Cataluña ya no es “terra d’acollida”. Ya somos demasiados habitantes, ocho millones, y no cabe más gente… de fuera. Es más, hay que empezar a echar a los inmigrantes; primero, a los que delinquen. Más adelante ya veremos qué hacemos con el resto. Dependerá de su integración y de su dominio del catalán.

Si eso lo dice la extrema derecha de Vox resulta que es la peor escoria del mundo, un peligro para la democracia. Ahora bien, si lo dice la ultraderecha de Junts hay que aplaudir con las orejas, pues la seguridad es lo primero, con permiso de la catalanidad. Y eso es lo que está ocurriendo en las últimas fechas.

Será porque el discurso funciona (que se lo digan a la ultranacionalista Sílvia Orriols en Ripoll, incluso a Vox en el conjunto de España) o porque las encuestas pintan mal, lo cierto es que Junts ha puesto ahora en la diana a los nouvinguts, que no solo delinquen, sino que, como sugirió ERC, son los responsables de los malos resultados educativos en Cataluña.

Los últimos episodios de sus discursos racistas y xenófobos los ha protagonizado la formación subordinada a Carles Puigdemont. Desde el Congreso, acusa al Gobierno de destinar más inmigrantes a Cataluña que a otras comunidades autónomas (ya se sabe, se trata de invadirnos para diluir el independentismo) y pide tener también las competencias en el control de flujos migratorios; por el otro, varios alcaldes neoconvergentes del Maresme solicitan medidas para expulsar del país a los delincuentes. Qué cosas.

“Si no han venido a integrarse y a trabajar como hace la mayoría de la población, no tienen cabida en nuestra casa”, lloran. En datos del 2022, en Cataluña había cerca de 1,3 millones de extranjeros, pero supongo que Junts y ERC se refieren solo a la porción delincuencial de los 324.000 africanos (de los cuales, 235.000 marroquíes) y a los 360.000 americanos (de ellos, 240.000 proceden de América del Sur y 97.000, del Centro y Caribe).

Está muy bien retorcer el relato de modo que, según quien diga las mismas palabras, el discurso está bien o está mal. En este caso, la comparativa entre Vox y los independentistas es evidente, con la diferencia de que Vox apenas pinta nada en el panorama político y Junts y ERC no solo llevan décadas gobernando, sino que tienen la llave del poder en España. Por lo tanto, partiendo de la base de que todos los extremos son peligrosos, estos últimos son los que hay que temer de verdad, pues tienen poder y hacen y deshacen a su antojo.

Ahora, desde Junts no tienen vergüenza alguna en pedir mecanismos legales para endurecer la multirreincidencia y la okupación, así como expulsar a los delincuentes extranjeros. La realidad es que el problema es mucho más complejo, pero algunas de esas reivindicaciones podrían haber entrado en el pacto de investidura, en lugar de una amnistía que favorece a los de siempre.

Por el contrario, si entre toda la buena gente que llega de fuera se mezclan también delincuentes es porque saben que esto es jauja, que no les va a pasar nada. Es la imagen que damos. Por no hablar de los fallos del sistema para con los menores no acompañados, que quedan a su suerte una vez cumplida la mayoría de edad. Expulsarlos es lo fácil; pan para hoy, hambre para mañana, pero si hemos llegado a esta situación es porque el camino empezó lejos, por la inacción de los gobernantes, su buenismo, sus tonterías varias.

Nunca está de más recordar frases célebres de nuestros independentistas y nacionalistas de cabecera, como que “los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que con los españoles” (Oriol Junqueras, ERC); que “el andaluz es un hombre poco hecho, que vive en estado de ignorancia y de miseria cultural” (Jordi Pujol, CDC); los castellanohablantes son “bestias con forma humana” (Quim Torra, Junts); “hay que poner fin a la costumbre de hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parezca catalana” (Anna Erra, Junts); “a veces, veo demasiado castellano en TV3” (Mariàngela Vilallonga, Junts, la misma que hizo referencia a la “raza catalana”), o Núria de Gispert (UDC), que sugirió a Inés Arrimadas que se volviera a Cádiz. La lista es mucho más extensa, pero se requieren varios tomos. Como ejemplos, bastan.

¡Eh!, pero tenemos más embajadas que nunca.