El Parlament invistió ayer a Salvador Illa en una jornada de gran tensión y turbulencias políticas en el Parlament. Las reticencias de Junts hacia el candidato socialista eran evidentes, y sus intentos de truncar su nombramiento como presidente de la Generalitat no se desvanecieron hasta la votación, que tuvo lugar a las 19:32 h. En ella no participó Carles Puigdemont, que no apareció en la Cámara después de haber intervenido por la mañana en un acto de bienvenida en Barcelona y darse a la fuga. El expresident vio desde la distancia, y en paradero desconocido, cómo los votos de ERC y de los Comuns permitían al candidato socialista alcanzar el ansiado despacho de president del Govern.
El de ayer jueves, 8 de agosto, fue un pleno accidentado a todas luces. El líder del PSC tuvo que esperar pacientemente hasta en dos ocasiones a la decisión de la Mesa, presidida por Junts, partido que lo intentó todo para tratar de suspender la sesión de investidura. Pero el órgano de gobierno de la Cámara catalana no cedió a las presiones; tampoco al órdago del líder de Junts, esfumado de nuevo y bautizado desde ayer como el Houdini catalán.
Puigdemont se esfuma y sus acólitos 'toman' la Ciutadella
El organizador del referéndum ilegal del 1-O hizo el papel de agitador. Cruzó la frontera española para reaparecer ante sus acólitos a las 9:00 h en el Arco del Triunfo. Su regreso movilizó a miles de seguidores independentistas, parte indispensable en la estrategia con la que el líder del procés provocó el caos en torno al parque de la Ciutadella y en las carreteras de acceso de Barcelona.
Al término de su discurso -en el que señaló a jueces, PP y Vox por "convertir ser catalán en cosa sospechosa", según él-, el expresident se esfumó entre la comitiva de independentistas que lo acompañaban. El plan era acompañarlo paseo Lluís Companys abajo, hasta alcanzar el Parlament. Un deber que la masa secesionista cumplió al dedillo.
Con Puigdemont ya en paradero desconocido, los congregados alcanzaron los accesos a los jardines que acogen el Parlament. En su interior, arrancaba con puntualidad la sesión de investidura, con el correspondiente discurso de Illa pasados unos minutos de las 10:00 horas. Y mientras el presidenciable tendía la mano al propio agitador y exigía la aplicación de la amnistía también para él -"Cataluña debe contar con todo el mundo", dijo-, el cordón policial que blindaba el parque hacía aguas.
Los seguidores independentistas rompían la línea que mantenían los Mossos d'Esquadra en una puerta de la calle de Pujades, poco después de que los agentes les impidieran el acceso por otro punto, activando los sprays de gas pimienta. La situación se prolongó hasta pasadas las 11:00 horas, cuando decenas de personas aún entraban en la Ciutadella para concentrarse ante la sede del legislativo catalán; allí, las vallas instaladas para impedir que accedieran al edificio sí cumplieron su cometido.
Amenaza de suspensión
En ese momento, el candidato del PSC se batía en réplica con el presidente del grupo parlamentario de Junts, Albert Batet, quien reprochaba a ERC su apoyo al "candidato del 155" y afeaba al PSC su disposición de "convertir la Generalitat en una sucursal de Madrid", según él. "Buscan al president Puigdemont de la misma manera que la Policía Nacional y la Guardia Civil buscaban las urnas a las puertas del 1-O", se mofaba Batet, caricaturizando ya de paso a la policía de la Generalitat, encargada de dar con el paradero del prófugo.
Todo ello, precisamente, ante el escaño vacío de Puigdemont. Sobre su líder, el neoconvergente dejaba caer la posibilidad de que apareciera para participar en la votación a última hora. De hecho, el doblemente fugado no delegó su voto, como sí hicieron el exconseller Lluís Puig (que sigue huido en el extranjero) y el socialista David Pérez (en su caso, por motivos de salud). Todo ello contribuía a mantener la tensión que planeaba sobre el hemiciclo. El presidente de la Cámara, Josep Rull -también de Junts- estaba dispuesto a suspender la sesión en curso en caso de que se consumara el arresto de Puigdemont, con el beneplácito anunciado de ERC y Comuns.
Doble fracaso de Junts
Algo que, sin embargo, no ha sucedido. La Operación Jaula de los Mossos resultó infructuosa; la policía catalana, incapaz de detener a Puigdemont en su mitin, hizo controles en las salidas de Barcelona durante cerca de nueve horas, revisando vehículos uno a uno e incluso abriendo maleteros, por si el expresident hubiese repetido el método de fuga que empleó hace siete años. Y Junts pensó que era buena idea aprovechar este pretexto, empatizando con los miles de barceloneses que han sufrido las "consecuencias de un operativo indecente" por la búsqueda de "un diputado electo como si de un terrorista se tratara", según los posconvergentes.
Así lo valoró Mònica Sales en el receso del Pleno por la hora de comer. La portavoz parlamentaria neoconvergente lanzaba, pasadas las 15:00 h, el primer intento de suspender la investidura de Illa sine die -"hasta que la situación se normalice", dijo-, escudándose también en la detención de un mosso por ayudar en la huida de Puigdemont. El esperpento comenzaba así, sin responder las preguntas de los periodistas y obligando a la Mesa a debatir una moción que no respondía a ninguno de los escenarios pactados previamente.
Después de algunos instantes de incertidumbre, la incógnita duró poco. ERC y PSC tumbaron la moción, y no una, sino dos veces, después de que, a la vuelta al hemiciclo, Batet pidiera a Rull que reconsiderara la decisión de la Mesa, contraria a su petición.
Enganchados al móvil
Tras un nuevo pasilleo, y seguidos por los periodistas parlamentarios, los dirigentes de la Cámara volvieron a tomar asiento en el hemiciclo para dar continuidad al pleno. Y se sucedieron las réplicas y contrarréplicas. A las intervenciones antes de comer de ERC (a cargo de su presidente parlamentario Josep Maria Jové, que enfatizó su irónica "desconfianza" a Illa), y del PP (con su presidente, Alejandro Fernández, condenando la amnistía), les siguieron las demás: Vox (Ignacio Garriga), Comuns (Jéssica Albiach), CUP (Laia Estrada) y Aliança Catalana (Sílvia Orriols).
Eso sí, ningún diputado se desenganchó del móvil. Y mucho menos Joan Ignasi Elena, el conseller de Interior en funciones y máximo responsable del dispositivo de búsqueda de Puigdemont. Teléfono en mano, y con cara de pocos amigos, siguió desde su escaño las novedades del juego del gato y el ratón al que le sometió Puigdemont (cuya asistencia al Pleno se redujo a unos aplausos cuando la Mesa lo mencionó durante la votación). El expresident no accedió al Parlament, pero tampoco se sabe dónde está. Elena ha fracasado en su último servicio, antes de que la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlon, asuma la cartera de Interior.
Superada una tan accidentada investidura, Salvador Illa debe ahora elegir al resto de consellers de su Govern, monocolor de entrada. El mismo con el que Cataluña arranca una nueva etapa política para pasar página del procés, de la mano de los independentistas de ERC. Su primera intervención como president ha sido una declaración de intenciones en ese sentido. Ha felicitado por el trabajo hecho a su predecesor, Pere Aragonès, y ha emplazado a los partidos a colaborar en la nueva legislatura: "Dejaré un país mejor del que se han encontrado y gobernaré para todos, pero solo, no podré", dijo.
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