Pedro Sánchez con Carmen Calvo (PSOE) y Pere Aragonès con Oriol Junqueras (ERC) / CG

Pedro Sánchez con Carmen Calvo (PSOE) y Pere Aragonès con Oriol Junqueras (ERC) / CG

Política

Los recelos entre PSOE y ERC llevarán a la parálisis de la legislatura

Los socialistas quieren aguantar y se cargan de paciencia, pero rechazan una reunión entre Gobiernos, mientras que ERC, avalada ya por sus militantes, reclama un gesto que pueda 'vender'

26 noviembre, 2019 00:00

Los recelos son grandes. El PSOE y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) acaban de comenzar una negociación que puede llevar a la parálisis una legislatura que tomará cuerpo el próximo 3 de diciembre, con la constitución de las Cortes. Los planes para que se forme el nuevo Gobierno antes de Navidad han comenzado a posponerse, y las dos partes admiten que “no hay nada seguro”. Esa parálisis, en cualquier caso, será utilizada de distinta manera por cada una de las fuerzas políticas, y los socialistas entienden que ya han tomado una decisión, y que la llevarán hasta el final, con lo que inyectan toda la presión a los republicanos.

El entorno del presidente en funciones, Pedro Sánchez, no quiere precipitarse. Se confía plenamente en los negociadores del PSOE, con Adriana Lastra a la cabeza, con la idea de no llegar a una reunión entre los dos Gobiernos, el español y el catalán, como pretende Pere Aragonès, el líder de ERC y el hombre que está a los mandos del partido, conectado en todo momento con Oriol Junqueras, y con Carmen Calvo, la vicepresidenta del Gobierno. Los socialistas llegaron a un acuerdo para iniciar negociaciones entre los dos grupos parlamentarios, hecho que Esquerra ha vendido como un gran avance. Pero, por ahora, el PSOE no quiere nuevos pasos. Poco a poco.

Los votos de los militantes de ERC

Se entiende que ERC está en una posición de máximos y que se deberá negociar, y dar pasos también, por parte del PSOE, para llegar a un acuerdo. Pero el riesgo de que todo quede empantanado existe. Nadie lo descarta, y aparece el fantasma de nuevas elecciones, o de otras combinaciones, con el PP como el gran árbitro de la legislatura. Por el momento, ERC se presenta a la negociación con el voto de su militancia. Este lunes se pronunció de forma clara, con un 94,6% a favor de votar 'no' a Sánchez, si previamente no se llega a un acuerdo sobre una mesa de partidos. Es, de hecho, lo que quería la dirección republicana, que se siente avalada para llegar hasta el final. 

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, vota en la consulta a la militancia del PSOE / Jesús Hellín - EP

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, vota en la consulta a la militancia del PSOE / Jesús Hellín - EP

El PSOE quiere aguantar. El desgaste ya lo ha tenido. Tanto el PP como Ciudadanos, y Vox, reprocharon a los socialistas el acercamiento de Sánchez al Gobierno de Quim Torra. Se repitieron las elecciones, el PSOE perdió tres escaños, pero el mapa político de fondo ha quedado igual, y los socialistas, tras el rápido acuerdo con Unidas Podemos, consideran que no pueden tomar otros derroteros, a menos que los propios actores implicados decidan otro rumbo. Pero eso es complicado. Unidas Podemos, con negociaciones para el reparto de responsabilidades en el Gobierno, no tiene ninguna alternativa que la de esperar y, junto al PSOE, intentar que ERC se abstenga.

Una baza para las elecciones catalanas

¿Lo puede romper todo ERC? Sí, porque existe una división interna y muchas dudas, como siempre que los republicanos se han visto en disyuntivas críticas. Las dudas aparecen de forma periódica, aunque su estrategia se haya visto avalada por las urnas: han ganado dos elecciones generales seguidas en Cataluña y las elecciones municipales por delante de su rival, Junts per Catalunya. Pese a ello, Esquerra puede bloquearse internamente. La voluntad de la dirección, a pesar de todo, es clara: “Se desea llegar a un acuerdo, se desea que el Gobierno de Sánchez pueda comenzar a caminar, pero también el PSOE debe entender que ERC se juega mucho, que depende el futuro de la política catalana de esa decisión”.

Ese es el problema que las dos fuerzas deben sortear: un camino estrecho, entre una posible cesión al independentismo de ERC, una reunión, una hoja de ruta más o menos difusa o ambigua, que el PSOE pueda asumir, y que sea suficiente para que Esquerra la pueda ofrecer a su electorado a pocos meses de unas elecciones catalanas que serán decisivas. La idea de que son los republicanos los que pueden conseguir que sea efectivo el lema Sit and Talk es demasiado golosa para dejarla de lado.

Los dirigentes de Esquerra, Roger Torrent, Marta Vilalta, Pere Aragonés y Gabriel Rufián celebran los resultados electorales / EFE

Los dirigentes de Esquerra, Roger Torrent, Marta Vilalta, Pere Aragonés y Gabriel Rufián celebran los resultados electorales / EFE

El PP, de árbitro

Sin embargo, el PSOE es consciente del autobloqueo que se puede inflingir Esquerra. Y que eso acabe produciendo una parálisis. En esa situación aparecen el PP y Ciudadanos. Los socialistas han querido explorar una vía igual de complicada: la negociación con Ciudadanos, para que la formación naranja ofrezca sus diez diputados, con un sí en la investidura. Pero el PSOE debería entonces prescindir de Unidas Podemos, y jugárselo todo a una abstención del PP. Con 130 diputados (los 120 del PSOE y los 10 de Ciudadanos), fuentes del PP admiten que no podrían dejar en la estacada a Sánchez. Es decir, se abstendrían y negociarían la aprobación de unos nuevos presupuestos.

Los socialistas, a pesar de todas esas dificultades, creen que pueden conseguir su objetivo, aunque se lleve todo al límite. Entienden que los republicanos no pueden desaprovechar la ocasión, y que aún no han tomado conciencia de la nueva composición del Congreso. Los 52 diputados de Vox serán ruidosos, y su presencia, cuando se constituya el Congreso, evidenciará la fuerza de la ultraderecha, junto a la derecha que representan los 88 diputados del PP. ¿Querrá ser responsable ERC de provocar unas terceras elecciones? En eso confía también el PSOE para rebajar las expectativas de los republicanos en la negociación.