La lengua, como la religión, la familia o la raza, es uno de los valores esenciales que viajan con el ser humano. Por eso precisamente es tan difícil de abordar cuando se utiliza como arma arrojadiza, que es lo que ha hecho el nacionalismo catalán.

Durante más de medio siglo, el eje central de su proyecto político ha sido el idioma, un error reconocido incluso por su principal impulsor, Jordi Pujol. No es de extrañar que sus herederos de JxCat se opongan a cualquier salida que rebaje la tensión y permita que las aguas vuelvan a su cauce.

Otros partidos que en su día fueron abducidos por la doctrina identitaria pujolista han podido medio librarse del complejo que les produce no ser tan papistas como el papa. El mismo Oriol Junqueras lo acaba de verbalizar.

El claro posicionamiento de la justicia frente a la ilegalidad de la inmersión lingüística para los no catalanes ha sido un elemento fundamental en su cambio. Otro factor que influye en el viraje es la demografía: el 21% de los habitantes de Cataluña ha nacido en el extranjero y otro 15% en distintas zonas de España; eso sin contar a los niños descendientes de ese 36% que aun habiendo nacido aquí heredan la lengua de sus padres, ni con los adultos catalanes que se expresan en castellano.

Solo un fanático es incapaz de ver que la imposición conduce a un callejón sin salida, que es una batalla perdida. El único camino con alguna posibilidad de éxito es la invitación, el convencimiento desde la creatividad cultural y la empatía, vías que los neoconvergentes no quieren utilizar porque su política es la confrontación.

El martes pasado, RAC1, en absoluto sospechosa, entrevistó a las directoras de tres institutos catalanes para conocer el estado de la enseñanza --desde el punto de vista del lenguaje, claro está-- en sus respectivas poblaciones: Santa Coloma de Gramenet, Vic y Salt.

En el primero de ellos, donde conviven 45 idiomas, las clases se imparten exclusivamente en catalán, aunque algún profesor puede recurrir al inglés o al castellano en caso de incomunicación con un alumno concreto. En el segundo, el de Vic, todas las asignaturas se imparten en catalán, si bien con los recién llegados se puede usar el inglés o el castellano para desencallar la situación de forma puntual; en el patio, la lengua predominante también es el catalán pese a que convive con otros 20 lenguajes. En Salt, con casi 40 idiomas maternos, el catalán se aplica en el 100% de las asignaturas, el mismo que se oye mayoritariamente en el recreo.

El muestreo radiofónico, que no pretendía otra cosa que hacer un test en centros muy diferentes donde estudian unos 1.500 adolescentes, contradice el mantra de los hiperventilados que niegan la mayor, que sostienen que los colegios catalanes no usan suficientemente la lengua vernácula. Una letanía que, incluso si reflejara la realidad, tampoco podría invalidar el derecho que asiste a todos los alumnos a ser educados en los dos idiomas oficiales.