Josep Lluís Trapero está al límite. De hecho, lo está desde que ERC entró en el Govern y comenzó a cuestionar el modelo policial para ganarse los favores de la CUP. El jefe de los Mossos resiste, apoyado por sus agentes que, hartos de ser moneda de cambio entre políticos, ven en el mayor al único mando capaz de hacerle frente al nuevo consejero de Interior.
Pero las malas relaciones entre Trapero y el director general de la policía, Pere Ferrer, unidas a los futuros cambios dentro de la cúpula policial, pueden complicar su permanencia en el cargo. Fuentes policiales aseguran que Interior podría designar altos mandos en las próximas semanas, incluso otro mayor --hay varios comisarios a la expectativa--, algo que “conociendo a Trapero, no podría consentir”.
Dicho de otra manera, el jefe de la policía autonómica espera los próximos movimientos de Interior en favor de la CUP para decidir su futuro. Aunque está dispuesto a dar la batalla en un más que enrarecido ambiente en la consejería.
Oficina para fiscalizar a los Mossos
La creación de una oficina de denuncia para fiscalizar la actuación de los cuerpos de seguridad catalanes al margen de la consejería, anunciada por la CUP, se suma a otras iniciativas que tienen como finalidad remodelar el cuerpo de Mossos a la medida de los antisistema. Gracias al pacto con este partido, Pere Aragonès fue investido presidente y ahora necesita de sus votos para aprobar los presupuestos de la Generalitat de 2022. De ahí que, en tan solo cinco meses, la CUP se haya hecho con la presidencia de la comisión de trabajo sobre el nuevo modelo policial creada en el Parlament; se hayan centralizado los servicios jurídicos en la Consejería de Presidencia para filtrar los casos contra activistas acusados de agredir a agentes en los que debe ejercer la acusación particular, y se ha puesto en manos de Pere Ferrer la unidad de escoltas, incluidos los que habían estado destinados a la guardia pretoriana de Quim Torra.
Durante este tiempo, ERC sustituyó a Junts per Catalunya al frente de la Consejería de Interior a través de Joan Ignasi Elena, y mantuvo en el cargo a Trapero. ERC no tiene cargos de confianza dentro de los Mossos y en el departamento nadie entiende el poder que sigue acumulando Ferrer, heredado de la etapa convergente.
"No se atreven a echar a Trapero"
Por eso, explican desde el cuerpo, “Elena no se atreve a echar a Trapero, pero puede hacerle la vida imposible”. Las relaciones entre Elena y el jefe de los Mossos, al que mantuvo en su cargo --el exconsejero Miquel Sàmper restituyó al mayor tras ser absuelto de los delitos de sedición y desobediencia por los que fue juzgado tras el referéndum del 1-O--, se deterioraron rápidamente cuando se supo que, el pasado 15 de julio, Trapero se desplazó a Madrid para mantener reuniones operativas en el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional y la Zarzuela.
El consejero desconocía la existencia de ese viaje, con el que el mayor cumplía su promesa de reconducir las relaciones con la Policía Nacional y la Guardia Civil. El nuevo talante de Trapero ha indignado al independentismo más recalcitrante, lo que ha puesto contra las cuerdas a los republicanos, que el pasado sábado recibieron una serie advertencia por parte de los Mossos y las policías locales, movilizados para reclamar dignidad.
La secuencia de los hechos
Pero la secuencia de hechos en esta convulsa gestión policial de Aragonès se remonta al viernes, cuando se celebró el Dia de les Esquadres, donde Pere Aragonès tuvo buenas palabras para el cuerpo, pero fue Trapero quien hizo una defensa acérrima de sus agentes. “Observamos con preocupación la repetición en los debates públicos de que aquel que tira piedras a la policía debe ser considerado un activista. Entendemos que el derecho a la manifestación y a la concentración debe ser molesto. Así es como hemos avanzado”, dijo el mayor. No obstante, el hecho de que Trapero hiciera entrega de galardones a personas de su entorno fue interpretado como un gesto demasiado “personalista” por alguno de los asistentes. “Estamos acostumbrados a sus traperadas”, afirman dentro del cuerpo.
Al día siguiente, Mossos, Guardia Urbana y policías locales exigían respeto en las calles, y el domingo se anunciaba la externalización del control de los Mossos.
¿El retorno de Sallent?
“Nos fiscaliza la División de Asuntos Internos, la fiscalía, los jueces, el Parlament, las juntas se seguimiento… ¿necesitamos otra oficina, o es que estamos en permanente sospecha?”, denuncia un portavoz sindical, quien acusa a los antisistema de buscar el “repliegue corporativo” de los Mossos, ahora unidos en defensa de sus derechos.
A la espera de futuro movimientos en Interior, en el cuerpo crece el convencimiento de que el comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent, podría ser el sustituto de Trapero si éste arroja la toalla o la presión de la cúpula política de la consejería le obligan a abandonar. De hecho, los rumores de que el mayor podría dar el salto a la empresa privada son constantes, sobre todo desde que se reconcilió con el comisario Ferran López, con quien rompió relaciones cuando éste le sustituyó durante la aplicación del artículo 155.
López, posiblemente conocedor de esas tensiones en Interior que hoy amenazan a su amigo, fichó como responsable de seguridad del FC Barcelona el pasado abril. De momento, quien ha seguido los pasos de López es el inspector Lluís Miquel Venteo, uno de los hombres que componía la denominada policía patriótica de Puigdemont y que supuestamente participó en el operativo encargado de la detención de Josep María Bartomeu. Según publicó Culemanía, Venteo se incorporará al departamento de seguridad del Barça.