"La historia es una herramienta política de primer orden para consolidar, destruir y construir naciones". El nacionalismo catalán lo sabe, y a ello se ha aplicado desde hace más de un siglo, con frecuencia de forma sesgada -cuando no falsa- para imponer un relato victimista en el cual se presenta a Cataluña y España como dos entes contrapuestos y tradicionalmente enfrentados. Así lo denuncia el historiador Óscar Uceda en su libro 'Cataluña, la historia que no fue', en cuyas páginas matiza o desmonta decenas de estas "manipulaciones", "ocultaciones" y falsos mitos secesionistas: desde el Compromiso de Caspe o la Guerra de Sucesión hasta los "132 presidentes" de la Generalitat, entre muchos otros.
Uceda, presidente de la Associació d’Historiadors de Catalunya Antoni de Capmany (AHCAC), revela cómo ese relato catalanista, nacido en buena medida en el siglo XIX con la Renaixença, y redoblado con el plan de “ingeniería social” de Jordi Pujol durante su mandato como presidente de la Generalitat recrea, además, un imaginario que nada tiene que ver con la España ni la Cataluña actuales. Y denuncia que, al mismo tiempo que los dirigentes de esta última insisten en reivindicar la pluralidad del conjunto del país, no hacen lo mismo en su propia autonomía, donde actúan como si la sociedad catalana fuera un ente homogéneo. Algo que, a su juicio, también hace su historiografía afín, a menudo subvencionada -incluido el Institut Nova Història (INH) con sus teorías de que Shakespeare y Da Vinci eran catalanes-, intentando omitir la diversidad interna de Cataluña y los nexos que la unen desde hace siglos con España. Y amplificar y distorsionar, en cambio, supuestos agravios.
Programa 2000 de Pujol y el Museu d’Història de Catalunya
Un ejemplo paradigmático de todo ello, asegura el autor, es el Museu d’Història de Catalunya (MHC), un proyecto y una obra del pujolismo cuyo contenido cumple con uno de los objetivos primordiales del polémico Programa 2000 del exmandatario convergente: "impulsar el sentimiento nacional" en la sociedad catalana. Un reto que, por otra parte, dicho documento también se marcaba en otras áreas, como la cultura, el sistema educativo y los medios de comunicación.
En el caso de la Historia, ese objetivo tiene como denominador común el intento de presentar la Cataluña actual como una "nación milenaria" con un pasado moderno, pactista y democrático -o protodemocrático en el caso de la Edad Media- frente al supuesto "autoritarismo" de Castilla y de España, a las cuales se suele atribuir la culpa de todos los males. Todo lo cual, según Uceda, no se corresponde con la realidad.
De la “Corona Catalano-aragonesa” al mito del 1714
'Cataluña, la historia que no fue' recopila numerosos ejemplos de todo ello. Empezando por la leyenda -falsa, según enfatiza en sus páginas- de las "cuatro barras de sangre" de Guifré el Pilós de la senyera catalana; o la insistencia del nacionalismo en denominar a la Corona de Aragón como "Corona Catalano-aragonesa". Un término presente incluso en libros de texto escolares de la autonomía -la Generalitat tiene las competencias educativas de la autonomía- y que, advierte, es erróneo, al igual que presentar el Compromiso de Caspe de 1412 como un supuesto agravio de la época.
Otro tanto ocurre, según Uceda, con otros episodios del pasado. Uno de los más paradigmáticos es el de la Guerra de Sucesión de principios del siglo XVIII. Un conflicto dinástico europeo entre la casa de Austria y los Borbones, que en el caso de Cataluña culminó con el asedio y caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714. El autor refuta el habitual intento nacionalista de presentarla como una suerte de enfrentamiento entre Cataluña -y la supuesta defensa de sus “libertades”- y el resto de España. En base a datos y hechos históricos habitualmente orillados por la historiografía catalanista -casos del asedio de la ciudad por el otro bando en 1705, o la dureza de la invasión francesa de 1808, cuando Cataluña luchó a favor del Rey de España-, Uceda desarma el "maniqueísmo" catalanista. Y revela que la realidad fue mucho más diversa, amplia y compleja de como se presenta. Algo que, asegura, también se da en el caso del Decreto de Nueva Planta de 1716, que abolió instituciones y fueros feudales y dio paso a una época de mayor prosperidad económica. Y en el cual, según explica, se imponía el castellano en los usos de la Real Audiencia en detrimento del latín, muy utilizado en la Iglesia, las Cortes y documentos oficiales de la época.
