium Cultural, una vida al servicio del poder
Los fundadores de la entidad progresaron a la sombra de Franco y su labor a favor de la lengua y cultura catalana no siempre estuvo vinculada a la lucha por la democracia
1 abril, 2019 00:00Òmnium Cultural ha sido en los últimos años una pieza clave en el procés secesionista promovido por los sucesivos Gobiernos de la Generalitat. La entidad presidida por Jordi Cuixart --en prisión preventiva desde hace más de un año-- ha sabido adaptarse a los tiempos: su catalanismo de origen ha dado paso a su actual apuesta por la independencia de Cataluña. Una evolución que, casi siempre, ha contado con la connivencia del poder.
La entidad, cofundada por empresarios como Lluis Carulla, Joan Baptista Cendrós o Fèlix Millet i Maristany, tenía como finalidad promocionar la lengua y cultura catalanas. Carulla, Cendrós y Millet fueron tres hombres de negocio de prestigio internacional y, al mismo tiempo, con un firme compromiso con la difusión de la cultura catalana. Su apuesta por el catalanismo, no obstante, no estuvo vinculada a la lucha democrática, y algunos de estos empresarios colaboraron con el dictador Francisco Franco más que con la oposición republicana.
Pacto de silencio
Según el periodista Genís Sinca, autor de El cavaller Floïd, una biografía sobre Cendrós --abuelo de David Madí, exjefe de estrategia de CDC-- “fueron perseguidos por su catolicismo por los anarquistas”, pero también “por el franquismo, por ser catalanes”. Y es que poco tiempo después de su alumbramiento en 1961, el comisario de la Sexta Brigada Regional de Investigación Social, capitaneados por el temible comisario Creix y ordenada por el gobernador civil de Barcelona, Antonio Ibáñez Freire, se presentaban en la sede de la entidad para iniciar un registro y clausurarla. En ese momento, el catalán no era considerado una lengua oficial del Estado.
Sin embargo, una vez finalizado el registro de dos horas, el comisario Creix se desplazó hacia el domicilio de Joan Baptista Cendrós, cofundador de Òmnium, para modificar el acta de la operación policial. Esta intervención de las fuerzas de seguridad nunca se publicó en los medios controlados por la dictadura y, según los historiadores, respondió a un pacto de silencio entre los dirigentes de Òmnium y las élites franquistas de la ciudad para evitar la liquidación de la entidad. Los miembros de Òmnium eran personalidades catalanas muy relevantes de la vida académica, empresarial y política que no eran sospechosos de simpatizar con la oposición comunista. Más bien al contrario, empresarios que habían progresado con la dictadura franquista y que colaboraron de alguna forma u otra con el régimen, aunque fuera solo en apariencia.
Catalanes de orden
Cendrós era el propietario de Floïd, la conocida marca de cosméticos para hombre que exportaba en Estados Unidos. Según Sinca, fue “un antifranquista recalcitrante”, aunque esto tampoco le convertía en demócrata. En el libro Tarradellas, el guardià de la memoria, extraída de las memorias del empresario Manuel Ortínez Mur, explica cómo Cendrós se definía como fascista: “Yo soy un fascista catalán, un nazi catalán, y no acepto nada de España y pienso que todo lo que se haga por matar a los castellanos es bueno”.
Otros, como Millet --padre del expresidente de la fundación del Palau de la Música Catalana condenado por apropiación indebida en el llamado Caso Palau-- tuvieron una “conversión” del franquismo al catalanismo conservador. Antes de ser el primer presidente de Òmnium, Millet fue uno de los que cruzaron el Ebro hasta Burgos para ponerse al servicio de Franco en plena Guerra Civil. Otros, como Josep Maria Coll i Majó, promotor de la entidad y miembro de la Junta de la Delegación Comarcal del Vallès Oriental, fue alcalde franquista de Sant Celoni de 1959 a 1966.
Carulla, fue el creador de los condimentos de caldo Gallina Blanca en 1937, antes llamados Gallina d´Or, que tuvieron gran éxito y fueron la base de un posterior imperio comercial. En 1965 cambió el nombre de su empresa por Agrolimen, que se convirtió en exportadora. Carulla también fue un mecenas de la cultura catalana y quien revitalizó el Orfeó Català.
