Alejandro Fernández Álvarez, portavoz del Partido Popular en el Parlamento de Cataluña / LENA PRIETO

Alejandro Fernández Álvarez, portavoz del Partido Popular en el Parlamento de Cataluña / LENA PRIETO

Política

Alejandro Fernández: "El 9N se rompió el pacto constitucional"

El candidato a presidir el PPC reivindica el legado de Aznar y se niega negociar con Torra, a quien considera impulsor de "una nueva primavera árabe a la catalana"

17 octubre, 2018 00:00

Alejandro Fernández (Tarragona, 1976) está dispuesto a asumir el reto de reflotar un partido hundido electoralmente. Considerado como uno de los mejores oradores del Parlament, es el candidato a suceder a Xavier García Albiol al frente del PP catalán. Reivindica el legado de José María Aznar. “Siempre le he defendido, incluso cuando no estaba de moda en el PP”, afirma este licenciado en Ciencias Políticas.

—Pregunta. ¿Se aplicó bien el artículo 155?

—Respuesta. Es muy fácil hablar a toro pasado. Creo que tras los días 6 y 7 de septiembre (aprobación de las leyes de ruptura en el Parlament) hubiera sido un bueno momento, pero Ciudadanos y PSOE dudaban muchísimo. Luego ya se planteó tras el referéndum del 1-O. Insisto desde la compresión, yo no estaba en el Gobierno.

¿El discurso del Rey fue decisivo?

—Creo que fue determinante la manifestación del 8 de octubre, el mensaje “No estáis solos” retumbó y hubo un punto de inflexión

¿En qué falló el PP?

—La autocrítica en política está muy bien pero la autoflagelación, no. El pacto constitucional se acabó con la consulta del 9N de 2014 y se intentó mantener con respiración artificial a través del diálogo. Se tenía que intentar, no había otro remedio. Pero una parte sustancial de la población percibió que la respuesta que se estaba dando no era suficientemente contundente. El hundimiento electoral del PP empieza en las elecciones municipales del 2015 ¿Había otra alternativa? No lo sé, cuando se rompe el pacto constitucional, los damnificados son los que participaron en ese pacto. CDC desaparece, también UDC; el PSC, que llegó a tener 52 diputados en 1999 y ganó en votos las elecciones, ahora tiene 17. Y el PP pasa de 19 a 4. Es el que más se resiente porque gestionó el 9N. Luego hay otro factor del que no se habla. Cataluña ha importado fenómenos europeos antes que España. Cuando había bipartidismo puro en España, en Cataluña ya había multipartidismo. La extrema derecha metió baza con Plataforma per Catalunya en Cataluña. También empieza aquí la entrada de los populismos y el surgimiento de plataformas como sustitutas de los partidos políticos tradicionales. Y eso nos devora. Ciudadanos nace más como un movimiento de respuesta que como partido, Puigdemont monta una plataforma... Hay muchos elementos que nos han dejado en fuera de juego.

Usted dice que el independentismo deberá asumir su culpabilidad, pero ¿a qué puede renunciar el constitucionalismo para recuperar la convivencia?

—Es que yo no puedo plantear eso a la sociedad catalana cuando tiene un presidente catalán que llama a la rebelión y la insurrección cada día. Me puedo plantear ese escenario cuando haga ese acto de contrición, cuando el Govern renuncie a la retórica y al odio. Es necesaria una normalidad, después ya vendrá la generosidad. No puedo ser generoso con quien actúa con radicalidad y violencia respecto a la mitad de la población catalana, a quienes considera colonos. En el Debate de Política General pedí que sacaran a ese señor de aquí y pusieran a un presidente democrático que respete la separación de poderes y, sobre todo, que no cosifique y estigmatice a la mitad de los catalanes. Cuando tengamos un gobierno normal, hablaremos.

Alejandro Fernández (PP) en la redacción de Crónica Global / LENA PRIETO

Alejandro Fernández (PP) en la redacción de Crónica Global / LENA PRIETO

Alejandro Fernández (PP) en la redacción de Crónica Global / LENA PRIETO

¿Eso no es una forma de esconder que, tarde o temprano, las partes deberán negociar?

—Pero antes debe haber dos partes. Cuando Torra dice que la gente se tendrá que sacrificar, lo que está diciendo es que debe haber otro conato de primavera árabe a la catalana, que es la ocupación física por parte de miles de personas de los edificios públicos y con la potencial violencia que ello conlleva. No podemos sentarnos a negociar con esta persona. Ahora mismo, el único mensaje que puedo lanzar a la parte constitucionalista es “vamos a defender nuestros derechos”. Un mensaje de firmeza insobornable. Entono el mea culpa porque sé que, en algunos momentos, hubo muchas personas que se sintieron abandonadas. Pero ahora vamos a defenderlas. Yo soy una persona pactista y me he sentado a negociar, sin esconder que soy un liberal conservador comme il faut. Pero no puedo negociar con quien amenaza e insulta.