De ese conflicto también nació, por ejemplo, uno de los referentes míticos del nacionalismo catalán actual: el por aquellas fechas conseller en cap del Consejo de Ciento, Rafael Casanova, herido en la pantorrilla durante el asedio de Barcelona -no abatido, pues falleció casi 30 años después-, y ante cuya escultura se lleva a cabo anualmente la ofrenda floral de la Diada. Una tradición que, como muchas otras, surgió de la mano de la Renaixença al cabo de casi dos siglos, ya en 1897.
Los "132 presidentes de la Generalitat"
Un mito mucho más reciente y alejado de la realidad es el de identificar la actual Generalitat de Cataluña, una institución democrática creada en la República en 1931, con la antigua Diputación General de la Corona de Aragón en plena Edad Media. Una artimaña que en la actualidad utilizan los mandatarios secesionistas del Govern catalán para sostener, falsamente, que los presidentes a lo largo de su historia han sido 132.
Una distorsión que incluso se afirma en su página web, y que no se corresponde en absoluto en la realidad. En este sentido, Uceda recuerda que la antigua Diputación General medieval no tenía nada que ver con un gobierno autonómico, que sus fines eran otros -entre ellos, recaudar impuestos para la Corona-, y que estaba compuesta por clérigos, militares y nobles. En definitiva, algo totalmente ajeno a la modernidad y la democracia, pero que sirve a los actuales dirigentes nacionalistas para inventarse un pasado de casi 700 años de historia. Tanto es así que dan por válido que el primer president fue el clérigo Bernat de Cruïlles… en 1359.
De los fueros medievales a los catalanes de Franco
De este modo, no resulta extraño que desde el nacionalismo catalán todavía se sigan reivindicando, a día de hoy, privilegios territoriales en base a teóricos fueros feudales: antiguos pactos entre reyes y oligarquías compuestas por la nobleza y el clero reunidos en las Cortes medievales. Lo cual, remarca Uceda en su libro, supone una manipulación de la Historia y del lenguaje, pues tampoco guardan relación con la modernidad ni la democracia de hoy en día.
Esa adulteración o mitificación del pasado ha dado pie a sacralizar otros episodios y lugares. Como, por ejemplo, el Fossar de les Moreres, donde el nacionalismo da por hecho que están enterradas las víctimas del asedio a Barcelona de 1714. Algo que, según Uceda, no sería así, pues los restos que allí se han hallado hasta ahora corresponderían, según el arqueólogo Roger Molinas, en gran parte a la época tardorromana y a distintas fases del medievo, procedentes de la basílica de Santa María del Mar.
La tendencia del nacionalismo a presentar la Historia como una sucesión de afrentas y ataques de España contra Cataluña ha llegado hasta nuestros días. Y en ese marco se acostumbran a presentar, también, la Guerra Civil y la dictadura franquista. Lo cual supone, según Uceda, otra distorsión, recordando que en Cataluña el dictador también tuvo apoyos -entre ellos, el de parte de la burguesía y destacados prohombres locales que le apoyaron política y económicamente, como Francesc Cambó-; o que una de las entidades impulsoras del procés en la actualidad, Òmnium Cultural, fue fundada por empresarios catalanes de la época en 1961. Hechos que suelen silenciarse, al igual que, por otra parte, las muestras de “racismo catalanista” existentes a lo largo de la Historia, tal como se recoge en las páginas del libro.
Un intento de "crear desafección hacia España"
"En Cataluña, la política ha hecho un uso de la Historia como herramienta de control y transformación social. Han querido desespañolizar a los catalanes, crear desafección hacia España, y enfocar en ella la causa de todos los males", explica Uceda en conversación con Crónica Global.
"También se quiere hacer creer que el pasado hubiera sido mejor sin España, y que a los catalanes les iría mejor sin ella", añade. Así, por ejemplo, recuerda cómo en la muestra del Tricentenari celebrada en 2014, con motivo de los tres siglos del asedio de Barcelona por Felipe V, "se puso incluso una enorme pancarta en el centro de la ciudad con una imagen de las constituciones de 1702, dando a entender que Cataluña tuvo una y que se trataba de algo democrático cuando no era nada de eso, sino pactos del monarca con la oligarquía feudal, a la cual se daban privilegios".
Del mismo modo, lamenta que desde 1993 se haya adoptado el canto de Els Segadors como himno oficial de la autonomía. Una antigua canción que, en sus orígenes, tenía una letra jocosa y erótica sobre la relación entre un campesino y su señora, pero que se cambió por la actual, de corte guerrero, a finales del siglo XIX: "Es un texto hispanófobo y un himno de odio hacia España. Y eso no se hace sin intromisión política", valora.
Uceda advierte de que todo este uso "maniqueo" y "adoctrinador" de la Historia es un elemento "importante para el nacionalismo". Y en su opinión explica, en buena medida, por qué el apoyo a la secesión "ha ido aumentando en Cataluña, a pesar del alto grado de autonomía que tiene".
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