Las cesiones de Pedro Sánchez al independentismo con el objetivo --finalmente fallido-- de retrasar al máximo la celebración de elecciones han recibido duras críticas por parte de los partidos de la oposición.

No les faltaba razón a los que alertaban de que fue un error aceptar una mesa de partidos con los secesionistas presidida por un relator --indistinguible de la figura del mediador--; retirar el control financiero sobre la Generalitat --pese a seguir en manos de los mismos que promovieron la ruptura--; ordenar a la Abogacía del Estado que no acusase de rebelión a los encausados por el intento de secesión unilateral; abrir la puerta a la posibilidad de un indulto, en caso de que aquellos sean condenados; desacreditar y enterrar el informe de la Alta Inspección Educativa sobre el adoctrinamiento nacionalista en las escuelas catalanas; permitir la reapertura de embajadas de la Generalitat, que previsiblemente se utilizarán para promover el independentismo, y ponerse de perfil ante la ocupación del espacio público --y de los edificios autonómicos y municipales-- con simbología separatista, entre otros.

Con estos mimbres, cualquiera llegaría a la conclusión de que Sánchez es un personaje sin sentido de Estado que está dispuesto a descentralizar el país ilimitadamente, debilitándolo cuanto sea necesario para alcanzar o mantener el poder. Sin embargo, su Manual de resistencia muestra a un político con un pensamiento bien diferente.

Así, cabe destacar su definición del federalismo como un sistema tendente a unir, no a separar, algo que, sin duda, descolocará a muchos de los autodenominados federalistas: “Cuando hablamos de la España autonómica y planteamos el federalismo, aquí mucha gente, por nuestra historia, lo asocia a disgregación. Sin embargo, cuando se habla de federalismo europeo resulta ser todo lo contrario: es integrador. Hemos de hacer mucha pedagogía para que se entiendan las reformas, los conceptos, y fluya ese proceso político”.

De hecho, va más allá y, al plantear un modelo territorial para el Estado, apela a un término que no agrada demasiado a los nacionalistas: armonización. “El Estado tiene facultades de armonización legal que no ha utilizado. Tampoco hay que inventar la rueda, sino utilizar los mecanismos que ya existen. La España autonómica exige sobre todo lealtad y es evidente que el independentismo no ha sido leal. Pero resulta fundamental ganar la batalla política, que ni siquiera se ha planteado”, explica el presidente.

Sánchez da más pistas sobre su proyecto de armonización al referirse a los 23 puntos que Mas planteó a Rajoy cuando el primero aún era presidente de la Generalitat. Descartando la independencia, “algo por supuesto inadmisible, como tantas otras cuestiones que se incluían allí”, el presidente considera que “también había muchas otras medidas que apuntaban hacia problemas de Cataluña comunes al resto de Comunidades”. “Aquel era el momento de buscar soluciones para todos y demostrar que muchas de las situaciones que en Cataluña consideran maltrato del Gobierno de Madrid, y describen como agravios en su discurso victimista, en realidad son problemas extendidos por toda España. Hay cosas que no están funcionando. Pues bien, revisemos la situación”, explica, en lo que sería una nueva versión del café para todos.

Además, el presidente no solo asegura que “el 155 fue como un bálsamo para la sociedad catalana”, sino que defiende que su activación “se hizo de manera inteligente” y lanza un aviso a navegantes que quieran volver a probar el camino a Ítaca: “Es un artículo homologable a los que tienen otros países europeos, cuya pertinencia queda acreditada para el futuro porque ha demostrado ser proporcional a la envergadura del desafío”.

Finalmente, Sánchez también reivindica la bandera y el concepto de España. Recuerda que en junio de 2015 se presentó como candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno con una gran enseña nacional en el escenario y subraya que “el error de la izquierda española es no haber lucido esos símbolos como sí lo ha hecho la derecha”. En ese sentido, lamenta la “paradoja” de que “como partido autonomista que también somos, los candidatos socialistas sí presentan sus candidaturas luciendo las banderas de sus autonomías”, pero no suceda lo mismo a nivel nacional. Y alerta de que “no podemos negar España desde la izquierda porque es nuestro país, pero una cierta izquierda pone en cuestión la existencia de España”.

Esperemos que no olvide todo esto si sigue al frente del Gobierno tras el 28A.