Soto Ivars: "Sin Iglesias y Puigdemont hoy no existiría Vox"
El autor de 'La casa del ahorcado' señala que la izquierda ha hecho a la gente "prisionera de su identidad" y defiende el mestizaje
17 abril, 2021 00:00Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) conversa con gran fluidez. Con él se pasa de una cuestión a otra y se enlaza con un libro, con una cita, o con una reflexión que da pie a otra idea, que pudiera ser circunstancial, pero que acaba ligada a su primera pretensión: hacer entender una cuestión muy básica, pero que se pone ahora en permanente duda: “Soy de los que cree que la sociedad no está en mi contra. De los que piensan que se deben reformar muchas cosas, que hay que empujar para lograr esos cambios, pero no he interiorizado que todo lo que sucede es porque se está en mi contra”, asegura, en un largo intercambio de ideas con Crónica Global. Soto Ivars, columnista en diferentes medios de comunicación, es el autor de Arden las redes: la poscensura y el nuevo mundo virtual, que fue un golpe de aire fresco para demostrar lo ficticio, aunque existe y es tangible, de esos golpes dialécticos que han supuesto redes sociales como Twitter. Y acaba de publicar La Casa del ahorcado, cómo el tabú asfixia la democracia occidental (Debate), en el que carga sin piedad contra “una izquierda que hace a la gente prisionera de su identidad”. Y tiene claro que “sin Iglesias y Puigdemont, hoy no existiría Vox”.
--Pregunta: ¿La revolución de mayo de 1968 es la culpable, como señalaba Tony Judt, de que la izquierda apostara, a partir de ese momento, por valores individuales en detrimento de los colectivos, que había sido la esencia de su lucha?
--Respuesta: Para mí supone un punto de partida que acaba contaminando a esa izquierda mucho después. Es cierto que son burgueses de clase alta, lectores de Foucault, alumnos de Derrida, y seguidores de los movimientos de descolonización. Y que son valores individuales lo que defienden. Pero lo que llama mucho la atención es que, posteriormente, a alguien como Manu Chao, que en los años 90 era el gran ídolo, al colocar en sus canciones bongos y sonidos multiculturales, se le tache de manipulador cultural y de imperialista. Hay guardianes de las esencias de los oprimidos que han cambiado la visión de artistas como Manu Chao. El negro también es manipulado. Y el blanco lo utiliza, otra vez, pero de forma distinta. Lo hemos visto con el movimiento Black Lives Matter, cuando en las marchas que se hacían grupos de blancos se arrodillaban para lamer las botas de los negros. El negro se utilizaba para limpiar la casa del blanco y ahora se le utiliza para limpiar la conciencia de ese mismo blanco.
Soto Ivars considera que las sociedades occidentales, y la española en particular, sufrieron un golpe muy fuerte con la crisis de 2008. Se trata de una cuestión psicológica, que se refiere a la posibilidad real de que “el hijo que tendrás, o el que tienes difícilmente vivirá mejor que tu”. La interiorización de que el mundo ya no sigue unos parámetros de claro avance social, lleva a una parte de la izquierda a refugiarse en las identidades, a protegerse de alguien, a victimizarse. El autor de La casa del ahorcado habla de Marc Lilla, y de su libro de referencia, El regreso liberal, en el que explica como la izquierda, a partir de los departamentos universitarios en Estados Unidos, busca a los diferentes colectivos, de raza, género o identidad sexual, como potenciales electores, abandonando un discurso global que integre a un porcentaje alto de la población a partir de un proyecto socioeconómico.
--¿Toda esa fractura social, a partir de identidades, la fomentaron los medios de comunicación o éstos reflejan esas diferencias? Pienso en las radios especializadas, que comenzaron con una oferta musical concreta: country, rock, salsa, indy….
