Una nueva etapa política empieza en Cataluña. La legislatura encabezada por Salvador Illa como president de la Generalitat dio ayer sus primeros pasos en un Palau que ha sido escenario de un cambio de ciclo, y en el que se ha respirado cordialidad, cortesía y, sobre todo, consenso. Un ambiente, la marca personal del exministro de Sanidad durante el Covid, que contrasta con lo visto hasta ahora.
Políticos de todos los signos escucharon de primera mano el discurso conciliador del nuevo dirigente de la máxima institución de la comunidad. Entre ellos, Jordi Pujol, Artur Mas y Quim Torra, con caras serias que contrastaban con la del también expresident José Montilla, el último socialista que ocupó el cargo. Todos ellos tuvieron mención en el discurso que inauguró la nueva presidencia en Cataluña, unas palabras con las que Illa marcó perfil.
No es casual que pasara lista a todos sus predecesores para agradecerles que hayan "servido a Cataluña desde sus ideales y con sus más nobles intenciones". Sí, también lo hizo con Carles Puigdemont, a pesar de sus intentos de dinamitar tanto la investidura como el acto institucional de la toma de posesión del cargo con su segunda huida de la justicia.
Canalizando el hartazgo
A él no parece guardarle rencor. Es precisamente este sentimiento y otros, como el hartazgo -compartido por el independentismo más pragmático- los que Illa trata de canalizar en favor de su presidencia. Con su personalidad alejada de frentismos, el nuevo presidente catalán desterró los "planteamientos divisivos y populistas", dispuesto a "unir y servir", según sus palabras. Cerraba de esta forma el círculo, ya que ese fue precisamente el lema con el que se presentó ante la sociedad catalana, con un claro perfil presidencialista, en abril, en el inicio de la precampaña.
Ya entonces se reivindicó como el president que puede hacer a Cataluña pasar página de "una década perdida" de procés. Ahora, ya instalado en el Palau de la Generalitat, da los primeros pasos para ello.
Y a pesar de los intentos desde ambos bandos por desnaturalizar el pacto que une a socialistas, ERC y los Comunes, no hubo numeritos ayer en el Palau. Tampoco por parte de Josep Rull (Junts), el presidente del Parlament, que compartió con Illa lo medido de sus palabras y un respeto al cargo institucional, a pesar de su cercanía al agitador Puigdemont.
El independentismo radical, fuera de juego
El acto de toma de posesión se desarrolló con naturalidad y con toda la llamada sociedad civil catalana presente, muchos de los cuales pausaron sus vacaciones para estar cerca del nuevo president.
Era un día de celebración, bajo la convicción de que es lo mejor para Cataluña, tras haberse visto abocada a un callejón sin salida: a tirar los dados en una repetición electoral, como imploraban los neoconvergentes mientras trataban de suspender a la desesperada el pleno de investidura el pasado jueves.
Puigdemont intentó tener su cuota de protagonismo
Al otro lado de la balanza se encuentra Puigdemont. El expresident doblemente fugado culminó su número de escapismo con la publicación de un vídeo grabado, según él, en Waterloo, en el que compara al Govern en funciones de ERC con el Ejecutivo del PP que suspendió la autonomía en 2017, por el dispositivo de los Mossos d'Esquadra montado para detenerlo. Intentó, en vano, volver a robar el protagonismo al socialista. No lo consiguió.
A pesar de lo disparatado de lo sucedido, el nuevo ciclo político contribuirá a que el líder del procés pierda de forma inminente el protagonismo del que ha disfrutado estos días. También mantendrá en un perfil bajo al independentismo, después del batacazo de las elecciones del 12 de mayo, en las que perdió la mayoría parlamentaria.
De hecho, el cambio ya se intuía en la plaza de Sant Jaume, donde se congregaban partidarios y detractores del nuevo mandamás de la Generalitat. Cánticos de "Illa, dimisión", banderas estelades y algunas pancartas trataban de contrarrestar los "Visca, visca, visca, Catalunya socialista". También, sin éxito. Los seguidores del nuevo president eran más numerosos.
Siguiente paso, llamar a sus 'consellers'
Este domingo, Illa deberá acabar de cerrar los nombres del nuevo Govern, puesto que se prevé que el nuevo Consejo Ejecutivo tome posesión a principios de semana.
Albert Dalmau, actual gerente del Ayuntamiento de Barcelona, será el próximo consejero de Presidencia. La alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlon, asumirá la siempre delicada Consejería de Interior. Y Alícia Romero estará al frente de la cartera de Economía.
Suenan otros nombres, como el de la líder socialista en Girona Sílvia Paneque, una referencia en el partido en gestión del agua; o la diputada Esther Niubó, secretaria de Educación y Formación Profesional que tiene todos los números para relevar a la republicana Anna Simó al frente de la escuela catalana, con todos los retos pendientes que tiene que atender y que la de Castelldefels conoce de primera mano.
En el sottogoverno, ya se conoce que Javier Villamayor será el nuevo secretario del Govern, ha estado en el equipo negociador y mano derecha de la presidenta de la Diputación de Barcelona, Lluïsa Moret; y Eduard Rivas, alcalde del municipio barcelonés Esparreguera, estará al frente del gabinete del presidente.
Los socialistas, de enhorabuena
El PSOE está de enhorabuena, pues hace doblete: los socialistas tienen el Gobierno y la Generalitat catalana (hat-trick, si contamos el Ayuntamiento de Barcelona). Estos han hecho buena su política por la normalización institucional en Cataluña, la misma que empezó con los indultos y ha culminado con la Ley de Amnistía, de la que se ha beneficiado la principal artífice en ERC del acuerdo de investidura, Marta Rovira.
En los corrillos posteriores a la toma de posesión, se sucedían las felicitaciones entre los ministros presentes. Especialmente el de Presidencia, Félix Bolaños, y María Jesús Montero, titular de Economía. La también vicepresidenta primera será clave en la consecución del futuro concierto económico para Cataluña. Y ha aprovechado para insistir una vez más en que éste no representará, según ella, una amenaza para la solidaridad con el resto de regiones.
Ahora, con el simple cumplimiento de los acuerdos y desde sus respectivos ejecutivos, PSOE y PSC tendrán mayores facilidades para mantener los siempre complicados equilibrios parlamentarios con sus socios, al menos con ERC; la carpeta de Junts, sin embargo, aún está por abrir.
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