Marta Pascal, excoordinadora de PDeCAT, junto a Jordi Xuclà / EFE

Marta Pascal, excoordinadora de PDeCAT, junto a Jordi Xuclà / EFE

Política

El peronismo ‘indepe’ de Puigdemont liquida el PDeCAT

La presión del 'expresident' lleva a Marta Pascal a dejar la dirección del partido y a iniciar su disolución en la Crida Nacional para competir con ERC

21 julio, 2018 23:52

This is the end. Se acabó. La historia del PDeCAT ha sido muy corta, apenas dos años. Ha sido imposible que continuara porque la aventura independentista ha arrasado con los partidos y los proyectos de salvación personal se han impuesto. El peronismo independentista de Carles Puigdemont, que ha dado lugar a la Crida Nacional, y que en sólo cuatro días ya ha logrado la inscripción de 40.000 activistas, lo impregna todo.

Y, a pesar de malas artes, de imposiciones y de odios africanos, el partido ha abrazado la causa, provocando que Marta Pascal abandone la dirección. “No cuento con la confianza de Puigdemont”, admitió, dando paso a algo nuevo que ha sido diseñado, sin embargo, por los estrategas de siempre, por los viejos convergentes que quieren seguir pugnando por el poder con la figura ahora de Puigdemont, que lidera el independentismo con su posición irredenta.  

Pascal no ha aguantado. La confianza de la dirección del PDeCAT, con ella al frente y con David Bonvehí, que será nombrado presidente del partido –hace dos años lo promocionó el propio Puigdemont— y con el grueso del grupo parlamentario del partido en el Congreso, se basaba en la fuerza de los alcaldes.

Malas artes

Se consideraba que éstos acabarían viendo la realidad de un proyecto, la Crida Nacional, diseñado por viejos convergentes, como David Madí o Agustí Colomines, además de los que se habían quedado en fuera de juego, como Francesc Homs o Jordi Cuminal, de carácter personalista y con tintes “peronistas e izquierdosos”.

Puigdemont toma PDeCAT / Pepe Farruqo

Puigdemont toma PDeCAT / Pepe Farruqo

Las malas artes empleadas, como la presión de Elsa Artadi, la portavoz del Govern a los propios miembros del Ejecutivo autonómico que forman parte del PDeCAT para que no apoyaran a Marta Pascal, o el control del acceso a los presos, impidiendo mediaciones que favorecieran al equipo de Pascal, como ha explicado Crónica Global, no han hecho mella en los adheridos al partido, que sólo ven ahora en la figura de Puigdemont al unificador del independentismo, al que puede ganar contiendas electorales, directamente o por persona interpuesta.

Diluirse en la Crida

Y eso ha primado, con la influencia de los presos, como Jordi Turull, que no le perdonó a Pascal que se impusiera hace dos años en la refundación de Convergència, cuando había sido el elegido de Artur Mas. También Josep Rull, con muchas dudas hasta el último momento, Joaquim Forn y Jordi Sànchez, han sido decisivos para establecer un acuerdo con Puigdemont que es, en realidad, una entrega para un nuevo movimiento que se construirá como partido en los dos próximos meses.

El acuerdo pasa por colocar a Bonvehí como presidente del PDeCAT, con Miriam Nogueras de vicepresidenta. Nogueras es diputada en el Congreso, la cara amable del independentismo en los debates de televisión, y con una trayectoria política más bien escasa, cuyo mayor mérito es ser una forofa de Puigdemont. Quien sí es de la cuerda de Pascal, y que ha intentado establecer puentes es Ferran Bel, diputado en Tortosa, que podría ser el secretario de organización, a falta de la votación de este domingo.

En esa lista de cierto consenso también estará David Font, alcalde de Gironella, responsable de la organización del congreso. Pero toda esa dirección, sin más cargos, no tendrá otro objetivo que preparar su participación --es un eufemismo-- en la Crida Nacional per la República. La comisión política del partido votó este sábado, por casi unanimidad, reclamar a todos los asociados que a título individual se sumen a la Crida y se crear una comisión para la transición hacia el mismo espacio, es decir, para su autodisolución en el movimiento peronista de Puigdemont.

Torra y Artadi, al servicio

Las consecuencias serán importantes. La pasada semana Puigdemont reunió a dirigentes del partido en Hamburgo. Les dejó claro que dejaría el PDeCAT si Marta Pascal continuaba. Y en anteriores reuniones mostró su total desapego con Pascal por decisiones como el apoyo a la moción de censura contra Mariano Rajoy, que ha dado lugar al Gobierno de Pedro Sánchez y que ha abierto un escenario de diálogo diferente con el Gobierno de Quim Torra. Llegó a decir, incluso, que por una cuestión “personal”, sobre su defensa frente a la justicia española, le interesaba más que Rajoy hubiera seguido al frente del Ejecutivo.

Tras su victoria “a corto plazo”, como se indica desde el PDeCAT, de Puigdemont frente al juez Pablo Llanera, que ha implicado la retirada de la euroorden, el expresidente catalán se siente fuerte y organizará el consejo de la república desde Bruselas, --volverá a Waterloo el próximo sábado-- y dará órdenes al presidente Torra y a su pieza más valiosa, Elsa Artadi. Pero su futuro político sigue en el aire, sin poder entrar en España. El movimiento de la Crida, que recoge el nombre de los activistas de los años ochenta, como el propio Jordi Sànchez, es un triunfo personal de Puigdemont, dispuesto a arrasarlo todo, también a Esquerra Republicana, cuya dirección sigue perpleja, con Oriol Junqueras en la cárcel.

El estado mayor

El efecto tangible, por ahora, es que, pese a todo, al margen de los reproches internos de dirigentes como la exconsejera Clara Ponsatí, una buena parte del independentismo está al lado de Puigdemont, y de su irredentismo. Y ello provocará serias dificultades al Ejecutivo catalán si quiere, aunque sea mínimamente, aproximarse al Gobierno de Pedro Sánchez.

Otros, como David Madí o Agustí Colomines, como estrategas de un estado mayor, comprueban, otra vez, que sus inventos para mantener con vida esa especie de neoconvergencia populista tienen éxito, aunque en las encuestas Esquerra Republicana ya ha comenzado a tomar una seria distancia.