En la vida hay tres tipos de superiores. Por un lado están los autoritarios, que mandan e imponen, no siempre con buenos modos, dividen y no necesitan a nadie para decidir. Por el otro están los líderes, que saben escuchar y delegar, confían en su equipo y sacan lo mejor de cada uno. Y por último hay que mencionar a los que se podría identificar como don Tancredo, que destacan por su inacción. En este grupo se incluyen todos los responsables políticos que han permitido que el asunto de los okupas de la Bonanova se vaya de las manos, porque las ocupaciones ilegales son un problema creciente, pero nuestros representantes solo se acuerdan de él ante la cercanía de las elecciones.

Cataluña es muchas cosas, buenas y menos amables, y también es la meca de la okupación. Casi la mitad de los allanamientos registrados en España tienen lugar en esta comunidad mediterránea. Los datos se repiten cada año, y eso significa que las mafias han detectado que aquí hay manga ancha con este asunto, que es la última de las prioridades de la clase política dirigente (sea cual sea el partido que gobierne). Sí, es cierto que Cataluña adolece de una pobreza galopante, muy elevada, pero también lo es que la mayoría de las okupaciones no las protagonizan personas vulnerables, sino mafias, antisistema o caraduras. Nadie discute que la sociedad es muy desigual y que no está bien que existan empresas y fondos especializados en especular con la vivienda, pero eso no justifica que se desproteja al legítimo propietario, que muchas veces es un particular.

Y en este escenario se plantean problemas como el de la Bonanova, la zona bien de Barcelona, un absoluto fracaso del sistema. Los okupas, que se han apropiado de dos edificios de manera ilegal, aunque permitida por la Administración, llevan años en El Kubo y La Ruïna sin dar apenas problemas. Pero en el último mes, desde que evitaron el desahucio programado para uno de los dos bloques, la cosa se ha puesto desagradable, de un tono gris tirando a negro. Los allanadores denuncian ataques de los vecinos, bien que las únicas imágenes que están trascendiendo son las de ellos mismos armados con palos, cuchillos y hachas persiguiendo a mirones y jóvenes ruidosos que pasan por allí.

¿Por qué de repente pinta feo? Por varias razones, y ninguna parece casual. Para empezar, se ha puesto allí el foco informativo al tratarse de una gran okupación (unos 150 individuos) y estar concentrada en la zona pija de Barcelona; es la cabeza de lanza de un gran problema. Cuanto más se habla de algo, más grande se hace y más peligroso se vuelve. En segundo lugar, algunos partidos aprovechan este caso para abanderar la lucha antiokupa y rascar votos ante los comicios que vienen. Y luego están los matones de Desokupa, que no estaban invitados a la fiesta y que también están aprovechando para hacerse publicidad, pues por desgracia se han convertido en una alternativa real ante la pasividad de la Administración en este asunto. Como bien apuntó hace unos días María Jesús Cañizares, estos son los efectos nocivos de una mala gestión.

Ojalá la sangre no llegue al río, pues seguro que el operativo de Mossos d’Esquadra va a contener a las dos facciones de esta batalla, pero Dios quiera que de este caso se saquen conclusiones que ayuden a resolver en el futuro el problema de la okupación en este país. No debemos permitir que se use la Bonanova como campo de experimento social y lugar para ganar algunos votos. Necesitamos líderes para solucionar lo que no funciona.