Renfe gratis para todos como medida contra la inflación y a favor del medio ambiente y aeropuertos colapsados por falta de personal y condiciones laborales muy discutibles. Dicho de otro modo, pobreza y capitalismo salvaje se dan la mano en un momento especialmente delicado por la coyuntura actual, donde el regreso a la normalidad –aunque el coronavirus campa a sus anchas– tras tantos meses de parón está generando algunos problemas, en especial en lo que se refiere al transporte, ya sea de mercancías o de personas.

Venimos de unos años complicados para la mente, con confinamientos y aislamiento social, pero hay quien piensa que era mejor eso a lo que nos encontramos hoy con el regreso a las calles. Y, en buena medida, esto deriva de la mala planificación de nuestros gobernantes –y también del modelo que aceptamos como sociedad, en el que todos tenemos que hacer lo mismo y en las mismas fechas–. Si los colapsos de la AP-7 nos parecían poco, ahora también llegan a los aeropuertos: si no faltan empleados por una nefasta previsión, es que la tripulación y el personal de tierra –en general, el de las llamadas low cost– se planta ante unas condiciones laborales muy ajustadas. Pero, claro, si se les mejoran los contratos esas aerolíneas deberán subir los precios y se les acaba el chollo. De igual modo, el usuario tampoco puede pedir un gran servicio en estos casos. Aún gracias si el avión vuela. Todo no puede ser.

Y mientras los ricos se las apañan como pueden para llevar del mejor modo posible el cambio de vuelo o la cancelación –¿qué mejor manera hay de empezar unas vacaciones?–, los pobres reciben la noticia de que los trenes de Renfe (Cercanías, Rodalies, media distancia) serán gratis los últimos cuatro meses del año, en previsión de la que va a caer económicamente hablando y, de paso, para potenciar el transporte público, que hay que compensar las emisiones de los aviones.

Dirán que el anuncio de Pedro Sánchez es positivo, que mira por las clases trabajadoras, y sí, toda ayuda es poca en momentos difíciles, pero, a falta de más concreción, parece una medida discutible como la del cheque bebé de Zapatero –que duró tres años y que aprobó a las puertas de la crisis del 2008, que él negó–. En todo caso, una vez más, la iniciativa está muy bien hasta que empiezan a surgir las dudas. ¿Cómo se pagará? Con un crédito extraordinario que pedirá Renfe. ¿Quién acabará pagando esta bonificación del 100%? Como siempre, tú y yo. ¿Quién se beneficia? Los usuarios habituales, los que compran abonos multiviajes. ¿Y qué pasa con aquellos que han adquirido recientemente un abono de tres meses, que les durará hasta octubre? No se sabe. ¿Está preparado el sistema para absorber el posible aumento de demanda de estos trenes en el último trimestre del año? Pero si algunos están ya colapsados...

Es cierto que son muchos los que se beneficiarán de la medida, pero también lo es que discrimina a otros. Por ejemplo, hablando de Cataluña, hay numerosos lugares –y no muy lejanos a Barcelona– en los que no hay ferrocarril. Pero es que hay comunidades enteras, como Baleares, en las que Renfe no opera y no se puede aplicar dicha bonificación. Además, ¿por qué hay que pagarle el tren a todo el mundo independientemente de su renta y su situación? En todo caso, sería apropiado que disfrutasen de la gratuidad quienes realmente lo necesiten, pero, en este punto, tendríamos que preguntarnos cómo es posible que aceptemos que un trabajador no tenga recursos para abonar el precio del billete. ¿Y qué pasará cuando acabe este periodo de gratuidad? Silencio absoluto. En fin, es una medida llena de incógnitas.