Catalanismo y catolicismo
La apertura económica de la dictadura dio paso a una mayor tolerancia hacia este catalanismo folclórico que representaba Òmnium. La entidad presidida por Millet se legaliza en 1967 --después de un periodo instalados en París-- y emprenden acciones culturales y lingüísticas como la recuperación del catalán en las escuelas o, en el caso de Cendrós, repatriando editoriales como Proa para la publicación en catalán y Ayma, para la publicación en lengua castellana. En la misma línea, Carulla fundó la editorial Barcino, para la traduccción al inglés de clásicos catalanes, aunque nunca "puso en catalán la web de Gallina Blanca", según desveló el periodista Andreu Barnils.
Con la vuelta a Barcelona, Òmnium se ubica en un piso del Palacio Dalmases junto al Orfeó Català y el Instituto de Estudios Catalanes. De acuerdo con Sinca, “al franquismo tampoco le conviene que estén en París internacionalizando la causa catalanista” y Franco les abre, de nuevo, las puertas a España.
El PSUC denunció su "doble juego"
Su catalanismo conservador y con simpatías con la dictadura fue denunciado por el PSUC que, a diferencia de Òmnium, permanecía en clandestinidad. En el número 7 de la revista clandestina Horitzons, de octubre de 1966, aparece un artículo denunciando el “doble juego” de Òmnium Cultural. En el texto se denuncia una “inmerecida aureola antifranquista” de la entidad que, tiempo después, el obispo de la Seu d’Urgell, Ramon Iglesias Navarri, echó por tierra: “En efecto, a principios de este año fue difundida ampliamente entre los medios de la oposición antifranquista el texto de una carta dirigida al ministro de Información (Manuel Fraga Iribarne) por el obispo de la Seu, en la cual éste explicaba sin tapujos que Fèlix Millet Maristany y sus colegas de Òmnium se proponen arrebatar a la oposición antifranquista la bandera de la defensa de la lengua y la cultura catalanas para ponerla al servicio del régimen oligárquico, en virtud de lo cual --reclamaba el obispo-- el general Franco habría de apoyar todas sus iniciativas".
El artículo concluía que dicho "incidente" con el obispo "ha servido para desenmascarar el doble juego que venían realizando dirigentes de Òmnium y ha puesto de relieve que la defensa de una mayor libertad para la lengua y la cultura catalanas no es, por sí sola, desde un punto de vista subjetivo, una toma de posición en defensa de la democracia”.
Premio de Honor de las Letras Catalanas
Ya en el tardofranquismo, algunos de los fundadores de Òmnium Cultural quisieron resarcirse de sus vínculos con la dictadura e idearon el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes para galardonar anualmente al mejor escritor en lengua catalana. Los premios se empezaron a dar en 1969 y, paradojicamente, el prosista más internacional de Cataluña, Josep Pla, no fue nunca galardonado con la distinción.
Sinca lo justifica alegando que, además de un reconocimiento literario, es un premio "cívico" y que el pasado de Pla como espía de la dictadura le inhabilitaba para obtener el galardón. La entidad llegó incluso a cambiar los estatutos para que dicho premio no se le fuera entregado nunca al escritor ampurdanés.
Democracia
Una vez consolidado el periodo democrático, Òmnium Cultural ha vuelto a adquirir protagonismo con el auge del procés independentista. Además de formar parte de las entidades inscritas en el Ministerio de Cultura, el Govern la incluyó en la lista de entidades soberanistas que desgravan en la declaración de la renta.
Tanto la entidad presidida por Cuixart como la ANC son una pieza importante para movilizar las calles en defensa del proyecto independentista. Han conseguido una promoción permanente en los medios de comunicación y, algunos, como el jurista Alfons López Tena la ha definido como una gongo, "una organización no gubernamental organizada por el Govern". Sea como fuera, nunca se han encontrado en una situación de intemperie, y han han vivido junto al calor institucional. Ya fuera durante el franquismo o en el desafío de la Generalitat al Estado de Derecho.