Era un secreto a voces que el prófugo Carles Puigdemont se marcó la Diada como punto de inflexión para rebajar sus exigencias a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Al igual que le había sucedido a Esquerra Republicana en convocatorias anteriores, los dirigentes de Junts temían que la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium Cultural y, en general, la base independentista, pagaran sus frustraciones políticas con ellos al estar negociando con el Ejecutivo central a cambio de una amnistía. Sin embargo, los neoconvergentes pasaron desapercibidos, lo que rebaja la presión y allana la investidura.
Muy distinta fue la jornada para ERC, que sí fue flanco de las críticas de unas entidades muy cabreadas porque estén negociando con los socialistas, pese a que sus adversarios y exsocios de Govern también se han sumado al camino del diálogo.
ERC y sus relaciones con la ANC
Así pues, los acontecimientos confirman la teoría de que ERC tiene profundamente dañadas sus relaciones con la base independentista y que hagan las paces no será cosa de una sola jornada, por mucho que el president de la Generalitat, Pere Aragonès, pensase que acudiendo esta vez a la manifestación podría limar asperezas. La tensión se hizo notar durante la Diada -en la que los dirigentes republicanos fueron recibidos con gritos de "traidores" y "botiflers"- y siguió durante el día de ayer, cuando se pasearon por los medios de comunicación intercambiando reproches.
Hasta la portavoz del Ejecutivo autonómico, Patrícia Plaja, lamentó el "cambio de rumbo" de la ANC al querer hacer política desde dentro de las instituciones, alejándose de su "transversalidad".
Hoy por hoy, Junts y ERC tienen una gran diferencia. Aunque los primeros han perdido influencia institucional al no formar parte de algunos gobiernos -como el de la Generalitat o el de la Diputación de Barcelona-, sí gozan de más complicidades sociales que sus rivales. Hay quienes, en el seno de la formación, tienen la sensación de que a los de Puigdemont se les perdona todo.
Un independentismo poco movilizado
Si hay algo que ha demostrado el 11S es que el hecho de que el fugado se haya abierto ahora a negociar con Sánchez no es motivo suficiente para lanzarse a la calle. Todo lo contrario, las cifras de la manifestación de la ANC son las peores de la última década, sin contar los dos años de pandemia.
La baja participación no ha hecho más que rebajar la presión a Junts, que ha comprobado que su cambio de estrategia no ha hecho llegar la sangre al río. Por eso, los neoconvergentes prevén acelerar la negociación con el PSOE con tal de avanzar en una ley de amnistía que facilitaría el regreso del fugado a Cataluña.
Más allá de eso, los neoconvergentes han salido indemnes en esta guerra abierta entre Esquerra y la ANC, en la que se han puesto de perfil ante la amenaza de su presidenta, Dolors Feliu, de impulsar una "lista cívica" para las autonómicas. Y es que, pese a que podría afectar a sus resultados, por ahora lo único que le preocupa al prófugo es poderse presentar como candidato.