Casa Asia es el único organismo de diplomacia pública que hay en España. Este ente que opera desde Barcelona, nació el 9 de noviembre de 2001 y realiza una labor ejemplar de puente entre Europa y la región de Asia-Pacífico con los escasos recursos de los que dispone. Es, además, un ejemplo de dos cosas más: de la colaboración entre administraciones --la forman los ayuntamientos de Barcelona, Madrid, el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Generalitat de Cataluña--; y de la llamado descentralización del Estado.
Sí, Casa Asia lleva 22 años operando en y desde Barcelona, cuando lo podría estar haciendo desde Madrid, la capital, por muchas razones. Pero trabaja desde la Ciudad Condal y jamás ha manifestado la voluntad de irse, al contrario. Ha tejido proyectos de impacto en la capital catalana. Posee marca y equipo, un team que dirige el diplomático Javier Parrondo.
Lo que le falta es voluntad política. De algunas administraciones que forman el patronato, claro. Porque las empresas e instituciones que son colaboradoras o forman parte del alto patronato o los proveedores oficiales sí están comprometidos. Pero algunos equilibrios internos han restado, a veces, potencial a este ente. El caso de la búsqueda de sede es paradigmático. El organismo lleva años necesitando un cuartel general estable, y pidiéndolo a los representantes políticos, pero sin embargo no lo logra.
Ahora existe un proyecto, el del Palacio de Pedralbes, que es a la vez ilusionante y dignificador. Es un win win: permitiría a Casa Asia dotarse de una sede permanente y ayudaría a llenar de contenido este espacio monumental. Se generarían las famosas sinergias con un espacio singular sin molestias para los vecinos y las facultades cercanas de la Universidad de Barcelona (UB). Ganaría todo el mundo. Pues bien: ya hay proyecto, están las obras aprobadas y hay presupuesto. Solo falta que los miembros del patronato complementen el dinero que llegará de los fondos europeos Next Generation.
Ello no ha pasado. Y eso que hace tres años que la institución celebró su 20 cumpleaños y anunció que se trasladaría a Pedralbes. Por razones desconocidas, quedan pendientes de poner unos pocos millones de euros. El chocolate del loro, si se tiene en cuenta el presupuesto de cada una de las administraciones que forman el consorcio. Peanuts.
Es otra muestra más de que todo avanza a ritmo de parsimonia cuando no hay voluntad política. Cuando sí la hay --y la clase política detecta oportunidades--, las cosas fluyen. Un ejemplo: cuando ha tocado traer la Copa América a Barcelona, nadie se ha acordado de las diferencias políticas. Pero cuando toca arremangarse y trabajar sin posibilidad de foto cercana, no todos los representantes electos lo hacen. Ocurre como en los trabajos de la universidad: unos sí reman, y otros se dejan llevar.
En el caso de Casa Asia, ya no cabe el error. Las administraciones deben desmarcarse y provisionar fondos para la nueva sede. No son muchos: los Next Generation ya cubren cerca del 45% del proyecto. Sería el quinto cuartel general en pocos años, por lo que sí, es necesario. Seguro que no es la prioridad número uno de ciudad, pero es urgente.
De lo contrario, ¿con qué rostro irán las administraciones a buscar vuelos entre Barcelona y Tokio (Japón), una ruta aérea que la ciudad anhela desde hace años? Con qué estrategia irán algunos cargos electos a buscar inversiones a Asia si el único puente que existe desde la Ciudad Condal está agrietado? Cómo presentarán la capital catalana ante el mundo si son incapaces de coordinarse desde aquí? Cómo hablarán de la bicapitalidad si no pueden aportar poco más de dos millones de euros entre cuatro administraciones? Cómo se presentarán ante los operadores internacionales, también aerolíneas, cuando sin incapaces de coordinarse y financiar con tino y decisión la única entidad que forma, divulga, explica y ayuda a invertir en Asia-Pacífico?
Son preguntas que quedan en el aire.