En un whatsapp enviado a sus colaboradores, Toni Rodríguez se mostraba dolido y sorprendido por su cese como responsable de la Comisaría Central de Investigación Criminal. Un área con competencias en la lucha contra la corrupción dependiente de jueces y fiscales que ningún mando de los Mossos d’Esquadra se había atrevido a controlar. Ni el propio Josep Lluís Trapero. Y eso que lo intentó.

El relevo de Trapero y Rodríguez forma parte de una purga en la cúpula de los Mossos d’Esquadra hecha a la medida de ERC, que debuta en este mandato al frente de la Consejería de Interior. ¿Una purga efectiva? Fuentes policiales consultadas por Crónica Global cuestionan que el blindaje de investigaciones que afectaban a Laura Borràs, Miquel Buch y CDC hayan tenido un peso tan específico en la marcha de Rodríguez, pues eran cuestiones que estaban ya judicializadas. Y aseguran que la proverbial obsesión por el control de Trapero, conocida por sus allegados, le llevó a intentar controlar esa macroárea de Investigación Criminal. De ésta dependen varias unidades, entre ellas Anticorrupción, cuyo responsable, el subinspector Juan Manuel Lazo, que dimitió tras el cese de Rodríguez, no era precisamente amigo de Trapero.

Politización

“Ni Trapero era tan neutral como se intenta asegurar ni los nuevos jefes van a sucumbir tan fácilmente a las presiones políticas”, aseguran esas fuentes. Lo cierto es que la remodelación de la cúpula policial catalana aflora cinco años de politización independentista en un cuerpo lastrado por las pugnas entre Junts per Catalunya y ERC, el intento de utilizar a los Mossos con fines procesistas y las tribulaciones de mandos que han pasado de héroes a villanos a una velocidad de crucero.

Es el caso del propio Trapero, icono del independentismo en los días previos al referéndum del 1 de octubre de 2017 y que, tras ser juzgado por sedición, fue absuelto y reincorporado en el cargo de jefe de Mossos. Hizo acto de contrición, se reconcilió con quien le sustituyó durante la aplicación del artículo 155 de la Constitución y restableció relaciones con las instituciones del Estado. Uno de sus primeros actos tras recuperar el cargo fue reunirse con la delegada del Gobierno en Cataluña, pero lo que realmente supuso el principio del fin del alto mando fue su viaje a Madrid, donde visitó la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y, según algunas fuentes, la Zarzuela. Una visita convenientemente filtrada por quienes deseaban dar un golpe de timón a una consejería dirigida por primera vez por Esquerra.

Remesa convergente

Con Trapero, que ha sido sustituido por Josep Maria Estela --miembro de la remesa de nuevos comisarios elegidos a dedo por el exconsejero de Interior, Miquel Buch-- cayó Rodríguez, destinado ahora a la comisaría de Rubí y relevado por Ramon Chacon. Éste último asume ahora la jefatura de esa Comisaría General de Investigación Criminal, de la que depende Anticorrupción, “la única unidad que funcionaba de manera autónoma. Trapero no se atrevió a controlar un equipo que debe dar respuesta ante jueces y fiscales. Pero eso no significa que no lo intentara. De hecho, sí había injerencias cuando mandaba, pues exigía que todos los temas sensibles pasaran por sus manos. Y muchos de ellos no se resolvían”, asegura un mosso conocedor de esas investigaciones.

La nueva cúpula de Mossos d'Esquadra encabezada por Josep Maria Estela / MOSSOS

De hecho, las relaciones entre Juan Manuel Lazo, exresponsable de la unidad anticorrupción, y Trapero nunca fueron buenas. Como igualmente conocidas son las desavenencias entre el exjefe de los Mossos y el director general de la policía autonómica, Pere Ferrer. “Ni se hablaban”, afirma el citado mosso. Ferrer, que asumió el cargo en septiembre de 2019 --ha ocupado varios puestos en Interior, donde ha trabajado a las órdenes de los consejeros Jordi JanéJoaquim Forn y Miquel Buch-- se ha convertido en el hombre fuerte del departamento. Un ejemplo de ello es el decreto aprobado el verano pasado por el Govern que otorga a Ferrer el mando del cuerpo de escoltas de los Mossos, incluidos los procedentes de la polémica área de seguridad institucional (ASI) --la guardia pretoriana de Quim Torra--, de forma que la dirección de esta unidad es política, y no policial.

El regreso de Sallent

ERC hereda, por tanto, un dirigente encumbrado por Convergència. No es el único, Eduard Sallent es el número dos de los Mossos. Fue comisario jefe de los Mossos entre junio de 2019 y noviembre de 2020. Pero tras la restitución de Trapero, el exconsejero de Interior Miquel Sàmper le destinó a la comisaría de la región Metropolitana Sur. Tras la caída en desgracia de Trapero, muchos apostaban por Sallent como sustituto. “Sus desavenencias con Quim Torra eran conocidas. Sallent no se presta fácilmente a según qué juegos políticos”, afirman las citadas fuentes de los Mossos. No olvidan en el cuerpo el "apreteu, apreteu" que dirigió el expresidente a los CDR mientras daba la espalda a sus propios agentes. Los acuerdos entre Esquerra y CUP volvieron a utilizar a los Mossos como moneda de cambio y, actualmente, una comisión parlamentaria presidida por los antisistema amenaza con a auditoría de los mossos más grande que el Govern nunca hizo durante estos cinco años de procesismo.

El tiempo dirá si los nuevos mandos policiales sucumben a las presiones de los cargos políticos, aunque para la oposición política, hay pocas dudas de que se trata de una nueva “policía patriótica” hecha a la medida de Esquerra. El PSC exigirá la comparecencia en el Parlament del conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, para que dé explicaciones sobre las reformas en la estructura de mandos de la policía autonómica.