Las elecciones municipales pueden suponer un cambio de rasante en Cataluña. Los partidos catalanes se juegan su futuro y, con él, el carpetazo definitivo a un proceso independentista donde sus principales representantes, ERC y Junts per Catalunya (JxCat), medirán su músculo, mientras que PSC, con tendencia al alza en todas las encuestas, está llamado a consolidar su posición de partido alternativo tanto a nivel municipal como en unas futuras elecciones autonómicas.
De hecho, de los resultados de los comicios del 28M depende un posible adelanto de las catalanas. Pere Aragonès, como se sabe, gobierna en minoría y tras la tregua que ha supuesto el apoyo de los socialistas a los presupuestos de la Generalitat de 2023, temas como la sequía o las caóticas oposiciones han puesto en tela de juicio su capacidad de gestión.
Posturas menos maximalistas
Un apoyo, el del PSC, que rompió bloques, lo que aceleró el epílogo de ese procés traumático del que ya se desmarcó Esquerra, mientras que los neoconvergentes se encuentran, de nuevo, en fase de transición hacia posturas menos maximalistas. Las que, por ejemplo, representa Xavier Trias, candidato a la alcaldía de Barcelona que acude a las municipales sin siglas, pero con un discurso moderado. El que reclama una parte del sector de Junts que permanece a la espera de que se resuelva la situación de Laura Borràs y que se abre a pactar con los socialistas tras las locales del 28M. Los comunes, por su parte, parecen estar situados fuera de juego.
Los sondeos no le son favorables, tampoco la división entre Podemos y Sumar, pero Ada Colau mantiene su tirón. La fractura de esa confluencia de izquierdas determinará si PSOE vuelve a sumar con sus actuales socios o si es aupado del Gobierno por un pacto PP y Vox en las elecciones generales, que se celebrarán meses después. En este sentido, la alianzas españolas también podrían condicionar los pactos en la capital catalana.
El efecto Valls
Obviamente, todas las miradas están centradas en Barcelona, aunque la aritmética local suele ser muy variable. Nadie hubiera imaginado que, hace cuatro años, una formación conservadora como Barcelona pel Canvi-Ciudadanos, liderada por Manuel Valls, convertiría a Colau en alcaldesa, con Jaume Collboni como socio de gobierno. En esta ocasión, la sociovergencia vuelve a sonar con fuerza a raíz de un triple empate entre Trias, Collboni y Colau. Es la fórmula que sectores económicos y sociales quiere para finiquitar la era Colau.
El pacto PSC-Junts ha funcionado bien en la Diputación de Barcelona, una organización supramunicipal que maneja un gran presupuesto y que, junto a sus homólogas en Girona, Tarragona y Lleida, está muy cotizada. De hecho, esa alianza fue un primer paso a la superación de los bloques creados por el proceso independentista. Para ERC es determinante poder acceder a las diputaciones. Pero ni en Barcelona ni en el área metropolitana, los republicanos logran remontar.
La estructura territorial de CiU
Supuestamente, gobernar la Generalitat debería permitir a Esquerra intensificar su control territorial y superar a su eterno rival neoconvergente. Pero la antigua CiU mantiene su estructura municipal. Más de 200 alcaldes proceden de Convergència y, sea a través de PDECat, sea mediante el traspaso a Junts, siguen marcando perfil. Mucho se habla de las dos almas de los herederos de CDC, especialmente desde que JxCat decidió salir del Govern.
El partido estaba llamado a un cisma. Pero la división independentista, los problemas judiciales de Borràs y el desmarque del partido de Carles Puigdemont, abocan a JxCat a decidir --de nuevo-- qué quiere ser de mayor. Y las tendencias electorales marcan menos confrontación y más gestión en un momento de alza de precios, crisis ecológica y sequía.
Renovar la cúpula de ERC
ERC, dicho de otra manera, no está marcando distancias de Junts, mientras el PSC avanza y se consolida como partido de gobierno ante un virtual adelanto de las elecciones. No es anecdótico el protagonismo de Salvador Illa, líder de la oposición, en los actos de campaña de Jaume Collboni, en el que también está volcado el PSOE. Descartada Madrid o Sevilla, los socialistas necesitan una plaza fuerte a nivel municipal. Aunque ellos dependa de un pacto con los comunes.
En definitiva, el escenario municipal que quede tras el 28M puede forzar al presidente Aragonès a tomar una decisión sobre la oportunidad de acortar una legislatura que, oficialmente, acaba en febrero de 2025. PP y Ciudadanos, que también se juegan mucho en estos comicios --sobre todo la formación naranja, que podría desaparecer de los principales consistorios--, siempre han vaticinado un nuevo tripartito PSC, ERC y En Comú Podem, sobre todo desde que los socialistas apoyaron las cuentas de Aragonès. Si en febrero de 2021 resultaba descabellado, pues las heridas provocadas por el procés estaban abiertas y la distancia entre Esquerra y Junts era mínima, no lo es tanto en la actualidad.
También los republicanos tienen pendiente una catarsis en su partido, presidido por Oriol Junqueras. Completa el triángulo Marta Rovira, secretaria general que, desde Suiza, propicia el desempate en las pugnas entre Junqueras y Aragonès. La actual cúpula republicana pertenece a un pasado que el entorno del president ya da por superado. Pero la sombra de Junqueras, al igual que la de Puigdemont, es todavía alargada. Y si el primero ha llegado a cuestionar el "acuerdo de claridad" de Aragonès, paso previo a plantear un referéndum de independencia pactado y legal, el segundo no pierde ocasión para cuestionar la legitimidad de un gobierno republicano que, en efecto, está en minoría.