Crecen las voces a favor de rebajar las condenas a los independentistas procesados como solución. El expresidente del Tribunal Supremo Pascual Sala va en esa línea.

—Es un error estratégico gravísimo el aceptar la más mínima deslegitimación del poder judicial. Un poder que, obviamente, está sometido al escrutinio de la opinión pública. Pero algunos discursos del PSOE pueden ir en ese sentido de la deslegitimación si las sentencias no le gustan. Las sentencias las vamos a respetar, sean las que sean. El separatismo sabe que el golpe, tal como lo tenían planeado, se basaba en masas dispuestas a una cierta colisión con los poderes del Estado. Se dice que en el 1-O fueron a votar y les pegaron. No. La consigna era “defendemos las urnas”, que es diferente. Es decir, enfrentémonos a la policía para que no se las lleven. Esa fórmula llegó hasta donde llegó. El siguiente paso, afortunadamente, no sucedió. Pretenden deslegitimar las instituciones del Estado, la monarquía y el poder judicial.

¿Cuál ha sido el mejor presidente del PP en Cataluña?

—Ha habido dos que tenían un proyecto muy claro y definido, pero muy distintos: Josep Piqué y Vidal-Quadras. Pero no les fue muy bien.

¿Con quién se identifica?

—Yo soy yo, y ellos son dos personas con una capacidad intelectual formidable. A mí lo que me gustaría que ocurriera es que la política catalana volviera, no al eje estricto izquierda-derecha, que no volverá porque los tiempos han cambiado, sino al debate de valores, de una visión económica o social. Es en lo que me siento más cómodo. Aquí todo el mundo es progre, pero Cataluña y Navarra son las dos comunidades con más conciertos sanitarios y educativos privados, con más gente con seguros privados. El comportamiento de los catalanes es más bien conservador. El público lo tiene, pero el debate procesista se lo ha llevado por delante.

¿Qué propone para Barcelona, candidatura propia del PP o transversal con Manuel Valls?

—La verdad es que ahora mismo no lo sé. Sí sé que hay miles de barceloneses que creen en una ciudad que no sea la capital mundial de los manteros o de la antiglobalización. Que quieren una Barcelona ordenada, cívica, segura, que persiga la ocupación ilegal. Esos son los valores del PP. No tengo claro a día de hoy que esos sean los valores de Manuel Valls. No es una decisión sencilla. En situaciones políticas difíciles hay miles de barceloneses que nos votan y es porque comparten nuestra visión.

¿Ese modelo constitucionalista para Barcelona es replicable en otros municipios como Badalona o L’Hospitalet?

—El debate barcelonés tiene un alcance europeo y casi mundial. Hay tres Barcelonas posibles: la Barcelona capital de la república catalana y la Barcelona antiglobalización y de los manteros, que son dos visiones populistas. Y luego está la Barcelona cosmopolita que nosotros defendemos. No veo que el debate en Badalona y L’Hospitalet sea el mismo. Hay temas más locales.

El independentismo ha tenido éxito en imponer su relato en Cataluña y ahora ha logrado hacerlo en la agenda española. ¿Son muy listos o la otra parte ha fallado?

Jordi Canal lo explica muy bien. Califica de kafkiano el proceso separatista, pero admite el éxito del proceso de nacionalización de Jordi Pujol en los noventa. No es que tuviera la connivencia de los sucesivos gobiernos de España, pero no le dieron la importancia suficiente. No vieron venir que el independentismo podía utilizar esos instrumentos. También ha habido un cambio generacional. No es lo mismo sentarte a hablar con Miquel Roca o Joaquim Molins que con los que hay ahora. Pujol, más allá de los episodios bochornosos de su vida personal, era un animal político capaz de aglutinar mayorías para impulsar su proyecto.

Alejandro Fernández, durante la entrevista en Crónica Global / LENA PRIETO

¿Pero por qué no hay capacidad para crear un relato sobre la identidad de quienes no quieren separarse?

—Discrepo, hay un relato tremendamente exitoso que ahora hay que renovar. Es la España de los años noventa. Es un relato del PP, que cuando llega al Gobierno traslada a la sociedad algo que parecía una quimera: que éramos capaces de aplicar los criterios de Maastricht, tener una política exterior propia, romper el mantra de un paro estructural, que no se podía liberalizar la economía… España traslada un relato de gran nación a nivel internacional. La España de 2000 al 2004, antes del atentado, es exitosa, optimista. Luego cambia todo.

¿Qué opina de Pablo Casado?

—Casado tiene las condiciones para poder reunificar el centro-derecha a medio plazo y para recuperar anímicamente España.

¿Le ve obsesionado con Vox?

—Una cosa es el papel del día a día. Sus competidores le preocupan, pero tiene los mimbres para hacer ese proyecto.

Reivindica la figura de Aznar, pero hay quien puede pensar que es un lastre para el partido.

