Los resultados de las elecciones autonómicas del 12 de mayo han sacudido el panorama político en Cataluña y los partidos independentistas luchan contra la resaca de haber perdido la mayoría absoluta en el Parlament. Con la Generalitat ahora bajo el control del PSC, ERC se apunta a amenazar a Pedro Sánchez para competir con Junts en el Congreso, donde sus 14 representantes --siete de cada uno-- son cruciales para condicionar la gobernabilidad del presidente.

Firma del acuerdo de investidura de Salvador Illa a cargo de Marta Rovira (ERC) y Lluïsa Moret (PSC) Cedida

El contexto de travesía en el desierto republicana en el Parlament, donde se han hundido con 20 diputados, ha provocado un giro estratégico en parte de los dirigentes de ERC, deslizándose hacia posiciones más frontales que, hasta ahora, eran exclusivas de Junts. Los republicanos han comenzado a difundir la amenaza de retirar su apoyo al Gobierno como una herramienta de presión para hacer valer su papel de bisagra y evitar ser castigados en un mes de septiembre con fechas clave para el movimiento independentista.

Un gesto desesperado

Sin embargo, fuentes internas sugieren que estos movimientos son más un gesto desesperado que una intención real de desestabilizar el Ejecutivo. "Es puro teatro", comentan varios dirigentes sobre las recientes declaraciones de Raquel Sans, portavoz de ERC, quien amenazó con no apoyar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) si el PSOE no cumplía con los acuerdos sobre la financiación alcanzados para la investidura de Salvador Illa.

Estas declaraciones surgieron después de que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, dijera que el pacto con los socialistas catalanes contempla una financiación singular, pero no un concierto económico como el que tienen el País Vasco y Navarra.

Ni Junts ni ERC quieren elecciones generales

A pesar de la retórica agresiva de las últimas horas, las mismas fuentes reconocen que el acuerdo con PSC-PSOE es beneficioso para todos los actores implicados, incluyendo a Junts, que aunque se ha quedado fuera de las instituciones autonómicas, sigue conservando parcelas de poder en Madrid.

La portavoz de ERC, Raquel Sans LORENA SOPENA EUROPA PRESS

"Ninguno de los dos partidos quiere realmente elecciones generales ahora", afirman, señalando que tanto ERC como Junts podrían sufrir pérdidas de voto significativas si se repitieran los comicios generales con un PSC al alza en Cataluña.

El Congreso, principal campo de batalla

El futuro inmediato parece orientado a la estabilidad. Al menos hasta los congresos de Junts y ERC programados para otoño, donde ambos partidos establecerán sus nuevas estrategias tras los reveses sufridos en las últimas contiendas electorales.

Mientras tanto, el Congreso de los Diputados se ha convertido en el principal campo de batalla donde los independentistas buscan recuperar protagonismo tras la pérdida del control de la Generalitat. La última salida para mantener vivo el relato de la independencia mientras el Govern de Illa se dedica a la pura gestión autonómica.

A las puertas de la Diada

En este complejo tablero, algunos consideran que el PSOE está manejando hábilmente la situación, alimentando una división entre republicanos y neoconvergentes que ya le dio excelentes resultados en el pasado. Creen que "las palabras de Montero no son casuales" y sugieren que podrían formar parte de una estrategia más amplia para desmoralizar "al independentismo posibilista" y consolidar el liderazgo de Salvador Illa al frente de la Generalitat y del propio Sánchez al frente del Gobierno de España.

(I-D) El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont; el secretario general de Junts, Jordi Turull; y la portavoz del partido en el Congreso, Míriam Nogueras EUROPA PRESS

El pulso entre ERC y Junts se recrudecerá en las próximas semanas con un único objetivo: hacerse perdonar por las bases del movimiento independentista en fechas como la Diada. Y es que, si bien la capacidad de movilización de entidades como la Assemblea Nacional Catalana (ANC) u Òmnium Cultural ha caído en picado en los últimos años, los dirigentes republicanos y neoconvergentes siguen mirando de reojo a sus soldados.

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