Atención absoluta. Silencio. Y sorpresa mayúscula reflejada en los rostros. El secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital, José María Lassalle, acaba de dictar una clase de historia, que, en realidad, es una lección política, porque sus conclusiones son rebatibles. Es su visión, la muestra y la defiende. “El nacionalismo español no existe”. Existió, sí, producto de los años de la dictadura, defendido por el falangismo franquista, pero ahora no, ahora no existe, otra cosa es que pueda resurgir, que cobre fuerza en los próximos años.

Es Lassalle en directo, en un desayuno reciente en Foment del Treball, con su plana mayor, pero con presencia de empresarios y directivos invitados. Entre los asistentes, varios políticos, que no ejercen ahora, pero que siempre lo serán. Uno de ellos sí está en activo. Es Antoni Fernández Teixidó, al frente de Lliures, que le pide a Lassalle que ofrezca salidas, que no interprete el pasado reciente, sino que se moje para encontrar alguna salida en las filas del PP.

El independentismo no ha sabido entender que puede despertar, ahora sí, un nacionalismo español fuerte

Otro es Lluís Recoder, que le agradece a Lassalle que ofrezca un acuerdo, que no busque victorias por goleadas. Y el otro es David Madí, que le espeta a Lassalle que no puede hacer otra cosa que sonreír cuando escucha que no existe un nacionalismo español que se muestre fuerte ante el nacionalismo catalán.

Pero Lassalle va a lo suyo. Se declara un “sorayo total”, y no entra en el posible fracaso del Gobierno español, supuestamente protagonizado, precisamente, por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Lo que reclama es que se apueste por una vía unitaria, que integre la pluralidad, un pacto donde el independentismo asuma la unidad, pero a cambio de un trato asimétrico, porque lo que no es igual, no puede ser tratado igual. Anuncia que no es un constitucionalista, y que para buscar soluciones hay otros expertos.

Lassalle advierte de que Ciudadanos puede irrumpir con un nacionalismo español que desdeñe el estado de las autonomías

Pero el autor del excelente libro Contra el populismo. Cartografía de un totalitarismo posmoderno (Debate), en el que arremete con sus antiguos compañeros neocon del PP, con algunas pullas sobre el pasado reciente de su partido, insiste. A lo largo del siglo XIX no hay autores que defiendan un nacionalismo español. Lo que hay, a su juicio, es la voluntad de construir un Estado liberal, con más fracasos que aciertos.

Sin embargo, apunta un hecho que el independentismo sigue sin asumir. Y es que jugando con el proceso soberanista, sí puede levantarse un nacionalismo español que eche por tierra los esfuerzos realizados desde la Transición.

Y eso sí debe ser motivo de una profunda reflexión. Lo que ha ocurrido con el Estado de las autonomías ha sido un intento de apostar por un país, España, plural, y con el autogobierno y el traspaso de muchas competencias a las comunidades, que no ha pensado tanto en identidades como en el orgullo por una transformación social y económica sin parangón en beneficio de los ciudadanos. Se hubiera tratado, siguiendo a Habermas, de un patriotismo constitucional, con el que jugó José María Aznar, antes de apostar por un proyecto ambicioso y nacional a partir de la mayoría absoluta de 2000, viendo que nadie quería seguir su primer propósito.

En Madrid se pide ahora armar un relato basado en el patriotismo, que sea inclusivo, para todos

Pero, a pesar de todo, ese nacionalismo español no se ha manifestado, en gran medida porque estaba acomplejado por todos los años de la dictadura, donde se exhibió a fondo.

Ahora las cosas podrían estar cambiando. Un partido, Ciudadanos, ha comenzado a erosionar por la derecha al PP, el gran bastión de esa idea de nación española, que el independentismo desea, para poder batirse de igual a igual. Eso es lo que dibujó Lassalle, para pedir acuerdos antes de que eso suceda.

Y esa es la ceguera del independentismo, que, forzando las cosas de forma insensata, ha despertado un nacionalismo español latente, que ya no entiende el propio Estado de las autonomías, que tanto éxito para todos ha proporcionado.

Por ello, ha comenzado a circular en Madrid una idea: buscar apoyos, armar un discurso bien trabado sobre un nuevo patriotismo español, que integre a nacionalidades como Cataluña, un relato inclusivo para todos, que encare, ya definitivamente, el siglo XXI. ¿Pero, hay alguien ahí para ponerse manos a la obra?