—Me molestan mucho esos debates. Siempre hay una etapa en la que se produce un divorcio sentimental con el líder anterior. Hasta Helmut Kohl lo sufrió, pero luego se produjo la reconciliación. Creo que ahora se va a producir una reconciliación con el legado de Aznar. Yo he defendido la figura de Aznar incluso cuando no era precisamente la última moda en mi partido. Un gran partido, y sobre todo joven, y el PP lo es, si no tiene referentes históricos fuertes, cualquier crisis se lo lleva por delante. Y nosotros hemos vivido momentos muy duros cuando referentes históricos han salido por la puerta de atrás debido a la corrupción. Poder reivindicar a Rajoy y Aznar es vital para el PP porque ambos han sido muy buenos presidentes.

¿Esa es la fórmula para arañar votos a Vox y Ciudadanos?

—Antes hablaba de una visión a largo plazo de la reunificación del centro-derecha, porque el PP, por implantación territorial, no se puede comparar con Cs o Vox. En el próximo ciclo electoral, PP saldrá el primero y le corresponderá liderar esa reunificación. Pero es evidente que vamos a tener que competir. Los codazos del día a día nos pueden dar algunos votos, pero debemos ser capaces de ofrecer un proyecto ilusionante.

Asume el liderazgo de un partido hundido en Cataluña. ¿Cómo piensa revertir esa situación?

—El primer paso es la recuperación anímica de las bases. Cuando se abre una nueva etapa parece que critiques la anterior, pero yo soy corresponsable porque era portavoz y presidente provincial. Debemos reformular nuestra oferta política para Cataluña. El procés nos ha impedido elaborar esa agenda. Queremos hablar de otras cosas, de educación, sanidad, economía. Asumo que no hay milagros en política, pero pasito a pasito.

¿Cree necesario un diálogo entre las fuerzas constitucionalistas?

—Hay una gran diferencia respecto a lo que intenta hacer ahora Pedro Sánchez. Esa voluntad de diálogo es anterior a los días 6 y 7 de septiembre (aprobación de las leyes de ruptura), al 3-O y al 27-O. No es lo mismo querer negociar antes de cometer el golpe del Estado que después cuando sabes de qué pie cojean y encima dicen que quieren volver a cometerlo. El PSOE ha salido del pacto constitucionalista.

¿Por qué lo dice?

—Es evidente que su estrategia de negociación con Torra va en contra lo que defienden el resto de fuerzas constitucionalistas. Esto se nota en muchas cosas, también en las votaciones que tienen lugar en el Parlament. Ciudadanos, tras las elecciones autonómicas del 21D, renunció a liderar las fuerzas constitucionalistas. Sus razones tendrán, su objetivo era lanzar una OPA al PP. Y creo que se equivocaron. Un error del constitucionalismo es supeditar la estrategia en Cataluña a las necesidades de la política nacional. También le ha pasado a Cs. Lo que funcionó muy bien en los plenos del 6-7 de septiembre, esa sintonía entre las fuerzas constitucionalistas, se perdió. Mi objetivo es recuperar esa sintonía.

¿Qué diferencia hay entre PP y Cs?

—Nosotros somos un partido liberal conservador y la agenda social de Cs es de izquierdas. Hay muchas votaciones en el Parlament relativas a la escuela concertada, a la sanidad o a la inmigración que nos distancian. Ellos tienen un discurso sobre la eutanasia, el aborto o natalidad distinto al nuestro. Pero a día de hoy, eso no está en la agenda política.

¿Cómo se convence entonces a un votante de que apoye al PP?

—Volverá, tardará un poco, pero volverá. Mientras tanto hay que reconocer que la situación es muy compleja. Habrá un posproceso en el que se vuelva a hablar de políticas públicas. Mientras, debemos competir.

¿Presionar a Inés Arrimadas para presentar una moción de censura es una estrategia partidista del PP?

—Felipe González perdió una moción de censura, pero en las elecciones de 1982 ganó con mayoría absoluta bestial. La gente percibió una alternativa. Estoy convencido de que, con el nivel de estulticia y de miseria moral a la que está llegando la presidencia de Torra, ese debate es bueno para el constitucionalismo. Porque se visualiza una alternativa. Ese debate se ganaría ante la opinión pública.

Pero se visualizaría la imagen de Arrimadas sola y el independentismo reunificado.

—Pero ahí está el liderazgo, tienes la oportunidad de explicar a los catalanes que tienes un proyecto. ¿Por qué una moción solo se tiene que presentar para ganarla? En nuestro sistema, es una moción constructiva y una manera de decir que lo que tienes delante es inaceptable.

Con ese argumento, comprende la moción de Sánchez contra Rajoy, porque se daba por perdida.

—La diferencia es que Arrimadas y un servidor salimos a defender un proyecto común. Ya me dirá qué proyecto compartido tienen Sánchez y Torra. Aquella moción era de todo, menos constructiva. Era entrar por la puerta de atrás.