El Ártico se derretirá por completo por primera vez entre 2030 y 2050, según uno de esos informes catastrofistas que uno nunca sabe a qué intereses responden. Por otro lado, siete de los nueve umbrales que permiten la vida humana sobre la Tierra ya se han sobrepasado, según otro de esos estudios. Pero aquí seguimos dando la tabarra, con esa resiliencia tan nuestra. Veremos si la cosa se pone fea de verdad cuando hagamos el 9/9 o, con algo de suerte, para entonces ya habremos colonizado Marte o nos habrán abducido los extraterrestres y tendremos otras preocupaciones, otros enemigos comunes.

Como por la gran contaminación poco podemos hacer mientras los que de verdad pueden revertir la situación sigan llenándose los bolsillos, debemos conformarnos con pequeños gestos, que algo hacen, pero a todas luces insuficiente. Por el contrario, debería ser más fácil gestionar y legislar ciertas cuestiones que nos son más cercanas por territorialidad… pero que tampoco parecen moverse demasiado. Podemos hablar, de nuevo, de los okupas (qué raro, después del 28M ya nadie se acuerda de la Bonanova), o de por qué Cataluña es el paraíso de las raves ilegales como la de este fin de semana, repleta de italianos y franceses que vienen a “fluir” a la tierra prometida, o de por qué nadie mueve un dedo con el delicado asunto de las violaciones de menores a menores, como la última, ocurrida en Badalona y explicada en primicia por Sara Cid en este medio. ¿Falta educación? ¿Falta modificar y endurecer la ley? ¿Todo a la vez? Sea lo que sea, vamos muy tarde.

La maldad y el ego son muy peligrosos por separado, y una bomba de relojería cuando van de la mano. Aparecen en el momento menos pensado, en el lugar más insospechado y en las carnes de quien nunca creerías, aunque a veces se ven a la legua. Y eso es la consecuencia de la degradación de la humanidad, de este mundo en el que tenemos de todo y queremos más, y queremos reconocimiento único e inmediato, aunque haya que pisotear a cualquiera. Podemos destacar aquí la propuesta de Junts para que Anna Erra sustituya a Laura Borràs en la presidencia del Parlament. Erra, esa mujer moderada que estuvo al frente de Vic y vetaba actos de Ciudadanos; la misma que decía que hay que dirigirse en catalán a esas personas que por su “aspecto” parezcan de otro lugar. Esos pensamientos, esa manera de actuar tienen un nombre, ¿no?

Por lo que fuera, no hemos aprendido nada… o lo hemos aprendido todo y ya nos da igual extinguirnos. No, la pandemia no nos ha hecho mejores –esa afirmación debió salir de uno de esos estudios interesados–, más bien al contrario, y hay quienes parecen dispuestos a exprimir su vida hasta el límite y piensan que para qué van a obedecer y seguir unas mínimas normas de convivencia. Total, ¡si ya ni siquiera hay hielo!