“Otro vendrá que bueno me hará”. Cuánta razón tiene el dicho popular en el ámbito de la política. Tras 10 años de procesismo, los hay que intentan seguir viviendo del cuento (independentista), léase Carles Puigdemont, Laura Borràs, Francesc de Dalmases, Josep Alay, Josep Costa y un largo etcétera de neoconvergentes, algunos de ellos muy gritones, que lo mismo rinden culto a un gobierno fake con sede en Waterloo, que quitan legitimidad al presidente catalán oficialmente investido. Aunque ambas estrategias son consustanciales, ya que solo pretenden erosionar a ERC.
Todos estos dirigentes secesionistas tienen en común su apego a la confrontación y la mala educación. Y aunque no tienen hoja de ruta para lograr la independencia, se empeñan en ver la viga en el ojo ajeno. Ellos indujeron a una parte de la militancia de Junts per Catalunya (JxCat) a salir del Govern, y eso ha dado alas a esa antigua Convergència que vuelve a sus esencias pujolistas del pasado y se erige en la gran apuesta de futuro. Es lógico que la crispación y la decadencia de esa neoconvergencia induzca a echar de menos otras formas de hacer política más pragmáticas. Pero cuidado, porque quien intenta capitalizar ahora esa división dentro de Junts es la CDC/PDECat del 3%, del caso Palau, de las mordidas, de las comisiones ilegales.
Lo dice la fiscalía y, previamente, el juez instructor de la Audiencia Nacional, que consideran a una treintena de acusados, entre ellos el exconsejero de Justicia Germà Gordó y los extesoreros de CDC Andreu Viloca y Daniel Osàcar, responsables de una trama consistente en pedir comisiones a empresarios a cambio de adjudicaciones de obra pública con las que se financiaba el partido. El escrito del ministerio público se remonta a hechos ocurridos durante el Gobierno de Artur Mas, cuando se quiso tapar los casos de corrupción y los brutales recortes de gasto público con la primera de las numerosas refundaciones por las que atravesaría la formación liberal y nacionalista. CDC y PDECat, lo dice el juez y así lo publicó Crónica Global, son lo mismo, por lo que las nuevas siglas no han logrado engañar a los investigadores, que reclaman multas millonarias.
Se da la circunstancia de que PDECat y Convergents, partido liderado por Germà Gordó, pretenden darse otra oportunidad, esto es, impulsar un nuevo partido llamado Espai CiU junto al PNC de Marta Pascal. No encuentran financiación, lo publicamos también en este medio, como tampoco, que se sepa, una masa social dispuesta a militar en una formación que, tras hacer seguidismo del procés, regresa a un catalanismo indisociable a los oscuros negocios convergentes y la burguesía dedicada a expoliar. La misma que vuelve a ser investigada por ocultar patrimonio para evitar indemnizar al Palau de la Música. Una Convergència, en definitiva, que intenta apropiarse del legado de Jordi Pujol, un defraudador confeso que, sin embargo, mantiene su ascendente. Pero Pujol es astuto y se relaciona con otros neoconvergentes limpios de corruptelas, como Artur Mas, Xavier Trias --nunca llegó a probarse que tuvieran cuentas en el extranjero-- y Jaume Giró, el más debutante en política y referente de un sector moderado dentro de Junts que le ve como presidenciable. Pero esa catarsis interna no tiene nada que ver con un Espai CiU que atomiza de nuevo el espectro catalanista mediante un pacto de perdedores.