Isabel Fernández: "Hay que ser implacable al exigir el respeto a los derechos de las personas"
La profesora de Comunicación de la UAB y miembro de Impulso Ciudadano, Universitaris per la Convivència y Foro de Profesores es una de las voces más activas ante los abusos del nacionalismo catalán
17 noviembre, 2019 00:00Isabel Fernández Alonso es una de las docentes que más ha levantado la voz frente a los abusos del nacionalismo catalán en la universidad en los últimos tiempos. Profesora titular de Comunicación de la UAB, es miembro de entidades como Impulso Ciudadano, Universitaris per la Convivència y Foro de Profesores. También ha colaborado con Societat Civil Catalana (SCC). Fernández es contundente a la hora de denunciar los excesos el independentismo catalán y sostiene que “en democracia no se negocia con los derechos y libertades de las personas”.
--Pregunta: ¿Cómo hemos llegado a una situación en la que la universidad está tan politizada por el independentismo?
--Respuesta: A mí, más que politizada, me gusta decir que está instrumentalizada políticamente, porque está bien que haya política en la universidad, que se debata sobre cualquier cuestión que se trate en el Parlamento, el problema es cuando se excluyen determinadas posiciones y cuando la universidad toma partido. La universidad siempre ha estado politizada, siempre ha habido interés por las cuestiones sociales y siempre ha habido estudiantes y profesores con diferentes sensibilidades. Se ha invitado --y deben venir-- a representantes de las diferentes fuerzas políticas. Lo que no me gusta nada es que algunos sean excluidos, que se declaren a políticos personas non gratas o que se suspendan debates políticos porque a una de las participantes --por ejemplo-- le acompañen diputados de Cs. Solo faltaría que los diputados no pudieran moverse por los campus universitarios. Lo que está mal es que se limite la expresión de determinados planteamientos políticos y que la universidad como institución tome partido y no sea respetuosa con la diversidad.
--Pero esto hace tiempo que ocurre... ¿Cuándo decidió rebelarse ante esta exclusión?
--Me da la impresión de que esto lleva sucediendo demasiado tiempo. Uno va tomando conciencia poco a poco, paulatinamente: yo recuerdo que hace tiempo no estaba tan implicada ni tan preocupada por lo que sucede, pero he tomado clara conciencia del problema desde el momento en que los jóvenes de SCC empezaron a organizar actividades en el campus y observé que había un grupo muy activo --el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans (SEPC) y una denominada plataforma antifascista-- que clarísimamente limitaban sus derechos. Era impresionante, les rodeaban, les insultaban, les impedían absolutamente desarrollar cualquier actividad. Era como negarles su presencia en el espacio público. Incluso llegaron a recoger firmas --y esto me angustió especialmente-- para expulsar al colectivo de jóvenes de SCC del campus. Esto me parece inasumible. Yo he participado en debates en la radio de la universidad a los que venían estos estudiantes del SEPC y ellos justificaban [sus propuestas de expulsión de los jóvenes de SCC] diciendo que eran fascistas y que estaba justificado lo que hacían. Yo les decía que es una mentira, una falsedad absoluta, pero es que aunque lo fuera, en democracia, no se puede agredir a nadie. Que esto suceda con esa normalidad me parece muy grave. Que alguien se atreva a afirmarlo con esa naturalidad es un síntoma de que algo no marcha bien. Pero lo que siempre me ha parecido más preocupante es que no hubiera una condena contundente y clara por parte de las autoridades universitarias y de la comunidad universitaria en general.
--Y se sintió empujada a implicarse más...
--Al final, éramos unos pocos profesores los que nos manifestábamos muy críticos con lo que estaba sucediendo, otros que te daban la razón en los pasillos, pero sigue faltando un pronunciamiento claro sobre ese tipo de comportamientos. Incluso a mí me han llegado a reprochar que lo denunciase públicamente. Y esto me parece una anomalía muy grande. Yo tomé la palabra en el claustro para decir que esto no puede ser. Y la respuesta fue unos tímidos aplausos y un gran silencio. Esto es algo que viene de atrás. Hay la sensación de que hay determinadas cosas que se toleran de alguna manera (“hay que entender”, “hay que mediar”...). No, mire usted, no hay que mediar. Cuando hay derechos de por medio, no hay que mediar.
--¿Y qué solución tiene? Porque hemos visto incluso sentencias judiciales a universidades --como en la UAB-- por vulnerar derechos de estudiantes, pero que parece que no se cumplen...
