Tiene 73 años, es empresario de toda la vida, dispone de tiempo libre, la cartera llena y una agenda de contactos de primer nivel. “¿Qué podría hacer por Cataluña?”, pregunta a su interlocutor. La respuesta que sale de inmediato es casi automática: dedicarse a la filantropía, al mecenazgo. “No, no, eso ya lo hago”, responde a la espera de una especie de admonición a su deseo último. “¿Y la política…?”, insiste.
Supongamos que el personaje de esta ucronía que viene estuviera pensando en convertirse en un nuevo Josep Piqué del PP en Cataluña. Imaginemos que en la antesala de las últimas elecciones al Congreso de los Diputados le pidiera a su sucesor al frente del empresariado catalán que mediara ante Alberto Núñez Feijóo para que su nombre se postulara para recomponer la formación conservadora en tierra catalana. Hagamos trabajar las hipótesis: el presidente del PP español toma nota de la petición, la estudia y responde a Josep Sánchez Llibre que su propuesta “no”, pero que estaría encantado de que el presidente de Foment “sí” liderara la candidatura popular y que, convencido como estaba de que ganaría y formaría gobierno, habría otros muchos acomodos de nivel para un catalán experimentado en el Madrid cortesano.
Si el protagonista de esta historia fuera Joaquín Gay de Montellà, presidente de la patronal catalana durante ocho años y actual patrono de la Fundación Bancaria La Caixa, se entendería mucho más todos los viajes y reuniones que Feijóo celebró en Cataluña antes de las últimas contiendas electorales. Siempre, o casi siempre, en pequeños comités, con profusión de empresarios, rodeado de los patronos a los que deseaba atraer hacia su formación. Pero al gallego no le convenció la opción catalana que le ponían sobre la mesa y hubiera preferido a un Sánchez Llibre que, de la forma más elegante posible, rechazó la invitación a retornar a la política activa.
Fracasada la opción empresarial, el partido abogó por fichar a un poco conocido Nacho Martín Blanco para encabezar su candidatura barcelonesa el pasado 23 de julio. Procedente de Ciudadanos, el joven diputado no consiguió la tracción necesaria para mejorar el resultado de forma suficiente en términos de utilidad para la gobernación. El PP pasó en la circunscripción de Barcelona de tener dos (año 2019 con Cayetana Álvarez de Toledo al frente de la lista) a cinco diputados en 2023, pero siguió lejos de sus mejores registros. De ahí que tampoco nadie entienda la última maniobra de Feijóo al rehabilitar a Álvarez de Toledo, uno de los martillos de herejes del independentismo, mientras en el fondo aboga por perfiles menos ideológicos y más de gestión para refundar al partido en Cataluña.
El líder conservador tiene todavía un frente más que acometer. El 2024 será año de elecciones europeas, gallegas, vascas y, con alta probabilidad, catalanas. Es vox populi que Alejandro Fernández no es el candidato preferido de Feijóo para la lista autonómica. El político de Tarragona es, quizá, uno de los mejores oradores del Parlament, pero sus propios correligionarios le reprochan un interés nulo por el partido y su organización interna. En las últimas autonómicas, con Fernández al frente de la oferta popular y a pesar de la dilución de Ciudadanos, obtuvieron solo tres escaños y traspasaron a Vox, que sumó 11 asientos, la representación clásica de la derecha catalana.
Fernández era un hombre de Pablo Casado, con quien coincidió en los tiempos de Nuevas Generaciones. Además, es un verso libre. En los últimos meses se le ha visto cómo preservaba la coherencia de su relato político de los últimos años de aquellos movimientos que desde Génova se propiciaban y él entendía desafortunados o incoherentes con la historia reciente del PP en Cataluña. Esa valentía/osadía, inusual en las pétreas formaciones políticas, serán con probabilidad las razones que le acaben apartando del liderazgo. Esas, y a decir de sus contrarios, la ausencia de resultados, el descontrol de la organización y el estancamiento ante la opinión pública.
Desde el burladero de la plaza de toros, Manu Reyes y Xavier García Albiol observan la corrida. Tanto el alcalde de Castelldefels como el de Badalona han logrado para el PP una mínima presencia institucional en la provincia. Ambos, curtidos en la política, se han convertido en la reserva espiritual del partido en Cataluña. En Bruselas, Dolors Montserrat espera próximo destino. En su despacho, Alberto Fernández Díaz sigue a disposición de la causa. Agazapados en sus cargos y ocupaciones ven pasar el desfile de maestros hacia la lidia y cuentan las cornadas que se reparten. Tantas o más incluso que las que se cruzan hoy en Junts per Catalunya. Son tiempos sangrientos para la derecha catalana clásica.