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Begoña Gómez, en una imagen de archivo

Begoña Gómez, en una imagen de archivo

Zona Franca

Begoña Gómez, de primera dama a primera enjuiciada

“Cada día que pasa su horizonte penal empeora a mayor velocidad”

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Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, ha quedado esta semana a los pies de los caballos. Su futuro procesal empieza a tornarse de un color más oscuro que el carbón. El juez Juan Carlos Peinado acordó enviarla a los estrados junto con el empresario Juan Carlos Barrabés por sus chanchullos económicos. Es la segunda vez que el magistrado la sienta en el banquillo, después de haberla acusado por la utilización de una funcionaria de la Moncloa para sus mangoneos docentes.

Entre ambos casos, a la mujer del presidente le achacan nada menos que cinco delitos, a saber, tráfico de influencias, malversación, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional.

Todo ello sustentado, entre otras cosas, en dos informes demoledores dados a la luz esta semana, uno de la Guardia Civil y otro de la Inspección General del Estado, que destapan un rosario inacabable de irregularidades.

Pero vayamos por partes. En un prolijo documento, el Instituto Armado desgrana punto por punto todas las intervenciones realizadas por Cristina Álvarez por encargo de Begoña. Dicha ciudadana se desempeñaba como empleada en la Moncloa. Pero en lugar de realizar sus tareas ordinarias como tal, desde las altas instancias del Gobierno se le encomendó que ejerciera de secretaria y asistenta de Gómez.

Esta lo negó de plano en sus declaraciones ante el juez Peinado. Dijo que solo intervino ocasionalmente, de “manera muy excepcional” como amiga suya, para hacerle un favor.

La profusa exposición de la Guardia Civil desmonta ese testimonio y revela que Begoña mintió a Peinado con todo el descaro. Cristina envió al menos 121 correos electrónicos a las compañías financiadoras o colaboradoras a título gratuito de la pomposa Cátedra de Transformación Social Competitiva que Begoña había articulado en la Universidad Complutense de Madrid.

Por cierto, salvo error u omisión, se trata de la primera vez en la historia moderna de las academias de España que una persona sin estudios superiores dirige con total desenvoltura una cátedra. Este chusco caso recuerda el del maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela.

Al mismo tiempo que se divulgaban los citados detalles, la Intervención General del Estado, dependiente de Hacienda, remitió a la fiscalía europea un mortífero reporte sobre el cúmulo de arbitrariedades perpetradas en la adjudicación de tres contratos de la compañía pública Red.es, por importe de 8,4 millones.

La receptora del chollo fue una empresa del antes citado Barrabés. Parte de esos fondos procede del presupuesto de la UE.

Begoña le respaldó por medio de varias cartas de recomendación, que se incluyeron en la oferta para darle un sello de peso político.

A su vez, Barrabés le ayudó gratis et amore a organizar su cátedra y dotarla de un contenido más o menos presentable, porque los conocimientos de la dama sobre la materia eran más bien escasos.

El espinoso asunto ha escalado de forma definitiva hasta la cumbre de la fiscalía de la UE, un organismo independiente que vela por el buen uso y destino de los recursos comunitarios.

En cambio, el ministerio público español depende del Ejecutivo, tal como recordó en su momento el propio Pedro Sánchez. Lo dirige con mano férrea Álvaro García Ortiz, quien el próximo 3 de noviembre será sometido a un juicio histórico ante el Tribunal Supremo, por revelación de secretos.

La fiscalía, en vez de ejercer su papel de acusadora, se ha transformado en la más decidida valedora de Begoña, hasta el punto de que la defiende con mayor vehemencia y entusiasmo que su propio abogado.

Sánchez ha saltado a la palestra para proclamar la inocencia de su esposa y de su hermano músico David, quien también está en vías de afrontar un juicio por el descarado enchufe obtenido en la Diputación de Badajoz.

Los ministros, como no podía por menos de ser, se esfuerzan por hacer méritos ante el jefe supremo y la defienden a capa y espada, no sin arremeter contra el magistrado, en un estupefaciente y escandaloso serial de injerencias del poder ejecutivo en el judicial.

Pero las pruebas pesan como una losa. El discurso victimista del sanchismo contrasta con la cruda realidad de los hechos. Y cada día que pasa el horizonte penal de Begoña Gómez empeora a mayor velocidad.

El panorama que presenta la cúspide del país no puede ser más desolador. Un presidente narcisista y ególatra sin apoyos en el Congreso, sin presupuestos desde hace tres años y acosado por la corrupción de sus familiares, de sus acólitos más cercanos y del PSOE.

Sánchez es como un equilibrista tambaleante sobre un alambre que amenaza con romperse. Sospecho que la caída de sus allegados y la suya propia, cuando ocurra, revestirá tintes devastadores.