El presidente de ERC, Oriol Junqueras, sigue inmerso en su mundo de helado de postre para todos. Tal es su estado fantasioso que dice estar dispuesto a volver a la cárcel por el referéndum, la independencia de Cataluña o lo que se le pase por esa mente privilegiada, genéticamente más parecida a los franceses que a los españoles. Y no es la primera vez que se expresa en estos términos. Tampoco debe extrañar.
Junqueras estuvo en prisión, sí, pero una prisión que en nada se parece a la real. Por eso, sus últimas declaraciones han irritado tanto a los funcionarios penitenciarios. Porque la última ocurrencia del líder de ERC –que no le hace ningún favor a su candidato al 12M, Pere Aragonès– pasa por asegurar que los trabajadores que hoy protestan por la inseguridad en las penitenciarías a raíz de la muerte de la cocinera Núria a manos de un reo –la gota que ha colmado el vaso– son una minoría.
Para él, “la inmensa mayoría de funcionarios y trabajadores están convencidos de que el modelo penitenciario de Cataluña es bueno”, y lo afirma, dice, después de “volver a hablar de ello con muchos de ellos”. Los conoce bien, a algunos, tras su paso por la cárcel, por el Hotel Lledoners, que es como se refieren al centro todavía hoy muchos de esos funcionarios a los que menciona, pues “la cárcel se preparó para los presos del procés”, como explica este miércoles Sara Cid.
No, ni Junqueras ni los otros presos del procés disfrutaron de privilegios en prisión, pero tuvieron una estancia más apacible entre rejas de la que hubiera tenido cualquier otro. Lledoners se adecuó a conciencia para sacar de allí a los internos más conflictivos antes de la llegada de los políticos, trasladarlos, y que los responsables del 1-O cumplieran su pena en poco menos que un remanso de paz. Incluso se alteró el protocolo a su medida en relación con la huelga de hambre que iniciaron algunos de ellos: se les permitió que no tuvieran que ir al comedor, algo inédito. Por no hablar del indulto ni la amnistía posteriores...
Por lo demás, Junqueras tuvo tiempo de jugar al tenis, dar clases y hasta escribir cuentos para sus hijos. Siempre, además, acompañado de sus compañeros de procés –aunque con algunos las relaciones se enfriaron–, y de otras amistades que forjó en la cárcel. Por todo ello, no ha de extrañar que diga que está dispuesto a volver a pasar una temporada en la sombra. Su realidad carcelaria dista mucho de la que viven tantos y tantos presos y trabajadores de prisiones. Como todo. Como siempre. Y su visión no ayuda en nada a Aragonès, en pleno conflicto por la gestión del Departamento de Justicia a las puertas del 12M.