--La sentencia fue por no incorporar en el directorio de colectivos a los estudiantes. Eso sí se ha cumplido porque los han incorporado. No queda más remedio. Lo que es inaudito es que se intentase no incorporarlos y los argumentos que se daban, de su actividad crítica en redes sociales, que es algo increíble. Porque si hay algo que está dañando la imagen de la UAB no son los estudiantes de SCC o de S’ha Acabat sino, obviamente, los encapuchados, los que les agreden. Lo que hay que hacer es impedir que tengan lugar este tipo de comportamientos. No hay que hacer nada más y nada menos que eso. El problema es que cuando tú lo has consentido durante demasiado tiempo, cuando has permitido esa violencia y esa vulneración de derechos durante tanto tiempo, cada vez se hace más difícil, porque se sienten con una especie de derecho a seguir ejerciéndola. Pero no hay más remedio que cortarla... es que no hay matices. No se puede negociar con los derechos de las personas. En democracia no se negocia con los derechos y las libertades, se tienen que respetar. Y una democracia que se precie tiene que utilizar todos los mecanismos de los que dispone para que los derechos sean respetados. Y también me parece increíble el debate sobre si la policía puede o no entrar en los campus. ¿Por qué no va a poder la policía entrar en un campus? Yo recuerdo una imagen durante estas últimas huelgas de 15 ó 20 encapuchados corriendo por el campus… ¿Lo normal es que no pueda entrar la policía? Evidentemente, esto no pasa todos los días, pero esto está pasando.
--¿Hay alguna norma que prohíba explícitamente que los Mossos entren en la universidad o es una leyenda urbana?
--El pacto está escrito. Nosotros hemos llegado a ver el acuerdo entre la UAB y la dirección de la policía. Pero esto es sorprendente porque es como crear un espacio de impunidad en democracia. Una cosa que me preocupa mucho y que hemos estado viendo estas últimas semanas en Barcelona es que hay una especie de demonización de la policía. Y en democracia a la gente se la juzga si comete algún delito, no se presupone que alguien va a delinquir y menos si son funcionarios públicos. No se puede presuponer que una persona va a delinquir por formar parte de un determinado colectivo. La policía debería acceder [a las universidades] con total normalidad y, cuando la seguridad del campus no pueda controlar --porque no está preparada para ello-- la violencia de estos grupos, tendría que actuar. Y tendrían que aplicarse las penas correspondientes. Eso es la democracia: garantizar que se respetan los derechos y las libertades de las personas. Es muy sorprendente que tengamos que estar insistiendo en algo que para mí es absolutamente evidente.
--¿Qué consecuencias puede tener todo esto?
--Estoy segura de que muchos de los que tenían comportamientos violentos en las calles de Barcelona son los que se les ha permitido en los pequeños entornos tener este tipo de comportamientos, porque ningún joven hace espontáneamente este tipo de cosas. Porque no solo es violencia sino que además hay mucho odio detrás. Yo en el campus en más de una ocasión intentaba hablar con ellos pero no atienden a razones. Es una cosa muy alarmante que haya esos grupos y que puedan crecer. Hay que hacer una labor de concienciación, explicar públicamente lo que pasa, argumentar… pero desde luego hay que frenar este tipo de comportamientos de raíz. Esto es inadmisible. Se han encontrado con chavales de 18 ó 20 años, la primera vez que hacían un acto allí en el campus, asustados. Y muchos estudiantes constitucionalistas que se acercaban a estos colectivos porque les hacía gracia participar en este tipo de iniciativas que sintieron tanto miedo que lo dejaron... Tiene mucho mérito el trabajo que están haciendo.
--Llegar a sentir miedo por lo que se hace en una universidad lo define muy bien...
--Sienten miedo los chicos porque se ha ejercido violencia contra ellos. Es que se ha vulnerado su libertad de expresión, de reunión, hasta su libertad de movimiento... les han rodeado. ¿Pero qué es eso en una democracia? Y que no haya una condena absolutamente rotunda... es que eso es inadmisible lo haga quien lo haga. Esto no es una cuestión de nacionalismo o no nacionalismo sino de derechos y libertades fundamentales. Y las autoridades tienen una responsabilidad en este tema. Que los profesores que digamos algo hayamos sido durante un tiempo una excepción, me resulta muy llamativo porque estoy convencida de que hay muchísima gente que no está de acuerdo, constitucionalistas e independentistas. Hay que romper el hielo y hay que atreverse a decir que esto no puede ser. Si no hay respeto a los derechos y libertades, nada tiene sentido. ¿Cómo vamos a empezar ningún diálogo si no estamos respetando los derechos de las personas; si no estamos reconociendo que todas las personas tienen toda la legitimidad para organizar los actos que consideren oportunos --siempre que sean respetuosos--? ¿No se puede hacer en la universidad un debate sobre nacionalismo y populismo en Europa? ¿O un videofórum sobre el papel que ha jugado el nacionalismo en Cataluña? Hasta ahí podríamos llegar. Si hay un acto que no me interesa, simplemente no voy.