--Es en Estados Unidos donde se busca una apropiación de distintos colectivos. Pero no sé si es una cuestión de los medios. Es otra cosa más compleja. A Rosalía la han acusado de apropiarse culturalmente del pueblo gitano, o a otros artistas de apropiación de otros colectivos. Y creo que habría que superar todo eso. Para mí no hay cultura blanca o cultura negra. El flamenco es algo español, sí, pero que gusta en Japón y que aspira a formar parte de la cultura universal, ¿por qué no? El blues forma parte de mi cultura. Crecí escuchando a B.B. King. Es tan mi cultura como Cervantes o Freddie Mercury, que era indio. El mestizaje es una cosa de todos, o debería serlo. Ahora Mercury es cuestionado, es un indio aplastado por el imperialismo, y además, como gay, víctima del patriarcado. La izquierda hace a la gente prisionera de su identidad. Es un cambio asombroso.
La cuestión cultural parece clara, a juicio de Juan Soto Ivars, que se ha documentado con montañas de libros de antropología social. Su idea es que cuando algo molesta se recurre al tabú. Y ahora todo son tabús, por lo que la conversación pública ha quedado limitada, con corsés que no se podían imaginar hace sólo unos años. El columnista habla de su propia experiencia, y constata que el llamado régimen del 78, “es de lo mejor que ha pasado en España”, y que ha ofrecido libertad al conjunto de los ciudadanos. Pero se ha instalado en ese debate público que es lo peor, que es un régimen prácticamente totalitario. Y es muy difícil darle la vuelta.
En España Juan Soto Ivars cree que se ha producido un fenómeno político de reacción ante esas presiones que ha dado lugar a Vox. “Sin Iglesias y sin Puigdemont hoy no existiría Vox”, señala convencido, al entender que “el discurso de Puigdemont y el discurso de la izquierda postmoderna, como si se tratara de una pinza, ha dado lugar a una reacción”. Sería como un juego de presiones mutuas, una democracia que se tensiona, de forma irresponsable desde dos extremos, el independentismo y el populismo de izquierdas.
En ese sentido, a juicio de Soto Ivars, “Iglesias es un Aznar de izquierdas. Los dos son egocéntricos, feos, que se han refugiado en sus peinados, en un pelo característico”. Pero el columnista vuelve al hecho cultural.
--¿Era revolucionario lo que pretendía una discográfica como la Motown, cuando quería ofrecer música para todos, aunque sus principales artistas fueran negros?
--Bueno, es que se produjo una apropiación cultural con otros fenómenos, como el de Elvis Presley. Lo que se quería era vender música para blancos, con ritmos propios de negros, pero en un momento en el que en Estados Unidos imperaba un racismo muy activo, y no se quería comprar discos con carátulas de artistas negros. Pero es cierto que se iba hacia una superación de todo eso. Luego llegaron los Lenny Kravitz y ya antes Aretha Franklin. Y en los deportes Michael Jordan o Tiger Woods. Yo no sabía, cuando escuchaba de pequeño la música de Stevie Wonder que era negro. Es decir, ya se había conseguido que la cultura pudiera ser universal o que nuestros iconos deportivos fueran universales, al margen del colectivo al que pudieran pertenecer, y, en cambio, desde hace unos años los encasillamos a todos. Se pone a cada uno en su celda.
--Cuando ya se había conseguido todo eso, ahora ¿caminamos hacia atrás?
--Es que se habla con unos términos que se creían superados. Pensábamos que estaba de fábula el hecho de que en el discurso de Joe Biden una chica joven, negra, leyera un discurso en su toma de posesión, Amanda Gorman y luego… ya sabemos esa historia de la traducción.
--¿Es la máxima tontería esa circunstancia, el hecho de que se niegue la traducción del poema de Amanda Gorman a quien no sea una mujer negra?
--Es el racismo aceptado como políticamente correcto. Y yo, ahora, como autor, tuviera un traductor en Estados Unidos, y fuera un negro y dijera que estoy en contra, me dirían racista.
--En el libro habla de las tribus, de todas esas tribus que se sienten victimizadas. ¿Cómo es posible que las tribus independentistas no tengan grietas frente a Puigdemont?
--Bueno, sí las tienen, creo. En Esquerra Republicana no están muy felices con Puigdemont. Un militante de Esquerra no creo que odie más a Sánchez que a Puigdemont. En Esquerra se habla de un proyecto a largo plazo, se desea tener más paciencia. Y eso, desde el punto de vista de un constitucionalista, me parece más grave. Porque un constitucionalista no se puede fiar de ERC, que lo que quiere es la independencia.