Nacho Corredor (Santander, 1990) procura huir de la confrontación. No es fácil siendo politólogo y asiduo de tertulias televisivas. Pero está convencido de que el auge de líderes como Yolanda Díaz o Alberto Núñez Feijóo pueden suponer un cambio de rasante tras una etapa de crispación. De esa apuesta por la conciliación versa su libro El activismo tranquilo. Un manifesto subjetivo a favor de la convivencia (Ariel), por el que desfilan numerosas personalidades de nuestra democracia, "joven y amenazada", advierte.
--Pregunta: Tu libro es un manifiesto a favor de la convivencia. Y se publica en pleno conflicto bélico en Ucrania.
--Respuesta: El activismo tranquilo parte de una obviedad, que la democracia es una excepción en la geografía mundial y en la historia de nuestro país. Y parece que solo interiorizamos que la democracia es la excepción y no la norma cuando hay una amenaza. Y estamos viendo estos días claramente con la invasión rusa de Ucrania que la democracia tiene sus enemigos, y también tiene enemigos dentro. Este libro revindica la necesidad de renovar el compromiso que exigen los sistemas institucionales para evitar justamente que la alternativa acabe imponiéndose.
--¿Cuáles son esas amenazas, esos enemigos interiores?
--España solo tiene 40 años de democracia, ha sido el período más largo de estabilidad y convivencia de nuestro país. El sistema de libertades español y europeo fue posible gracias a que diferentes familias ideológicas, liberales, socialdemócratas, comunistas, verdes o conservadores, tuvieron la capacidad de pactar un marco de juego. Durante estos años hemos visto que hay quien no quiere respetar ese marco de juego, lo hemos visto en Cataluña con el independentismo, o quien está incómodo con el mismo. Vemos cómo hay partidos que quieren ilegalizar al otro simplemente solo porque discrepa de sus ideas, o cómo se deshumaniza al adversario al que se trata de enemigo. Eso es un síntoma de poco respeto por una vida compartida.
--Entiendo que hay dos planos, el fondo, como pudo ser el procés, y las formas, las que hemos visto en las peleas internas en el PP. ¿Por qué hay tanta crispación?
--La democracia es fondo y forma. Hay quien claramente hace planteamientos políticos de fondo que enmienda algunos fundamentos constitucionales. El independentismo es legítimo, pero no el instrumento que usaron, que era romper el marco de juego compartido,. Y luego vemos a un partido como Vox, claramente reaccionario, que enmienda parte de nuestro sistema de derechos y libertades. La opinión pública se mueve en una contradiccion permanente. Pide pactos políticos transversales, pero castiga las renuncias que se producen en base precisamente a esos pactos. En la reforma laboral hemos visto ejemplos de buena y mala política. Ejemplos de buena es el pacto entre sindicatos y patronales. También a nivel parlamentario se ha logrado un pacto entre socialdemócratas, comunistas, liberales, verdes y conservadores, pero las críticas se centran en las renuncias que ha habido para llegar a ese pacto. Los medios de comunicación, y quienes participamos en el debate público, tenemos una responsabilidad. Lo que se logró ha quedado emborronado por las circunstancias. Y hemos visto la peor cara del PP. Pablo Casado acababa su mandato hablando de Vox como un partido populista y radical. Pero un partido que en los últimos cuatro años ha hablado de gobierno ilegítimo, que es okupa, que quiere imponer una suerte de dictadura, como llegó a decir Isabel Díaz Ayuso. O que quieren secuestrar la democracia, como dijeron Nuevas Generaciones del PP en su cuenta de Twitter el día de la votación de la reforma laboral, responde también a una lógica de partido populista y radical. Creo que hay una oportunidad ahora en el cambio de liderazgo del PP para una de las principales familias políticas que contribuyeron a la construcción de nuestra democracia.
--¿Crees que esas peleas políticas provocan desafección ciudadana o también el ciudadano se ha acostumbrado a esas formas en Twitter?
--Hace unas semanas, Ana Iris Simón publicaba en El País un artículo con una frase que recordaba a Estanislao Figueras: “Hasta los cojones de todos nosotros”. Yo respondí con otro artículo en el mismo diario con la frase “¿Hasta los cojones de quién?”. No tiene sentido que interioricemos que todos son iguales porque no es verdad. No es lo mismo quien incumple una norma que quien establece mecanismos para cumplirla. No es lo mismo suspender la autonomía de Cataluña después de declarar la independencia que viceversa. No es lo mismo el esfuerzo de Yolanda Díaz durante un año para que patronal y sindicatos lleguen a un acuerdo en la reforma laboral, quienes fruto de un error informático deciden impugnar un sistema democrático y que se está secuestrando la democracia. En tanto ruido político, deberíamos reivindicar espacios de buenas prácticas. Ha tenido que amenazar Putin con el uso de armamento nuclear para que por primera vez en esta legislatura, todos los diputados, se hayan levantado para aplaudir al embajador de Ucrania. Eso debería alertarnos de la excepción en que se mueve la política española.
