La superventa del Hotel Mandarin Oriental Barcelona por parte de Reig Capital Grup al grupo saudí The Olayan Group deja más preguntas que respuestas. Lo que se conoce es que sus nuevos dueños han pagado una estratosférica cifra, más de dos millones de euros por habitación, que la convierte en la transacción por plaza más elevada de la historia de la hotelería española. Otros cambios de mano han sido de mucha más cuantía total, pero ninguna iguala la ratio por habitación pagada por los saudíes en el número 38 a 40 de Paseo de Gracia.
Ello, como ha explicado este medio, dejará retos de rentabilidad al nuevo propietario. Es cierto que The Olayan se lleva un trophy asset, pero quizá algún día alguien en Liechtenstein -donde tiene la sede el inversor saudí- piense en dejar de perder dinero y busque soluciones para cuadrar las cuentas. Y, en este contexto, creo que como ciudad se impone la pregunta: ¿mantendrá Barcelona la marca Mandarin Oriental?
La pregunta no es baladí. Reig Capital Group aseguró ayer que el cambio de manos no compromete al actual operador. ¿Lo puede asegurar? ¿Qué dice el contrato? ¿Cuáles son las cláusulas e indemnizaciones en caso de rescisión? Creo que es de justicia plantearlo, porque si en la industria hotelera reinaba ayer el shock por la operación del año, no medió mucho tiempo hasta que algunos comenzaron a afilar los cuchillos para sondear entrar de explotador en el hotel de lujo que mora en la antigua sede del Banco Hispano Americano.
De la misma manera que pocos pensaban que Fairmont iba a salir por la puerta de atrás del hotel Juan Carlos I. Y no sólo la canadiense ha salido propulsada, sino que ha terminado acudiendo a la Audiencia Provincial porque detecta incumplimiento contractual de los nuevos propietarios del resort.
O de la misma manera que nadie pensaba que Barcelona se quedaría sin un Ritz, y la marca anda perdida en el cajón de un conocido hotelero del destino.
Nadie dice que la historia del Mandarin Oriental Barcelona acabe igual, enmarañada en los tribunales. Al contrario. Soy de la opinión de que la Ciudad Condal debe retener la marca y, de hecho, atraer más enseñas de altísimo nivel que hagan de tractor del turismo de calidad. De la misma manera que el upgrade del Hotel Sofía conllevará que Hyatt estrene su mayestática marca Grand en la capital catalana, como avanzó Crónica Global.
Los que saben de industria turística recuerdan que las grandes marcas permiten hincar el diente a segmentos turísticos que no son los que hacen un uso intensivo del espacio público, al contrario. Maximizan el gasto, algo que hace salivar a los gestores de destino, y dan un respiro a las zonas de party fiesta de la urbe. Y agregan que a Barcelona, por su tamaño, configuración y por ser la sede permanente del Mobile World Congress, le faltan logos de lujo.
¿Mantendrá Barcelona un Mandarin Oriental? La reciente inversión en las residences de la antigua Torre Deutsche Bank así lo sugeriría, pero hoy, a 4 de julio, nadie pone la mano en el fuego. Igual que nadie la ponía en 2014, cuando Four Seasons aterrizó en Barcelona y planeó abrir un alojamiento singular con aportación inédita al producto turístico local en el citado rascacielos. La vetaron. Siete años después, la cadena de Toronto se ha cansado, ha abierto en Madrid, prevé hacerlo en Mallorca y se ha olvidado, quizá para siempre, de la Ciudad Condal.