El despacho de arquitectos Batlle i Roig es historia viva de Barcelona y entorno. Fundada por Enric Batlle y Joan Roig, ha firmado grandes proyectos que conjugan naturaleza y urbanismo durante cuatro décadas. De hecho, este es su lema, Combinando naturaleza y ciudad desde 1981.
El bufete es, también, una máquina de hacer dinero --se mueve en torno a los 20 millones de facturación-- y un ente propagandístico de primer nivel. Más que una oficina de tiralíneas, es un constructor de relato de la vida en comunidad en las grandes urbes del siglo XXI. Hace ciudad, que diría más de un alcalde o alcaldesa, por medio del pulcro e innovador diseño de los edificios en los que los barceloneses vivimos o trabajamos.
En ese marco, Batlle i Roig ha logrado numerosos premios y reconocimientos por sus soluciones rompedoras. Merecidos, claro. Su trabajo es de altísima calidad y reputación, intachable. Pero menos conocido es el carácter un punto soberbio y un tanto agresivo de una oficina que escribe historia viva de Barcelona. Es lo siguiente: cuando una intervención urbana mejora la vida económica y comunitaria, la oficina la airea a los cuatro vientos. Cuando hay alguna sombra, el despacho se escuda en que no puede hablar de un encargo de un cliente.
Es lo que ha pasado con la ampliación de la sede de Roche Diagnostics en Sant Cugat del Vallès (Barcelona), que acaba de firmar y entregar Batlle i Roig para el brazo de diagnóstico de la multinacional suiza, como avanzó este medio. El cuartel general extendido se ha visado y entregado, pero la firma y el cliente han terminado hartos uno del otro.
Hasta el punto de que el interiorismo se ha externalizado a otra firma, explican desde el sector. Roche asegura que sigue la buena relación, pero no explica por qué se encarga a un despacho construir las paredes de un edificio y a otro su interior. El mundo de la arquitectura barcelonesa recela e insiste en una mala relación sobrevenida.
Antes, BiR aterrizó en problemas en la primera reforma del centro comercial L'Illa Diagonal de Barcelona, como explicó Crónica Global. Y, también, en el llamado distrito administrativo de la Generalitat de Cataluña, un macrocomplejo de oficinas que la Administración autonómica no puede llenar. Yace a medio gas y consumiendo energía en la Zona Franca. Los que lo hemos visitado de primera mano lo hemos comprobado.
Tampoco ha explicado Batlle alguna colisión con la contratación del AMB que recaló en la Oficina Antifraude de Cataluña. O por qué si el nuevo ecodistrito de la antigua fábrica Mercedes Benz de Barcelona --que proyecta Conren Tramway-- será tan rompedor está investigado por la Comisión Europea por, presuntamente, saltarse a la torera partes de la tramitación urbanística.
Ese es el argumento: un bufete enraizado que se jacta de transformar las ciudades desde el punto de vista sostenible y social, y que presume de innovación, alza muros de silencio cuando las informaciones le son menos favorables. O se desvincula y actúa como la más opaca de las multinacionales cuando Eolo sopla en contra, aduciendo que ellos solo diseñan y construyen y que los responsables del relato de su activo son otros. Como si los despachos de arquitectura no tuvieran una parte de responsabilidad alícuota en los grandes desastres de la construcción moderna.
En mi opinión, esa soberbia, o doble rasero, hace un flaco favor a la nobilísima profesión de la arquitectura, al global de la ciudadanía y al relato wholesome de la vida en comunidad que dice promover esta firma.