--¿Es posible que en todo eso haya una falta de cultura de coalición?
--La democracia española es muy joven. Yo y mi generación no hemos conocido otro sistema que el democrático. Pero más de la mitad de la población española sí que lo ha conocido. Y la memoria debería ser útil para valorar lo que tenemos entre manos. Es verdad que los gobiernos de coalición forman parte de la excepción en la política nacional, no así en la municipal y autonómica. Pero hemos visto en los últimos años la aparición de nuevos partidos políticos y lógicas distintas de coalición. El actual gobierno que ha tenido que gestionar una pandemia y un escenario internacional de guerra, ha tenido la capacidad de aprobar de forma consecutiva sus presupuestos generales. Pese al ruido, hay estabilidad parlamentaria. La coalición ha funcionado por la vía de los hechos. Pero en el mismo ciclo político que empezó en 2019, hemos visto que los gobiernos de coalición de la centroderecha no han funcionado. En Madrid se convocaron elecciones anticipadas porque la presidenta temía una moción de censura de su socio. En Castilla y León se echó al socio de gobierno y se anticiparon también las elecciones. Y en Murcia, tres cuartos de lo mismo. No todos los gobiernos de coalición funcionan igual.
--En el libro haces referencia a quienes han subestimado tu opinión porque eres muy joven. Es una forma de edadismo. ¿No debería ser la tónica general que los jóvenes se impliquen en política?
--En los últimos cinco años ha habido una renovación tanto en el espacio público como mediático, en el empresarial lo empieza a haber también en el institucional, respecto a la generación de la transición. Por no hablar tanto del Parlamento catalán como el español. Hubo un tapón generacional durante mucho tiempo donde la aparición de nuevos actores se ve como una lucha de poder. Es algo similar a lo que ha pasado entre hombres y mujeres. Me sorprende que, con la crisis del PP, se diga que como eran militantes de Nuevas Generaciones, están metidos en un partido. Gente muy joven inexperta que no tenía ni idea y se han metido a gobernar. Pero si miramos la historia de nuestro país, Felipe González fue secretario general del PSOE con 32 años y presidente del Gobierno con 40. Y José María Aznar fue presidente de Castilla y León con 34 años. La mayoría de personas que visualizamos a nuestro alrededor han tenido altísimas responsabilidades institucionales desde muy jóvenes. Pedro Sánchez o Mariano Rajoy. Las personas que lideraron la transición también lo hicieron muy jóvenes.
--Pero ahora cuesta visualizar eso. El 15M queda lejos.
--El movimiento 15M fue catalizador de muchas cosas, entre otras cosas rompió ese tapón generacional de la transición. Pero el 15M se ha hecho mayor, son diez años menos jóvenes. A través de la consultaría hemos estudiado cómo líderes de menos de 40 años en las Cortes generales que hace una década. Aquellos que se empoderaron hoy se han hecho mayores. En el libro revindico la necesidad de repetir un hito generacional como fue la transición, como también lo fue el 15M. Porque si no, se corre el riesgo de excluir a una parte importante de la población en la construcción de nuestra historia. La generación Z, que es la siguiente a la mía, en el ámbito institucional, está muy poco representada. Y eso puede ser síntoma de cómo las instituciones no están sabiendo interpelar lo suficiente a determinado grupo generacional. Lo que no está descartado es que en los próximos meses o años se repita una analógica similar a las 15M, pero con una generación distinta que hoy por hoy no se siente interpelada. Y cuando digo en el ámbito institucional también me refiero a lo más mainstream, a los medios de comunicación. Es verdad que toda la capacidad que tuvo el 15M de incorporar a nuevas voces hoy no se está produciendo porque probablemente estén en otros sitios. Creo que la generación del 15M se quedó a medio camino de los pudo haber conseguido. Dedico muchas horas a estar en Youtube y Tiktok, ámbitos de socialización y de generación de contenidos fuera del circuito más tradicional. Y veo gente que habla de política de una forma diferente a lo que estamos habituados y a la que nadie se está dirigiendo. Y eso es un problema porque contribuye a una generación de brechas. Yo soy del año 90, soy la última generación que nací de forma analógica, pero que su madurez fue digital. Si no se incorpora a esa generación hay dos posibilidades: que se rebelen o que se ausenten del debate político. Yo prefiero que se rebelen. Porque la política es un ámbito que o la llenas tu o la llenan terceros, con otras ideas quizá que te acaban perjudicando.
