Rápida, simple y sin dolor. Así fue, en palabras de Felipe VI, la toma de posesión de Pedro Sánchez como presidente. Y así ha sido la llamada de este último al president, Quim Torra, un día después. El dolor vendrá después, como bien aventuró el monarca.

El telefonazo de Sánchez a Torra, explicado al segundo por las dos partes, apenas ha durado siete minutos en los que tanto el uno como el otro han quedado en verse, aunque no han concretado ni lugar ni fecha. ¿Estamos como estábamos? Más o menos.

Hace ya un año y medio, cuando el presidente echó a su antecesor de la Moncloa, quedaron en lo mismo: Sánchez llamó a Torra y acordaron verse “muy pronto”. Después llegó la reunión de Pedralbes, y más promesas de encuentros y acercamientos que nunca se produjeron. Más adelante, las elecciones generales, por partida doble, y todas las demás lo embarraron todo.

Ahora sí podría ser el momento, salvo por un matiz sin importancia: Torra está pendiente de su inhabilitación en firme, supuesto que impediría de nuevo y para siempre la reunión entre presidente y president. ¡Pero qué listo es Pedro! ¡Y qué manera de ganar tiempo!

De todos modos, no sé de qué van a hablar alguien que tiende la mano al diálogo dentro de la Constitución y alguien que no quiere diálogo ni Constitución, sino que alienta a los CDR a “apretar” y que es incapaz de condenar la violencia en las calles.

Sobre la llamada, poco más que añadir. Es un gesto de cara a la galería al que le auguro poco recorrido. Y uno más de los hechos que estamos viviendo en estos tiempos interesantes que tanto se están animando este año. En 2020 ya hemos vivido una investidura y un gobierno de coalición con cuatro vicepresidencias, la JEC ha inhabilitado a Torra, alguien ha descolgado la bandera de España de la Generalitat, el Tribunal Supremo deja en la cárcel al casi eurodiputado y casi inmune Junqueras, Australia está que arde, Estados Unidos e Irán están en guerra y Arabia Saudí está de moda: Dakar y Supercopa de España.

No quisiera desaprovechar la ocasión de mostrar todo mi apoyo a Sus Majestades los Reyes Magos. ¡Ni ellos están tranquilos! Ahora, en vez de repartir golosinas reciben caramelazos (supongo que en ellos descargan algunos el odio que sienten por Felipe VI); en lugar de seguir la estrella, siguen lazos amarillos y pancartas del Tsunami Democràtic; y en algunos lugares las Reinas Magas les están quitando el trabajo, especialmente en unas pocas localidades de Lleida. Espero que vuelvan el año que viene…