Nuestro conseller astronáutico, Jordi Puigneró, se ha ganado unos días de asueto a cargo del contribuyente después de dedicar tantos esfuerzos y gastar tanta energía en menospreciar a España. Y los está aprovechando, aunque no termina de desconectar: el Ilustre Señor se ha marchado ahora a Nueva York para presentar una suerte de diccionario oral en catalán con el que pretende que las tostadoras entiendan esa lengua y la hablen. Sí, hay gente para todo.

Pero lo que más llama la atención de esta gira por las Américas del vicepresident es su cara de felicidad al ver que la campaña lingüística de la Generalitat se ha extendido a los paneles publicitarios de Times Square… aunque en inglés (¿y con un error ortográfico?). No sabemos cuánto ha pagado el Govern por ello, pero sí se puede constatar que la reacción de Puigneró es idéntica a la del niño que abre su regalo de Reyes, o a la del pueblerino que visita la ciudad por vez primera. Es verdad, Paco Martínez Soria estaba de mala gaita cuando llegó a Madrid en La ciudad no es para mí, si bien la sensación desde la distancia es que andan igual de desubicados.

Pero Puigneró no está solo. El independentismo es inasequible al desaliento y se esfuerza en dejarnos a diario escenas para el recuerdo. Una de ellas es la huelga de hambre (¿o habría que llamarlo ayuno intermitente?) iniciada por dos activistas en contra del 25% del castellano en las escuelas de Cataluña --la decisión judicial que tumba la inmersión--, aunque la iniciativa ha quedado algo deslucida porque uno de ellos, Tati Furriols, dijo a las pocas horas que renunciaba, que el médico se lo desaconsejaba y que su reivindicación ya había tenido la repercusión que buscaba.

Me lo imagino a lo Homer Simpson gritando eso de “quiero mi bocadillo” mientras sus compañeros de la central nuclear protestan contra las condiciones laborales. Claro, que como coach para este desafío tenía a Quim Torra, ducho en materia de ayuno --recordemos que dejó de comer 48 horas en solidaridad con los presos del procés, pero que después de saltarse la primera merienda ya le estaban tomando la presión, no fuera a ser que le diese un vahído--, y que mostró su apoyo a Furriols y cía. mientras removía la masa de los buñuelos de Cuaresma que estaba cocinando en casa. Genio y figura. Qué pena que la justicia lo inhabilitase por la chiquillada de mantener colgada una pancarta en la Generalitat en plena campaña electoral. ¡Qué líder perdió el independentismo! En Madrid respiraron aliviados cuando se lo quitaron de encima.

También anda mosca el independentismo con el Gobierno y con el Rey --nada nuevo-- a cuenta del patrimonio del monarca (2,5 millones de euros) y la supuesta falta de transparencia de la Casa Real, que tiene presupuestados 8,4 millones de euros al año. Reclaman más claridad, porque ellos “también pagan” el sueldo y la manutención del jefe del Estado y de su familia, y se cuestionan que la información sobre lo que tiene Felipe VI salga justo en medio del caso Pegasus. Tienen gracia sus exigencias, en tanto que las embajadas catalanas cuestan más (12 millones) que el Borbón y su séquito y tampoco está muy claro en qué se invierte tanto dinero ni el retorno que se obtiene.

Hablando de Pegasus, el independentismo ha descubierto que el CNI espía y que utiliza ese programa, aunque sigue dando palos de ciego y nadie ha demostrado que sean los servicios de inteligencia los responsables de esa supuesta intromisión masiva en teléfonos ajenos sin autorización judicial. No obstante, a algunos ya les suena raro que en la lista no aparezcan ni Junqueras ni Rufián… La historia continuará. Pero no olvidemos que todos estamos expuestos y que, como acaba de publicar la Autoridad Catalana de Protección de Datos (APDCAT), “la fuga de datos personales llega a cifras récord” con o sin espías. Mucho cuidado.