--Fuiste asesor en el Ministerio de Políticas Territorial. ¿Mandan mucho quienes están en la cocina de la política”
--Hay mucho mito respecto a los asesores. Los asesores somos irresponsables en el sentido literal de la palabra. No somos responsables de lo que se hace, para bien y para mal. Me parece injusto cuando todas las cosas buenas se atribuyen a un asesor y todas las malas se atribuyen a quien le ha contratado. Sé, porque lo he conocido por dentro, que esa lógica es mentira. Nos debemos a quienes nos contrata y por nosotros mismos, no somos nadie. Uno decide contratarte y otro decide echarte. He tenido la suerte de trabajar en la última década tanto en el sector público como en el privado. Y también en el ámbito de los medios de comunicación, que está a caballo entre esos dos mundos. Creo que las instituciones no tienen suficientes recursos para desarrollar políticas públicas. El número de asesores del Gobierno están regulados por ley. Un ministro tiene cinco asesores eventuales. Y un ministerio tiene a miles de personas trabajando. Pero si quieres desarrollar tu proyecto político necesitas personas de confianza que te apoyen frente a lo que hay fuera, es decir, frente al sector privado, que tengan la capacidad de contrastar, de hacer frente a las presiones internas, pero que también tengan la capacidad de coordinar internamente la institución. Cuando se habla de spin doctors se habla más del ámbito de la comunicación, que de la política pública. Aunque me gusten los medios, yo no he sido asesor de comunicación, sino en el ámbito de políticas públicas, que es la fundamental.
--Por el libro desfilan numerosos personajes, entre ellos Albert Rivera y Pablo Iglesias, en su día valores emergentes de la nueva política, pero que ya no están. ¿Cómo valoras ese final?
--En los últimos años hemos tenido a líderes de distintos partidos cuyo principal problema es que se parecían demasiado. Por ejemplo eran de la misma edad, eran hombres y aspiraban a ocupar la misma posición. De todos estos líderes que son Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias, solo sobrevive uno que es presidente del Gobierno, que tuvo la capacidad de pactar con uno. Primero con Rivera y después con Iglesias. Eso evidencia es el que mejor ha leído su tiempo. Albert Rivera tuve ocasión de conocerle y en el terreno de lo personal solo puedo tener buenas palabras. Me sorprendió porque en 2011 fue uno de los pocos que me dijo que entendía la dimensión del 15M, cosa que no encontré entre los políticos de izquierdas que estaban en las instituciones. Pero a partir de la moción de censura toma malas decisiones porque durante tiempo interiorizó que iba a ser presidente del Gobierno y tuvo una posición maximalista. Ciudadanos nació para acabar con la política de rojos y azules, pero teniendo la capacidad de hacerlo renunciaron y solo apoyaron a los azules. Querían acabar con la lógica de los nacionalismos, pero no lo hicieron. Respecto a Pablo Iglesias, los reformistas a veces podemos ser cínicos apostando permanentemente el pacto, pero debemos interiorizar que si no hay una amenaza revolucionaria, no hay tantos incentivos para la reforma. La presencia de Podemos en la política española ha obligado al PSOE a tener una agenda más ambiciosa en su política económica, por ejemplo. Con eso no quiero decir que tengamos un Gobierno comunista. Iglesias ha pasado por el Gobierno sin expropiar ninguna empresa, el derecho a la propiedad privada está intacto y probablemente, parte de la desmovilización en Podemos tenga que ver con las frustración de expectativas. Pero creo que su paso por el Gobierno ha sido útil.
--¿Qué figuras políticas van a protagonizar la política en los próximos meses o años?
--No lo sé, pero a priori, Feijóo y Yolanda Díaz tienen unos elementos compartidos, aparte de ser gallegos, que me hacen ser optimista respecto a la dinámica que se puede generar. Veníamos de Pablo Iglesias y Pablo Casado que tienen una lógica muy confrontacionista. Pero tanto Yolanda Díaz desde la izquierda, como Núñez Feijóo no son conocidos por aplicar una lógica de confrontación permanente y sistemática a su alrededor. Y eso debería ser una buena oportunidad. Los próximos meses van a estar muy condicionados por el contexto internacional. Está moviendo mucho a todo el mundo. Estamos viendo cosas que nunca habíamos visto, salto el Capitolio en Estados Unidos y Rusia amenaza con una guerra nuclear. Y eso nos tiene que hacer ver que no podemos hacer el tonto. Cuando veo a un diputado de las Cortes asegurando que España no es una democracia o que el presidente del Gobierno es ilegítimo es un insulto a nuestra historia y a quienes realmente son oposición a regímenes autoritarios en todo el mundo, que se juegan la vida para vivir en un régimen de derechos y libertades.