--Hace décadas que hay ataques a profesores que critican el nacionalismo en la universidad. ¿La situación es peor o mejor que antes?
--Yo no vivía aquí hace 20 años. No tengo toda la perspectiva pero, por buscar algo positivo en medio de todo este despropósito, creo que hay gente que por fin ha decidido alzar la voz. También hay diferencia entre el ámbito universitario y primaria o secundaria. He podido vivir ambos ámbitos y creo que en la universidad hay una discrepancia bastante mayor, o al menos se ve. Tengo la sensación que eso pasa en unas universidades más que en otras. Me impresiona el ambiente de la UB. Mi sensación de estos días, en los que he ido en varias ocasiones al hilo de la carta de los 800 profesores, es la de ir por el campus y que te paren diversos compañeros para decirte que era una iniciativa muy necesaria y que gracias por haberla promovido. Eso me satisface porque quiere decir que hay personas que están tomando conciencia y que probablemente acabarán sumándose a estos movimientos.
--Pero hay poca respuesta institucional...
--Lo que es inasumible es que una universidad ante todo esto no reaccione. Para mí es inasumible desde un punto de vista intelectual y ético no decir nada ante este intento de apropiarse de lo que pensamos. ¿Qué hace una universidad suscribiendo un manifiesto único sobre un tema en el que hay tanta diferencia y tanta tensión en la sociedad? Me recordaba aquel editorial conjunto [de la prensa catalana contra la sentencia del Estatut], me choca mucho. La idea es muy sorprendente. Pero cuando entras en el contenido, es completamente inasumible. La combinación entre la asociación de estudiantes S’ha acabat, que lidera todo esto, y Profesores por la Convivencia es una buena combinación. El acto del jueves simbolizó esta discrepancia.
--Hemos visto a rectores presentando ese manifiesto al presidente Torra.
--No son rectores, son representantes de los claustros. Bueno, tampoco representan a todos, son algunos afines al nacionalismo que se han arrogado la representación claustral cuando, que yo sepa, no existe esa competencia más allá de la que tiene el rector. Es inaudito. La foto es bastante lamentable, en plena campaña electoral, el presidente de la Generalitat recibe un mismo manifiesto que reproduce todos los mantras y el discurso de los partidos separatistas, sin ningún tipo de argumentación. Cualquier documento que elabore una universidad tiene que ser riguroso y respetuoso. Hay principios a los que, como académicos, no podemos renunciar. Más que un manifiesto, eso es un panfleto político que, sinceramente, a mí me avergüenza, me resulta humillante que mi universidad apruebe ese documento y lo encima lo presente como algo amplísimo compartido, porque estoy convencida de que no es así.
--Sorprende ese activismo político cuando la universidad catalana es la más cara de España.
--Ha habido quejas y compañeros que reivindican una mejor universidad. pero la vida política está absolutamente absorbida por el procés, que deteriora la vida social en Cataluña y la vida intelectual. No puede ser que una universidad esté dedicada a esto. Debe ser noticia por las investigaciones científicas, por la transferencia de conocimiento y los profesores deberíamos estar dedicados a esto. Que se convoque un claustro extraordinario para debatir ese esperpento de manifiesto es síntoma de una enorme degradación intelectual y una vulneración del derecho a la libertad ideológica: se quiere silenciar la discrepancia. Estoy convencidos de que hay muchos nacionalistas que no quieren apropiarse del pensamiento de nadie. Yo respeto sus planteamientos, aunque no los comparto. La salida es el respeto, no la imposición. Lo vemos en la política, procede un diálogo entre catalanes, pero también dentro de la comunidad universitaria.
--¿La situación repercute en la llegada de alumnos extranjeros?
--No tengo cifras. Pero lo normal es que afecte. Y encima con la modificación de los criterios de evaluación que a mí esto me parece más que cuestionable, teniendo en cuenta la normativa de Bolonia, siempre muy exigente, con un sistema de evaluación muy vinculados a las formas de plantear las clases. Se nos ha pedido que seamos más que escrupulosos y de pronto se cambian los criterios sobre la marcha y encima por cuestiones ideológicas. Y puede afectar a la protección de datos. Un alumno que decide solicitar esa evaluación final única podría entenderse que está alineado ideológicamente. Son muchos menos los que lo han pedido, pero daña la imagen de la universidad. Un alumno de fuera se lo pensará mucho. A mi preguntan mucho y yo les explico lo que hay.
--Esta atmósfera nacionalista e incluso las imágenes violencia que hemos visto puede afectar a la movilidad, a las estancias de profesores, a la calidad de los profesores...
