Ha hecho falta más de una década para que Junts sitúe en la agenda política un tema de alto voltaje que no tenga que ver con el procés. O tal vez sí. Porque la propuesta de traspasar competencias de inmigración a la Generalitat tiene como objetivo seguir ahondando en las bajas pasiones de quien quiere independizarse de todo aquello que no es de su agrado, bien sean españoles o inmigrantes de otros países.

Poco se sabe acerca de esta cesión del Gobierno al grupo parlamentario de Junts. Tan poco, que ni siquiera sabemos si ha habido “cesión”. Y es que, que se sepa, no hay ningún documento firmado entre ambas partes negociadoras. Ni se aclara si la propuesta incluye el control de fronteras, ni si es constitucionalmente posible o viable en el marco jurídico y legal de la Unión Europea.

Vamos, que al final podemos ver al presidente Sánchez encogiéndose de hombros al no poder materializar el acuerdo y a los de Junts más contentos que unas pascuas por haber estado en el foco mediático aunque no hayan conseguido lo que buscaban. ¿Se acuerdan del catalán en la Unión Europea?

Porque, al final, de eso va la exigencia de Junts. De volver a situarse en el foco después de que Pere Aragonès haya tenido su minuto de gloria con la visita de Pedro Sánchez al Palau de la Generalitat antes de las Navidades, y de demostrar desesperadamente que ellos no son como los pagafantas de sus exsocios, según los neoconvergentes.

Para los de Puigdemont, su partido no tiene nada que ver con ERC ni a la hora de negociar ni a la hora de abordar el debate migratorio, y es que el “buenismo” de los republicanos no serviría para atajar los graves problemas que ocasionan, dicen, los delincuentes multirreincidentes que no pueden ser expulsados a sus países de origen.

Junts ha activado el chip electoral y, enterrado el procés, quiere lanzar un misil al Govern ante su incapacidad de proteger a los catalanes de los multirreincidentes que siembran el caos en municipios como Calella. El objetivo es arrastrar a ERC al fango cuando más débil se encuentra, haciendo malabares para gestionar emergencias como la sequía o unos nuevos presupuestos, y poner pie en pared con una alcaldesa de Ripoll que ya aparece en las televisiones del resto de España.

Lo que en Junts no se imaginan es que algunos en ERC no están asustados, sino encantados de poder comparar a los de Puigdemont con Vox y decir que su discurso es de extrema derecha. Lo hizo la consellera Laura Vilagrà el pasado viernes, pero también Oriol Junqueras, que no quiere seguir apoltronado en el sofá sin ir a la guerra para liderar el ejército republicano en las próximas autonómicas.

Al final, lo que menos importa son los inmigrantes. Lo que importa, como siempre, son los votos.