Un independentismo dividido y arrasado en las urnas por el PSC. No es una anécdota que ERC y Junts solo logren 14 escaños en el Congreso de los 48 asignados a Cataluña, mientras que la CUP desaparece del mapa español. Han tenido que ser unas elecciones generales las que hayan dado la puntilla a un procesismo, que Junts per Catalunya ha intentado mantener vivo sin éxito, pues el supuesto guardián de las esencias, con Miriam Nogueras, protegida de Carles Puigdemont al frente, ha perdido un escaño respecto a 2019, empatando con Sumar y ERC.
Esquerra, así lo vaticinaban las encuestas, se ha desplomado. Como ya ocurrió en las elecciones municipales. Algo especialmente significativo tratándose del partido que gobierna Cataluña, eso sí, con una minoría que ahora compromete el futuro del presidente Pere Aragonès ante una victoria contundente del PSC.
El eje identitario catalán
Los socialistas, que han obtenido 19 diputados frente a los 12 de logrados hace cuatro años, consolidan su posición central en Cataluña. Pero también el giro hacia la izquierda en una comunidad como la catalana, donde el procés impuso un eje identitario que diluyó los tradicionales modelos de sociedad.
Así, mientras Junts ha jugado al activismo, escondiendo así su talante conservador, Esquerra también dejaba en un segundo plano su ADN progresista. Los republicanos vetaron al PSC de cualquier tipo de pacto, aunque en este anterior mandato dio una oportunidad al diálogo tendiendo puentes al PSOE en forma de investidura y estabilidad parlamentaria.
Polarización
El desafío independentista y la consiguiente aplicación del artículo 155 de la Constitución --apoyado por PP y PSOE-- agudizó esa polarización entre independentismo y constitucionalismo. Una polarización que se mantiene, pero con serios perjuicios para ERC y Junts. Los primeros han perdido nada menos que seis diputados, mientras que los neoconvergentes aspiran ahora a ser decisivos en el escenario de pactos que ahora se abre a nivel español.
Durante la campaña, Junts aseguró que solo apoyaría la investidura de Pedro Sánchez si arrancaba de éste el compromiso de un referéndum de independencia. Algo que ni PSOE, y mucho menos el PP, tienen intención de hacer. De hecho, Junts se quedó sola en esa exigencia, pues no logró arrastrar a Esquerra, mientras que Sumar abandonaba la equidistancia de los comunes --marcada por Ada Colau, ya en retirada--, y defendía una consulta sobre los acuerdos alcanzados entre Gobierno y Generalitat, no un referéndum.
Sumar, en segunda posición
Los comunes, que acudían a las urnas con la marca personal de Yolanda Díaz, han quedado en segunda posición. Han sacado el mismo número de escaños que en 2019, pero el hundimiento de ERC --que habían elegido a Sumar como principal rival--, la desaparición de la CUP y el retroceso de Junts les ha permitido pasar de una cuarta posición a la segunda, configurando así un tripartito en cabeza --PSC, Sumar y ERC, por ese orden-- de futuro incierto.
O no tan descabellado, si ERC quiere mantener su influencia en el panorama político catalán. Pere Aragonès siempre ha asegurado que los resultados de las generales no condicionarían su decisión de adelantar las elecciones autonómicas, pero las urnas han lanzado un mensaje claro a los independentistas. El procés ya es historia y la gestión es lo que ahora importa a los catalanes. Gestión entendida como modelos económicos y sociales. Derecha o izquierda.
Bipartidismo
Lamentaba el candidato de ERC, Gabriel Rufián, que la polarización española haya invadido las elecciones en Cataluña. Que el PSC haya vencido con contundencia y que el PP, considerado un partido marginal, haya pasado de dos diputados a seis diputados, ejemplifica ese cambio de tendencia.
Si el bipartidismo se abre paso en esta comunidad no es el resultado de un problema de comprensión lectora del votante, sino de la resistencia del independentismo en admitir que su tiempo está pasando.
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