--Para estancias puntuales no afecta, tanto, otra cosa es que te plantees venir a trabajar a Cataluña. Convendría hacer algún estudio sobre lo que sucede. Sé que en determinadas profesiones hay funcionarios eligen Cataluña como última opción. En la universidad hay un sistema de acceso bastante complejo. Y aunque no hay inmersión, el tema de la lengua es lógico que genere dudas. El sistema de contratación que se dibuja y el ambiente político no ayuda en absoluto. Yo mismo reconozco que estoy aquí desde hace años, pero si estuviera en una universidad de Cuenca o de Huelva, no me plantearía venir a Cataluña.
--¿Y se plantea irse?
--Sí, todos nos hemos planteado irnos. Reconozco que hay momentos en los que te lo planteas en serio. Pero por otro lado es doloroso que alguien decida por ti. Los que todavía somos funcionarios, porque ahora ya no se convocan plazas en la universidad, tenemos una cierta obligación. Eres funcionario del Estado y tengo un especial blindaje que hace que mi trabajo sea más cómodo, pero también me obliga a intentar hacer algo. A un profesor asociado o con contrato temporal no puedes pedirle que alce la voz. Si a veces yo me siento presionado, no quiero imaginar cómo se sienten personas que están en situación más precaria.
--El jueves se reunieron con el Defensor del Pueblo ¿con el Síndic de Greuges no se van a reunir?
--Vistos los pronunciamientos del Síndic sobre neutralidad institucional... Estamos muy ocupados y cuando reaccionamos lo hacemos ante instancias que pueden ser receptivas. Como pensamos que se están vulnerando varios derechos, como el de educación y la libertad ideológica, la función del Defensor del Pueblo es ampararlos. También estamos pensando en impugnar judicialmente estos acuerdos de los claustros. También hemos acudido al acto de S’ha acabat porque tienen una energía increíble, me gusta la idea de una universidad de todos, que me recuerda a la manifestación de octubre de 2017, con la idea de que todos somos Cataluña. Y lo creo firmemente, que Cataluña y las universidades son diversas. Es un discurso ganador, bastante diferente al de "els carrers seran sempre nostres" o "l'escola en català".
--Antes decía que con los derechos no se negocia. Frente al nacionalismo, hay quien dice que hay que reconduirlo y encajarlo dentro de la ley, y otros que mantienen que solo se le puede combatir.
--Hay que ser implacable en la exigencia de que se respeten las normas y los derechos de las personas. Creo que es un error manifiesto, y es lo que nos ha conducido hasta aquí, hacer concesiones. El concepto de diálogo, para el nacionalismo, es decir “hola, tengo 30 exigencias”. En una mesa de diálogo, todo el mundo está dispuesto a ceder, pero el nacionalismo nunca cede. Tal como lo he visto, el nacionalismo es insaciable, quiere ganar cada vez más terreno. Me preocupa que, desde el poder, se haga un discurso de odio hacia el otro, es lo que más angustia me genera. Hay que dejar muy claro, sin género de duda, que las normas se respetan porque no hay democracia posible sin ese respeto. Es inconcebible las agresiones a políticos que van a ejercer su derecho al voto, lo vimos el domingo pasado, con Inés Arrimadas o Cayetana Álvarez de Toledo. Esa fijación por determinadas personalidades, que se digan incluso que van a provocar porque se mueven por un determinado territorio. Te puede gustar más o menos un comportamiento, pero no se le puede negar a una persona el derecho a moverse por un territorio e incluso le agredan. Estos discursos que ponen en duda derechos y libertades fundamentales me parece especialmente reprobable. Ya está bien que quienes se dedican sistemáticamente a coaccionar sean tratados de forma privilegiada. Y no se debe tener miedo a decir eso. Y me parece increíble que algunos discursos de la izquierda, de la que me siento parte, defiendan privilegios fiscales por razones históricas. ¿Qué es eso? Si gobiernas un país debe procurar que todas las personas vivan en condiciones similares y con la mayor igualdad dentro de Cataluña, de España, en Europa y en el mundo.
--¿Debería reformarse el modelo de Estado?
Cuando se plantea la recentralización es absolutamente legítimo. A lo mejor es mucho mejor que una cosa esté coordinada desde el Estado, en lugar de que haya mil organismos dispersos y competencias superpuestas. En la universidad vemos verdaderos despropósitos como consecuencia del Estado de las Autonomías. Hay cosas que manifiestamente se pueden mejorar. Y no por eso eres una persona menos progresista o demócrata, hasta ahí podríamos llegar. Una competencia puede estar centralizada y ser muy respetuosa con la diversidad. Yo he visto una sobrerepresentación catalana en reuniones en el ministerio. Si lo dices, te pueden llamar facha, aunque tal como están las cosas en Cataluña, me preocuparía que no me lo llamaran.