Noelia Carceller Ricard López

Una de las primeras iniciativas que Carles Puigdemont emprendió tras fugarse a Bélgica en octubre de 2017 fue la creación de un organismo privado desde el cual intentar influir y condicionar en la política catalana. Se trata del Consell de la República (CdRep), una suerte de seudoparlamento paralelo fundado y presidido por él mismo y otros dirigentes de su partido (Junts per Catalunya), sin ningún tipo de representatividad ni legitimidad pública, pero que pretende atribuirse el rol de guardián de las esencias nacionalistas. Y cuyo objetivo primordial pasa por hacer realidad una República catalana independiente.

Pero esa extravagante entidad creada por él mismo ha acabado por convertirse, casi seis años después, en una piedra en su zapato. Las divergencias internas del CdRep son cada vez más evidentes, y una parte de sus bases, integradas por unos 90.000 inscritos -cualquiera puede serlo, previo pago de 10 euros de cuota inicial- ha empezado a rebelarse.

Sublevación

Primero fueron las críticas al autoritarismo de la cúpula de la organización -en la cual Puigdemont ocupa la cúspide- a raíz de su reestructuración; y ahora, el rechazo a que el fugado y su partido (Junts) negocien la investidura de Pedro Sánchez (PSOE) como presidente del Gobierno.

Intervención telemática del expresidente Carles Puigdemont en un acto de la Comisión Independentista Fossar de les Moreres y la ANC durante la Diada Europa Press

Ese ha sido el resultado de la votación llevada a cabo este martes en el seno del Consell para conocer la opinión de sus inscritos: "¿El Consejo de la República debe promover el bloqueo a la investidura del presidente del Estado español por parte de los partidos independentistas catalanes?". El resultado ha sido abrumador: el 'sí' ha ganado por 74,9%.

Aunque, eso sí, la participación ha sido nimia: apenas 4.021 personas sobre un censo de 90.484. O lo que es lo mismo, el 4,4% del censo total. Lo cual, a su vez, evidencia un fenómeno que parece haberse generalizado en todo el movimiento independentista: el desengaño, la apatía y la desmovilización de sus simpatizantes.

El dilema del fugado

Si bien la consulta -promovida por un afiliado crítico- no es vinculante -el exconseller y miembro del Consell, Lluís Puig (Junts), aclaró en una reciente entrevista a la Cadena SER que no es de obligado cumplimiento-, sí supone un palo en las ruedas para Puigdemont.

Los eurodiputados de Junts Toni Comín y Carles Puigdemont, junto a la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz y al dirigente de Sumar Jaume Asens este lunes en Bruselas EFE

Y es que el prófugo se encuentra ahora ante un dilema. Por una parte, sabe que apoyar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno le resultaría beneficiosa, pues tanto el PSOE como, en mayor medida, sus socios de Sumar, parecen dispuestos a aceptar una de las muchas condiciones que exigen los partidos secesionistas: amnistiar a los condenados y encausados del procés. Una prebenda, sin duda, más que apetecible para Puigdemont, que se libraría así de rendir cuentas por el referéndum ilegal y la declaración unilateral de independencia de Cataluña 2017.

El fugado no ve la hora de regresar a su Girona natal pero, al mismo tiempo, sabe que su credibilidad perderá enteros si no acata los resultados de esta votación. Ahora ha quedado constancia lo que desean las bases de su chiringuito: torpedear la investidura. Algo en lo que también coincide el secesionismo más radical e irredento, del cual se nutre en buena medida su partido.

ERC se frota las manos

Y mientras la debilidad de Puigdemont no hace más que aumentar, en ERC se frotan las manos. Y es que una de las fijaciones del líder de este partido, Oriol Junqueras, es evidenciar que la dureza exhibida por el prófugo a lo largo de estos años era estéril. Y que ahora puede concluir en su regreso a Cataluña tras pactar una amnistía con el PSOE. Lo cual le granjearía la temida fama de “botifler” -"traidor"- entre sus fieles.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, tras intervenir en la Comisión General de las Comunidades Autónomas que se celebra en el Senado EFE / Daniel González

Para los de Pere Aragonès, este destino sería una suerte de justicia poética hacia el líder de Junts, después de que tanto el actual presidente de la Generalitat como Junqueras hayan tenido que sufrir durante años múltiples escarnios públicos de este tipo por parte de los más radicales. Uno de los últimos, en la Diada.

El duelo definitivo entre ERC y Junts por ver quién lidera un independentismo en horas bajas no se decidirá hasta las próximas elecciones catalanas, previstas para febrero de 2025, si antes no hay un giro de los acontecimientos en el Parlament.

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